Capítulo 2

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Realmente no se esperaba que hubiera sido tan fácil entrar en la "vida" de aquel hombre bestia. Tenía fama de despiadado y salvaje, utilizando la fuerza bruta contra todo aquel que lo desafiara y sin embargo, le había dejado quedarse esa noche, le dieron comida y un techo en el que resguardarse y por si fuera poco, vendas y ungüentos para la herida. Durmió en el sofá que pese a ser algo estrecho era sorpresivamente cómodo. Mentiría, no obstante, si dijera que había pegado ojo. El crujir de las camas la sobresaltaban y agarraba el puñal que tenía bajo el cojín con tanta fuerza que los nudillos se le ponían blancos. Entre estar en un sitio que no conocía, el peligro que sentía y el no querer dormir por miedo a volver a soñar con el demonio rojo... La ansiedad empezó a despertar en ella.

Elda, cálmate. Estás en medio de una misión. Tienes que hacer sentir orgullosos a tus amigos. Es la única família que tienes.

La única que tienes.

La chica cerró los ojos con fuerza y se abrazó las piernas. Después de terminar la misión, ya no vivirían de allí para allá con el barco. Tendrían un sitio en el que estar. Un lugar al que pertenecer. Con ese pensamiento y bien entrada la madrugada, Elda se durmió, acompañada del suave gorgoteo de los primeros pájaros despiertos.

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— Niña, despierta. —dijo una voz severa. Notaba una presencia cálida sobre su hombro. Poco a poco enfocó la razón de su despertar, un Sett con una expresión indescifrable en el rostro que momentos después se retiró y se dirigió a la puerta—. Hora de irse.

Elda miró por la ventana. El sol empezaba a despuntar por el horizonte emitiendo un suave color anaranjado.

— Aún no ha amanecido. —se restregó la mano por la cara para quitarse las legañas. Bostezó sonoramente.

— Eso no importa. No te quiero a más de un metro de esta casa, así que nos vamos ya.

— ¿No te han dicho que esa no es forma de tratar a una mujer?

Sett se rió con socarronería.

— No veo ninguna mujer por aquí.

— ¡Serás...! –se puso en pie, poniendo especial cuidado en no hacerse daño—. Para tu información, ¡dentro de poco cumpliré dieciocho!

— ¡Vaaaya! —dijo, fingiendo asombro—. ¡Eres toda una mujer adulta e independiente!

Elda hizo chasquear los dientes, pero no dijo nada. No quería complicar la situación ni demorar más el viaje. A medio camino, como estaba previsto, los asaltarían unos bandidos. Lo que Sett no sabría era que esos maleantes estaban compinchados con su protegida, quien aprovecharía al ver que el mestizo bajaba la guardia para apuñalarlo por la espalda. Un plan sin agujeros, sin dudas. O eso creía ella.

Cuando por fin se pusieron en marcha, la madre de Sett había hecho un pequeño aperitivo para los dos: a Elda, frutas silvestres y un trozo de pan con queso y para su hijo, un pedazo de carne y diferentes clases de verduras hervidas. Era lógico pensar que la mujer sabía las preferencias de su vástago, y aunque la verdura no le hacía gracia, no protestó. La joven vislumbró, sin embargo, el desencanto en la cara del mestizo. Se subió al caballo, que había recuperado las fuerzas del descanso nocturno y los 3 empezaron su viaje a la bulliciosa ciudad.

Si dijera que el trayecto estaba siendo llevadero, mentiría. El silencio podía cortarse con un cuchillo. La tensión entre los dos era palpable, tanto, que nada más llegar al borde del bosque Elda resopló.

— No te morirás por darme un poco de conversación, ¿verdad?

Sett, que iba caminando por delante se detuvo y giró la cabeza.

Mendacious tales | Sett x OC ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora