Capítulo 31

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Elda miró el puñal, luego a Sett, después a la madre y volvió al objeto. ¿En qué cabeza cabía lo que le pedía su antiguo jefe? ¿Por qué era tan cruel el destino? Tanto que habían sufrido... tanto... y ahora era el turno de la impotencia. Los ojos de la chica se anegaron de lágrimas.

— Criatura. –la llamó Sett. Tenía la frente perlada de sudor. Era obvio que estaba aguantando el dolor—. Mi madre tiene que vivir.

— ¡No! –exclamó la mujer—. ¡Settrigh, aún tienes mucha vida por delante! ¡Mátame a mí!

— Mamá. –le dijo, solemne—. ¿Qué crees que me pasará cuando vosotras no estéis? ¿Piensas que seguiré mi vida como quien no quiere la cosa? ¿Que sanaré? Te perderé a ti, a una de las únicas personas que me importa y al mismo tiempo perderé al amor de mi vida otra vez. No me quedará nada. –miró a la chica a los ojos—. Acaba conmigo.

— No quiero... –sollozó—. No quiero hacerlo...

— No tienes elección, criatura.

— Por favor...

— Hazlo.

— No...

— ¡Hazlo!

Elda levantó el puñal muy alto al tiempo que dejaba escapar un gemido desesperado. ¿Por qué ella? ¿Qué sentido tenía todo esto? Una figura pasó veloz entre los soldados, sin apenas tocarlos. En la mano portaba otro puñal muy similar al de aquellos piratas, un puñal con el que se abalanzó sobre la muchacha, quien no tuvo tiempo de reaccionar. La hoja se le hundió en el pecho rápidamente y el tiempo se congeló. Sett y Elda se miraron, en una mezcla de desconcierto y estupefacción que dio paso a la desolación más profunda al percatarse de lo que estaba ocurriendo.

La mujer de cabello negro y lacio que la estaba hiriendo de muerte sonrió.

— Te dije que saldaría mi deuda. –habló Mareen—. Más o menos.

Elda no sintió dolor, así que cerró los ojos... y se desplomó en la hierba. Tras unos segundos, tres voces se hicieron eco: La de la madre, escandalizada, sabiendo que lo que acababa de pasar ante ella destruiría lo poco que quedaba de su familia. La de Sett, que estaba siendo agarrado por unos diez soldados a duras penas mientras se sacudía furioso y por último, la de Conrad. El chico empezó a llorar y fue arrastrándose por el suelo hasta llegar al cuerpo de su mejor amiga.

— Adelante, Conrad. –dijo el jefe, burlón—. Comprueba si sigue viva.

Así lo hizo, le puso un par de dedos en el cuello... y su llanto aumentó de intensidad.

— Está muerta. –anunció con la voz rota.

La noticia fue como un martillazo en la cabeza de Sett. Había desistido en sus intentos por liberarse y yacía agazapado sobre sí mismo, conmocionado. Cualquier orgullo personal y ególatra que tuviera se había ido para siempre, al igual que la vida de la única persona a la que había amado.

— Llegas tarde, Mareen. –la sonrisa del jefe se hizo más amplia—. Llevamos mucho tiempo sin recibir noticias de tu parte.

— He estado ocupada. –le dio una patada a Conrad, que rodó al otro lado de Elda—. Siento la tardanza.

— ¿Por qué la has matado? Era una forma de diversión bastante entretenida.

— Porque me iba a privar del lujo de acabar con Sett yo misma. –le lanzó una mirada indiferente al semi vastaya—. Y llevo muchos años esperando.

— ¡Eres la espía! –la acusó Conrad, poniéndose en pie, iracundo—. Confié en ti, confié en que estabas—

Mareen le propinó un puñetazo al chico y le susurró algo al oído. Después lo empujó y se puso en pie de nuevo.

Mendacious tales | Sett x OC ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora