¡El niño prodigio! Así le conocían todos en la academia. El chico que tenía un don para la música, sobre todo, el piano y el violín. En realidad, nadie se había percatado de lo más importante de la oración. Él no era un niño prodigio, sino un trabajador nato que ensayaba y ensayaba hasta que sus dedos sangraban. Practicaba como el que más para ser el mejor, el trabajo no venía hecho. No era un genio ni nada similar, todo se debía a trabajo duro y a mucho sacrificio.
De niño nunca tuvo amigos. Iba a academias privadas que su padre elegía, volvía a casa y después de estudiar, debía practicar. Nunca tuvo un hobby porque no tenía tiempo para ello.
Si conseguía tener unos minutos libres, solía tratar de recordar algún momento feliz en su infancia, pero apenas podía encontrarlos entre las prácticas, los estudios y las obligaciones que su padre exigía. Sin embargo, muy al fondo, atesoraba un buen recuerdo: su madre.
Ella era hermosa, carismática y con auténtica destreza en sus manos. De niño, la miraba hacer centros de mesa con las flores del gran jardín de la mansión mientras él sonreía y se deleitaba con su dulce tarareo. Le encantaba la música y el piano. Tocar con ella y aprender el piano fue mágico. Ahora, cuando posaba sus ojos en el piano, la dulce voz de su madre desaparecía, la luz que entraba por los cristales de los ventanales de la mansión se tornaba oscuridad como quien cierra una gruesa cortina de golpe, y lo que quedaba eran los gritos de su padre exigiendo que fuera mejor de lo que ya era. Perfecto. Debía ser simplemente perfecto.
Con los aplausos del público y una extraña sensación de frío recorriendo su cuerpo, caminó por el escenario hacia el piano que se encontraba en el centro. Las luces estaban apagadas impidiéndole ver al público pese a que sabía que su padre y todos los grandes directores de orquestas del país tenían sus ojos puestos en él y en las maravillas que escucharon sobre su música.
Tan sólo una luz blanca en forma de círculo seguía sus pasos mientras otra iluminaba el piano. Los aplausos cesaron enseguida y su mente apartó todo buen recuerdo que podía tener de su madre y todo el malo de su padre para intentar centrarse. Desde que conoció la música, desde la primera vez que escuchó tararear a su madre, desde la primera ocasión en que puso sus dedos sobre las teclas y acompañó a su madre al piano, supo que quería ser músico. Se convirtió en su sueño, su único sueño. Hoy estaba en ese escenario tras sacrificar toda su infancia para demostrar que era el mejor.
Se sentó en la mitad delantera de la banqueta, relajó las piernas y posicionó con firmeza los pies en el suelo de forma plana. Apartó de su mente las dudas, los recuerdos, la incertidumbre y los nervios. Pensó en el piano, en un auditorio vacío, sólo él y la música.
Con la espalda recta y relajando hombros y codos, manteniendo el peso equilibrado, colocó los dedos sobre las teclas. ¡Como envolver un hueco con las manos! Ésa era la posición y la frase que una vez su madre dijo con dulzura. Relajó las manos y echó un vistazo a la partitura. Se la sabía a la perfección pero sus ojos no se apartaban de ella. La melodía empezó a sonar. Primero calmada y, poco a poco, acelerando el ritmo hasta convertir algo bello y hermoso en otra cosa, en espectacular y ridículamente imposible de superar. Ese chico era una proeza al piano y todos allí se dieron cuenta en tan sólo unos segundos.
Aomine, sentado entre el público, escuchó en completo silencio la armónica melodía que Akashi ofrecía a todos. Simplemente brillante. No tenía palabras para definir la belleza que llegaba a sus oídos. Él, que odiaba la música clásica y adoraba el rock, estaba embelesado por esa obra maestra. ¡Y pensar que todo empezó en el vagón de un metro! ¿Quién le diría que acabaría prometido con ese chico? Pero no le disgustaba en absoluto. Él, que siempre se opuso a los matrimonios concertados y a las citas programadas por los padres, había ido a encontrar el amor precisamente en lo que tanto detestaba.
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Mi vida secreta como striper (Kuroko no basuke)
FanfictionResumen: Tetsuya Kuroko, ha recibido su tan ansiada carta, la aceptación para estudiar en Juilliard, el conservatorio de artes más deseado por los artistas. Decidido a emprender su carrera como bailarín, abandona todo lo conocido en su hogar y se tr...