¿Te gustaria saber a que huelo yo?

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- ¿Que me quieres explicar? ¿Por que te acostaste como con 10 personas estando conmigo?

- Yo se que no es justificacion, pero... tengo un problema, al parecer grave, fui a donde un psicologo y me diacnostico un transtorno que es la adiccion al sexo, de hecho acabo de venir de ahi y el lunes empiezo el tratamiento, me dio pastillas para calmar mis hormonas. No quiero causar lastima ni justificar lo que hice, solo que me di cuenta que eres la persona mas increible que he tenido en mi vida y no quiero perderte para siempre, me arrepiento mucho lo que hice, en serio... espero que me entiendas y que podamos ser amigos.

- Wow, Angie lo que me dices es.... me dejaste sin palabras y tengo que confesarte que lo que me hiciste me dolio demasiado, no es facil de perdonar pero eres una persona importante para mi y dicho eso si tu me permites ayudar con tu transtorno con gusto lo hare, y poder ser grandes amigos. 

- Claro que si, eso me haria muy feliz.

Nos abrazamos por unos minutos, me di cuenta que lo extrañaba mucho, sus abrazos son unicos.

Narrador 

Angie empezo el tratamiento y Rolando estuvo con ella todo el tiempo, se queda en casa de ella, le daba sus pastillas, estuvo al pendiente en todo.

Al pasar las semanas, Alam le dice a los dos jovenes que tienen que hacer una prueba para ver si el tratamiento estaba funcionando, asi que les dijo que tenian quea ir a un burdel, claramente Rolando y Angie se impactaron con tal noticia, pero entendieron el porque de ir.

Rolando estuvo pensando mucho sobre Angie y el, y se dio cuenta que el la ama y que el engaño, no era del todo culpa de ella, asi que tenia pensado decirle lo que siente.

*En la noche*

- Bueno chicos, llegamos - Dijo Adam frenando el coche enfrente de aquel burdel.

- ¿Estas seguro que esto es necesario? -  Pregunto Angie sin quitar la vista de las luces que tenia el lugar.

- Completamente seguro, necesito que en cada momento me digas como te siente, si quieres tener sexo con alguien, o sientes algo - Contesta Adam mirando a Angie.

- Si tienes ganas me dices y yo te las quito - Dice Rolando haciendo una cara picara.

Los tres rieron y se bajaron del auto, entraron y Angie solo miraba el lugar, nunca habia ido a uno, encambio Rolando y Adam si, entonces no era nada nuevo.

Los tres jovenes se fueron a sentar en una mesa donde llego una chica muy sexy a decirles si querian un baile, ellos se negaron.

- Angie, ¿Como te sientes? ¿Sientes algo extraño? - Pregunta Adam.

- No, la verdad no siento nada, ni exitacion, ni nada - Contesta Angie emocionada.

- Esoooo, vamos bien - Celebra Rolando levantando las dos palamas para chocar las cinco con Adam y Angie.

Estuvieron bebiendo y celebrando por el logro y en eso se acercan un chico y una chica, se empiezan a hablar y empizan a tomar con ellos. Angie y la chica cullo nombre era Angelina se calleron muy bien.

- Voy para el baño, ¿me acompañas? - Dice Angie parandose del asiento.

- Claro - Dice Angelina agarrando su bolso.

Rolando se encontraba afuera en una llamada y Adam estaba en la barra hablando con el chico que acompañaba a Angelina, entonces no se dieron cuenta de que Angie se habia ido con Angelina.

Angie y Angelina llegaron al baño, luego de abrir la cerradura, la chica la invitó a entrar, ya dentro volvió a cerrar. El lugar no era lo que esperaba, se trataba de un medio baño como el de cualquier casa, con un sanitario, un lavabo y un amplio espejo.

—Adelante, haz lo tuyo... —Le dijo la chica a Angie, entretenida ante el espejo, retocando su discreto maquillaje.

Algo turbada, Angie deslizó sus pantis hasta las rodillas y se sentó a orinar.

—¿Entonces era cierto que necesitabas orinar?

—¿Por qué no iba a serlo?

—Tal vez, porque cuando me invitan al baño no es necesariamente para eso... —Dijo la chica, girando su cuerpo, recargando su trasero en el lavabo, mirándola fijamente mientras se escuchaba el chorro caer.

Se miraban fija, intensamente. Angie ya había terminado, pero no se atrevía a levantarse. Tímidamente, cortó un trozo de papel higiénico, lo dobló sin atinar de bien a bien qué hacer con él. La chica dio algunos pasos, contoneándose, con lentitud pasmosa. Se acuclilló, le quitó el papel de las manos y se estremeció cuando aquella mano ajena se internó bajo la falda de Angie, acomidiéndose a limpiar su vagina. Terminada la tarea, poso sus manos en sus muslos, en la suavidad de su pálida piel y en la firmeza de sus carnes. Cuando esas manos alcanzaron sus rodillas, tomaron sus pantaletas y las deslizaron mientras acariciaban sus pantorrillas.

La chica llevó las pantaletas a su nariz y aspiró profundamente.

—¡Qué bien hueles!

Angie permanecía quieta, sin atreverse a mover un solo músculo. La chica se puso de pie, comenzó a desabrochar su ajustado pantalón de mezclilla, bajó el cierre y deslizó su prenda hacia abajo. Angie pasó saliva al ver aquellos ensortijados rizos castaños que saltaban a la vista.

—¿Te gustaría saber a qué huelo yo?, ¿o preferirías comprobar mi sabor?

Angie la tomó por asalto, con ansiedad creciente tomó la prenda por la parte superior y la deslizo con desesperación. Hundió su cara en aquella húmeda entrepierna que se le ofrecía tentadora. La olió, la lamió, la besó, la chupó, la mordió, la devoró entera, por dentro y por fuera con frenética pasión. La chica temía resultar herida, pues la fuerza con la que se sentía succionada, le hacía temer que le desprendería algún órgano interno o cuanto menos le provocaría alguna hemorragia. Pero luego, esa larga lengua la acariciaba con tal dulzura que le resultaba un placer enloquecedor. En menor tiempo del que creyó, ya se sujetaba a la cabeza de Angie para no derrumbarse, porque sus piernas temblaban, viendo la llegada de un orgasmo sin fin. Porque aquellos labios y aquella lengua no parecían entender razones, estaban fuera de sí, llevándola una y otra vez hasta un infinito placer.

—¡Ya, ya!... ¡Me vas a matar, mujer; detente ya, por lo que más quieras! —Gritaba Angelina, acumulando todas sus fuerzas para escaparse del dulce tormento al que estaba siendo sometida.

Angie respiraba ansiosa, tratando de recuperar la cordura, con sus manos en el aire, ahora vacías, pero Angie escucha la puerta abrirce, al voltear ve a Rolando mirando fijamente lo que estaba sucediendo.

- No lo puedo creer...

Adictos al sexo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora