Pequeños Placeres

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A la mañana siguiente, Valentina despertó minutos antes de que sonara su despertador, se dio cuenta que la noche anterior había dormido más horas y más profundamente de lo que había hecho en meses, últimamente tardaba mucho en ir a la cama, casi siempre cuando ya era de madrugada para pasar sus noches en un sueño inquieto, regularmente se sentía por la mañana más cansada de lo que estaba antes de ir a dormir, cada día por la mañana se retaba a sí misma por desvelarse tanto y se hacía una débil promesa de intentar acostarse más temprano, pero por una u otra razón, nunca lo hacía, lo más frustrante de todo esto era que ni siquiera aprovechaba las noches de desvelo para hacer algo productivo, se quedaba largas y melancólicas horas sentada en la terraza, a veces fumando, otras con alguna copa de cualquier bebida fuerte, pero ya no se emborrachaba, había aprendido con los años, que el alcohol sólo resaltaba sus rasgos melancólicos y más triste se ponía, cuando era más joven y salía de fiesta con sus amigos de la universidad se dio cuenta que no se convertía en una buena compañía y por eso ellos terminaban evitándola, tal vez, al principio de la fiesta se desinhibía y se sentía divertida, pero mientras más copas agregaba a su sistema, un lado cáustico y autodestructivo, completamente extraño en ella, afloraba, cuando eso pasaba sus compañeros de parranda ya estaban tan borrachos que no notaban esos rasgos destructivos y si los notaban, simplemente la ignoraban o se alejaban de ella, no era una bonita sensación y menos a la mañana siguiente con una resaca de muerte. Por lo tanto, ahora que la estupidez de la adolescencia tardía por fin la había abandonado, procuraba ser moderada en lo que bebía. Cuando el trágico accidente en el que murió su padre ocurrió, Valentina se vio muy tentada en dejarse arrastrar por el alcohol, en un intento desesperado por anestesiarse, pero pronto se dio cuenta que eso no estaba funcionando y cambió el descontrol de sus emociones que la bebida producía, por una férrea y disciplinada racionalización de todo. El precio que tuvo que pagar fue perder sistemáticamente su capacidad de sentir. No era un trueque justo, pero era mejor que nada. Así pasaba sus noches, pensando en la oscuridad, nunca llegó a ninguna conclusión satisfactoria ni encontró consuelo y si ganó un permanente estado de alerta y la incapacidad de sentirse descansada por la mañana.

Por eso se sintió muy extraña cuando despertó ese día, luego de llegar de su estudio por la tarde, se preparó una merienda ligera y se recostó en la cama, antes de darse cuenta, ya estaba dormida y no despertó hasta la mañana siguiente, todavía tenía la ropa puesta, pantalón vaquero azul claro y una camiseta holgada, y el ligero maquillaje que llevaba durante el día. Se estiró en la cama, tomó su celular y desactivo la alarma que sonaría en 15 minutos, a las 7, suspiró cerrando los ojos tratando de recordar si había soñado algo, no le quedó nada en claro, eso era usual, casi nunca recordaba lo que soñaba, ni siquiera cuando despertaba en la madrugada agitada por algún terror nocturno, sabía que había tenido una pesadilla que la había hecho despertar en alerta y con el corazón palpitando salvajemente en su pecho, pero nunca lograba recordar exactamente de qué iba. Decidió levantarse de una vez y fue directo a tomar un buen baño, se tomó su tiempo, primero removió su maquillaje y luego se desnudó, quedándose un momento observando su figura en el espejo de cuerpo completo, nada en su cuerpo develaba la fragilidad que sentía en sus emociones, era delgada, un poco demasiado delgada, pero no se veía frágil, era simplemente su complexión, y tenía una figura hermosa y ella era consciente de eso, pero pensarlo no le generaba ninguna satisfacción, por fin se metió a bañar, manteniéndose algunos minutos de más con su cuerpo bajo el chorro de agua caliente.

Dándose cuenta de que su rutina ya había sido alterada, debido a su inusual noche, pensó que era buena idea ir más temprano al estudio, y mientras se dirigía ahí, pensó que podía pasarse por el café al que había acudido el día anterior, para probar alguno de los suculentos postres que había visto en el mostrador a medio día, y también pensó probar algo de su café gourmet, —un buen latte suena bien— se dijo.

El Color De Tus BesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora