Capítulo 7

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Elda despertó en un lugar en el que no acostumbraba a estar. Abrió los ojos cuando el sol le llegó de frente y la cegó a través de los párpados y se giró, molesta. El olor a tela y pieles se le metió en la nariz, una fragancia diferente, distinta a la suave seda a la que estaba acostumbrada en una cama. Levantó un poco la mirada, consciente de las vendas que le rodeaban la cabeza, el pecho, el brazo y la pierna afectadas. Como si lo hubiera predicho, la cabeza le bombeó y un dolor agudo le cruzó el cráneo de parte a parte. Tomó consciencia de sus heridas y de la impotencia de apenas lograr moverse, sentía los músculos entumecidos. Aunque le dolía a horrores, empezaba a poder flexionar sus extremidades cuyos nervios, si bien habían sido afectados, no estaban seccionados.

Miró a su alrededor percatándose de dónde estaba. La habitación del "entretenimiento" de Sett era distinta de día que de noche, tomando más vivacidad por la mañana, pareciendo más una habitación común que algo reservado a oscuros e indecentes placeres. Las sábanas le sobraban así que las apartó y acercándose al borde de la gran cama intentó ponerse en pie. Trastabilló, cayendo varias veces hacia atrás antes de encontrar un mínimo de estabilidad.

Escuchaba de lejos el fervor de la batalla varios pisos más abajo, pero nada más. Llegó a la puerta, adolorida, sujetándose en el marco y respirando hondo. Cada paso era un suplicio. El pasillo fue todavía más duro, se le hacía eterno y no se veía más cerca de la puerta contigua.

— Esto es una mierda. —soltó. Si no hubiera sido por el golpe en la cabeza del principio, el combate habría acabado en menos de cinco minutos. De todas formas, en ese caso, su tapadera estaría al descubierto y no tendría otro remedio que huir y abortar misión. ¿Tanto habían desconfiado de ella que se arriesgaron a cometer homicidio indirecto con tal de sacar la verdad a la luz? Debía tener cuidado con la gente de aquellas tierras, eran capaces de hacer lo que fuera necesario.

Por suerte al fin llegó a su destino y dejó de darle a la cabeza cuando escuchó voces.

— ¿Vas a seguir bailando al son de esa gente? Sabes que solo te utilizan.

— ¿Estás segura? —oyó a Sett hablar—. Les proporciono soldados y fondos monetarios que sustenten su lucha. Sin todo esto, no serían nada.

— Y si te quitaran de en medio, tú tampoco. Ya has visto lo fácil que les ha sido casi matar a esa niña y hacerte perder los estribos en el proceso. —Era Mareen, la hermosa mujer de cabellos negros que había conocido el primer día y que jamás volvió a ver hasta ahora. Hubo una pausa tensa.

— ¿Qué te hace pensar que esa criatura me importa lo suficiente como para perder los estribos?

— No sé, ¿quizá que está en la cama donde haces realidad tus más oscuros placeres y no te la has tirado?

— Mareen, por los dioses. —podía ver, casi con total claridad sin verlo, cómo se presionaba el tabique nasal, exasperado—. Está herida. Que quieres, ¿que la deje en el suelo?

Elda no aguantó más. Abrió la pesada puerta no sin dificultad y encaró a los sorprendidos presentes.

— Estás viva. —dijo Mareen, cruzándose de brazos. Sett hizo ademán de levantarse, pero se lo pensó mejor y llamó a la mujer.

— Puedes irte. Tienes una misión que completar.

Moviendo su imponente cuerpo y sus voluptuosas caderas, la mercenaria salió de allí contrariada. Sett suspiró, se levantó y fue hacia la muchacha para cerrar la puerta.

— ¿Cómo te encuentras? —le preguntó.

— ¿Dónde están Irelia y Karma? —lo ignoró—. ¿Cuánto tiempo he estado dormida?

Mendacious tales | Sett x OC ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora