Elda necesitó una semana más para poder caminar con seguridad. Cada día, la madre de Sett le aplicaba unos ungüentos extraños en las heridas que la reconfortaban y aceleraban la cicatrización. "Magia vastaya", decía la mujer. Era obvio que de magia tenía poca, pero lo cierto es que la muchacha se sentía mejor.
— Tendrías que tener más cuidado, pequeña. —la reprendió el primer día—. Si Settrigh no llega a estar a tu lado, ese sinverguenza te hubiera hecho mucho más daño.
Mentira sobre mentira. Para la madre, uno de los trabajadores se había vuelto loco y en un intento por detenerlo, había salido herida. Sett llegaba más tarde y la rescataba, cómo no. A partir de entonces, la seguridad fue reforzada en la anilla alrededor de la arena para que no volviese a suceder lo mismo. Suponía que era la forma que tenía el mestizo de enmendar su error. Una mañana, cuando Sett despertó tan temprano como de costumbre, encontró a su madre igual que todos los días: tejiendo junto a la ventana. Miró hacia los lados en busca de la chica, sin éxito.
— Si buscas a Elda —dijo la madre, adivinando sus pensamientos—, se ha ido donde siempre.
Sett asintió contento y le dio un beso en la mejilla a la mujer, después salió y se encaminó a la "base secreta" de su compañera. Sin embargo, no se encontraba allí. La tierra del pequeño huerto estaba mojada, regada sí, pero Elda seguía desaparecida. Avanzó un poco a través de los árboles y las frondosas ramas que se empeñaban en cortarle el paso hasta que el sonido del río empezó a hacerse presente. Allí, junto al profundo cauce, en la orilla, Elda permanecía sentada, el pelo húmedo del baño matinal. No reaccionó de primeras aunque se había percatado de su presencia, por el contrario, siguió con los ojos cerrados incluso cuando Sett se le puso al lado de cuclillas.
El hombre de pronto notó una suave brisa levantarle el pelo y acariciarle la mejilla. Fue leve, un momento, pero el viento estaba cargado de magia. En ese preciso instante, Elda lo miró y le dedicó una sonrisa bañada de luz. Sett no pudo evitarlo; sonrió de vuelta.
— Estás controlando tus poderes. —habló.
— De momento es lo único que puedo hacer, molestar a alguien con una corriente. Es que, cada vez que se materializa en mi mente... —hizo el gesto de una gran explosión—. ¡Bum! Se esfuma.
— Quizá no debería haber venido.
— No se trata de eso. Se trata de que necesito más autocontrol emocional.
— ¿Hay algo que te preocupe?
Elda lo contempló fijamente.
— ¿Qué? —dijo él, incómodo.
— Nada. Todo. Me preocupan muchas cosas. Pierdo la paciencia a la mínima y eso hace que no sea capaz de concentrarme. Me cansa aprender lento.
— Siendo sincero, nunca me ha hecho falta estar tranquilo. Mis músculos hablan por mí. Si algo no me gusta, ¡bang! Arreo un tortazo y se acabaron los problemas.
Elda puso los ojos en blanco.
— Tienes suerte de que en política sí tenga paciencia o el día en que Irelia y Karma llegaron, hubieras tenido un problema.
El rostro del mestizo se ensombreció. Arrancó unos hierbajos distraídamente y se puso uno en la boca. A falta de palillos... La chica, al verlo cabizbajo no supo qué hacer.
— Estoy casi recuperada, en realidad. —informó, intentando quitarle hierro al asunto—. La magia de tu madre es muy poderosa.
El hombre soltó una carcajada.
— Sí, conozco su magia. Lo que no logra arreglar con ungüentos, lo arregla con las garras.
— ¿En serio?
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Mendacious tales | Sett x OC ✓
Fantasy[Estado: FINALIZADO] Cuando Elda, una noxiana que ha pasado parte de su vida en el mar, llega a Jonia en un barco pirata con la intención de acabar con el reinado del tan aclamado Jefe de la fosa, se da cuenta de que no todo es como lo pintan. ¿Qué...