Un Día Como Cualquier Otro Día, ¿O No?

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Cuando Valentina se despertó esa mañana no notó nada raro, peculiar o diferente en el ambiente, no sintió nada en su ser que le hiciera pensar que este fuera un día especial, se levantó de la cama como otras veces, como cada día de los últimos meses, sin ninguna emoción lo suficientemente intensa para sentir que estaba realmente viva. Se sentía anestesiada, ausente, en algún momento en el pasado reciente necesito la insensibilización como mecanismo de defensa, una forma de protegerse de la intensidad con que sentía todas las cosas, tanto las buenas como las malas y en los últimos meses, antes de su retraimiento, solo había tenido experiencias malas, dolorosas, incluso trágicas ¿Qué pasó? ¿Cuál catastrófico acontecimiento la llevó a tal estado de apatía? La verdad es que si le preguntáramos a Valentina diría que fue un poco de todo, "la vida" pasó la vida, de alguna manera se negaba a darle a sus experiencias el valor y magnitud que realmente tenían, se empeñaba en no darle la importancia que realmente tenía al hecho de haber perdido a su padre a una edad relativamente temprana, de una forma tan abrupta. Se decía, con afán de convencerse a sí misma, de que por lo menos lo había conocido y lo había disfrutado muchos buenos años con ella, llenándola de amor, quería convencerse de que eso era suficiente, la verdad es que no lo era y le dolía, le dolía tanto que, como te decía, prefirió aislarse de ese dolor. Odiaba la forma en que murió, odiaba la maldita mala fortuna de que él estuviera en el lugar equivocado en el momento equivocado, odiaba al destino, odiaba sentirse huérfana, odiaba sentirse desvalida, quería ser fuerte, quería ser dura, --no es tan terrible Valentina-- se decía a sí misma --otras personas realmente sufren, otras personas nunca conocieron a sus padres o los perdieron siendo niños, no es tan terrible, no deberías sentirte así, no tienes derecho de sentirte así, así es la vida-- y realmente quería creerlo.

Pero en su afán por no sentir lo malo, se perdió de lo bueno, de las alegrías, de la relajante sensación del pasto fresco en sus pies descalzos, del placer maravilloso de acariciar otra piel, y aunque no estaba sola, es decir, tenía a su novio, se sentía vacía, sumergida en esa relación de años, por costumbre, por comodidad, cumplía el mínimo indispensable para seguir unida a su pareja pero ya no había amor, si es que alguna vez lo hubo, no había pasión, no sentía lo que se debe de sentir para considerarse en una relación sana y feliz. En resumen, ella no encontraba nada mágico o sublime en el hecho de estar viva, a pesar de que si nos ponemos a pensar, "la vida" es realmente un milagro maravilloso, pero debemos saber que desgraciadamente para algunas personas ese milagro es muy difícil de apreciar sobre todo cuando, ya ésta, les ha dado momentos tan amargos.

Lo que Valentina no sabía es que éste definitivamente no sería un día "normal" y que independientemente de que ella no pudiera apreciarlo inmediatamente las ruedas de aquello que llamamos destino ya estaban en movimiento y en perfecta sincronía para enfrentarla directamente con quien cambiaría su forma de ver el mundo.

Tomó su café negro y bien cargado y luego de un frugal desayuno se dirigió a su estudio, como tenía ya tiempo pasándole, en realidad, no se sentía con la "inspiración" suficiente para volcarse en su arte, pero ir ahí era mejor que quedarse en casa a no hacer nada, pensó que sumergirse en una rutina era suficiente para no dejarse envolver por la desesperanza y que pintar unos cuantos trazos mecánicos en el lienzo era lo mejor, cualquier cosa antes de escuchar el silencio, cualquier cosa antes de sentir su dolor, pequeños pasos calculados, una obra más sin mucho corazón, pero adecuado para mantenerse presente, lejos estaban esas obras llenas de pasión que le dieron fama, encontró una fórmula y se apegaba a ella, pagaba las cuentas.

Trabajó concienzudamente hasta medio día y decidió que era un buen momento para tomar un descanso, no tenía mucha hambre pero sabía que el cuerpo necesita combustible, miró su cuadro, rayas rectas y curvas perfectamente planificadas, colores brillantes y contundentes, simétrico o casi simétrico, armónico. Hizo una mueca y se encogió de hombros, lanzó un suspiro sonoro, cerró sus botes de pintura y le dedicó unos minutos a enjuagar su pincel, se lavó las manos y se dirigió hacia la puerta. Antes de salir dio otro vistazo por el salón, lienzos apilados en las paredes, en diferentes estados de terminación, algunos completamente acabados otros simples bosquejos, recordó algún consejo de su padre, "procura el orden Valentina, un espacio limpio y ordenado es mejor para trabajar" pero hacia mucho que no sentía deseo de ordenar su área de trabajo, supuso que esa era una clara señal de que se estaba perdiendo poco a poco en ese sentimiento abrumador de que nada tenía sentido realmente...

El Color De Tus BesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora