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Margareth Schwarz observaba las rosas de su enorme jardín en tranquilidad hasta que una pequeña chica de cabellos blancos corría en su dirección.
—Abuela, ya no lo soporto. —Se quejó una Alice de cinco años. —¡Quiero jugar! No quiero a mas personas a mi alrededor, siempre están hablando mal de mi, que si mi comportamiento es correcto, si mis modales son los adecuados...¡Ya no puedo!
La lengua de los nobles siempre es afilada, si no tienes un corazón fuerte y la suficiente astucia para enfrentarlos. La palabras pueden cortar más que un cuchillo.
La mayor le sonrió a su nieta. —Tienes que soportarlo Alice, tendrás que hacerlo.
—¿Por qué...? —Preguntó. —¿Por qué no puedo ser alguien normal? Odio este cabello y odio estos ojos...
—Tu cabello es muy lindo, mira tenemos el mismo. —Dijo señalando su cabello largo.
—¿Y qué hay de mis ojos?
—¿Acaso quieres los mismos cumplidos que recibes siempre? —La pequeña se sonrojó y desvió la mirada.
—N-No. —Margareth se rio y sonrió para calmar a su nieta quien ahora, gracias a sus ojos tenía un futuro ya arreglado.
—Yo solo quiero ser normal. —Bajó la mirada. —Es tan sofocante escuchar a todos decir que tengo un futuro por delante, ni siquiera me han preguntado si a mi me gustará, y y-yo...
La voz de Alice se entrecortó al recordar las palabras crueles que muchas mujeres decían de su apariencia.
—Nunca lo olvides Alice. —Margareth se agachó y la tomó por los hombros. —Nunca permitas que alguien te vea débil, no puedes llorar.
—¿Eh? Pero...—Dijo aún entre lágrimas.
—Siempre sonríe aún cuando no puedas soportar el dolor, una sonrisa siempre esconderá todo. —En su momento Alice no entendía la importancia de ese consejo de su abuela, quien siempre mantenía una sonrisa.—Y si te siguen molestando, solo ignóralos, hay muchas cosas más importantes que las conversaciones de un noble.
La pequeña Alice le devolvió la sonrisa a su abuela y asintió mientras limpiando los restos de sus lágrimas.
¿Por qué este recuerdo viene tan de repente a mi mente?
Se preguntó Alice mirando a los de la Legion de reconocimiento entrenando. Tal vez es porque el sol brillaba igual que aquel día, pensó con su mirada en el cielo.
Una sonrisa para ocultar tu dolor, ocultar todo...
Su mirada entonces se cruzó con la de Levi en el otro lado del campo y ella sonrió de verdad al ver su expresión de neutralidad.
