Capítulo 4.

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En todo el día no hice nada más que limpiar mi departamento, para no terminar tirada toda la jornada comiendo un pote de helado, decido hacer algo de limpieza. En eso Tom seguramente tiene esa experiencia de descifrar lo que hacen las mujeres, o tal vez tuvo tantas novias que necesita manos extras para contarlas.

Tengo el cabello atado en una cola de caballo y una bandana oscura para evitar que mis cabellos invadan mi polvoriento rostro. Llevo un jardinero de jean y una remera blanca con rayas negras, sostengo una caja con varios libros viejos que leí en la primaria.

Me dirijo con ellos para guardarlos en el armario de mi cuarto, cuando atravieso el pasillo, llamaron al speaker.

Dejo la caja sobre la cama y corro a descolgar.

— ¿Quién es? —Digo casi gritando.

—Tengo un mensaje y un paquete para el piso 4D. —Es la voz masculina de alguien.

—Está bien, en un momento bajo.

 Bufo y tomo las llaves. Salgo disparando, ya que esos “entrega correos” se marchan rápido si no los recibes pronto. Me subo al ascensor y desciendo los cuatro pisos, cuando me estoy por dirigir a la puerta, veo que hay un tipo de espaldas. Frunzo el ceño, no veo que lleva el uniforme correspondiente.

Me vale poco, abro la puerta y tres personas se giran a verme.
El que está frente a mí, no es nadie más ni nadie menos, que el tipo de cabello rubio que había visto el día anterior en la cafetería, ahora puedo verlo más de cerca y usa gafas oscuras.

No entiendo lo que está sucediendo, pero la respuesta viene segundos después, cuando veo a Tom con sus lentes negros. Mierda, no quiero que me vea en estas fachas.

—Bueno, a juzgar por tu ropa. —Se quita las gafas el segundo tipo. —Parece que tenías razón Nick. 

El que está adelante le dio el paso a Tom, al parecer su segundo nombre es ese.

—Lamento venir sin avisar. —Se disculpa.

—Me avisaste, pero dijiste que iba a ser a las ocho —Le digo en susurros, la vergüenza de estar en estas fachas me pone más de la mierda.

—En estos momentos son las ocho de la noche en Europa —Habla una tercera persona, esta es la voz de una chica.

No la había notado en todo lo que lleva en la entrada del edificio. Tiene el cabello alisado, y es alta como el tipo que estaba frente a mí.

—Oh, Little Girl —Entona una armoniosa melodía en su voz. Me hace estremecer. —Ella es Nathallie.

La chica aparta al de las gafas, casi empujándolo, y me sonríe. Extiende su mano hacia mí. Dudo en estrecharla un momento pero al final lo hago.

—Mucho gusto —Dice en un tono alegre.

Yo asiento. Al separarnos, el tipo la toma del brazo y la atrae hacía él, ahora esto me confunde más. Los dos empezaron a discutir, tal vez es por el empujón que ella le había dado, o por otro tema, no lo sé.

— ¿Estás lista? —Pregunta Tom sacándome del análisis de las otras personas.

—Ah… —Balbuceo. No me había dado cuenta de la intensidad de sus ojos que me observan con detenimiento. No sé qué decir ante esa mirada, es como estar en una sauna, me evapora con cada segundo transcurrido.

—Tengo que cambiarme —Miro a la pareja, que cada vez hablan más fuerte.

Tom gira a verlos y vuelve a mirarme. —Estarán así un rato, creo que mejor te acompaño arriba.

No digo nada, vuelvo a abrir la puerta y dejo que él ingrese. Al hacerlo, camino despacio hacia el ascensor, él viene detrás. Toco el botón para poder ingresar en el cubículo y cuando giro a ver para que entre, él está mirando mi trasero.

No es que me moleste, claro, es hombre, pero puede ser más disimulado.

—Mira culos, mejor entra o morirás de un paro cardiaco si subes esas escaleras del infierno.

Dicho esto, él se ríe y los dos entramos. Cierro la puerta y aprieto el botón número cuatro.

Ahora creo que el silencio es más incomodo que nunca, sobre todo porque había visto cómo mira mi trasero. Es necesario ese silencio, es mejor no pedir disculpas ni hacer un comentario con respecto a eso. La llegada al piso se hizo larga y yo casi corriendo voy a abrir mi departamento, cuando entramos, no tuve la más mínima timidez por enseñarle mi manera de vivir a alguien a quien apenas conozco.

—Haz lo que quieras, yo voy a darme una ducha rápida y regreso.

Me suelto el cabello a medida que me dirijo a mi cuarto para tomar lo necesario e ir a darme una ducha.

Volando entro al baño, me saco todo, me meto desnuda y abro el grifo de agua fría, luego lo nivelo con el agua caliente.

— ¿Cómo se prende el televisor?

Pego el grito y me oculto tras la cortina, asomo mi cara mojada y veo que Tom está mirándose en el espejo, se da la vuelta y hacemos contacto visual.

— ¿¡Qué mierda haces aquí!? —Frunzo las cejas.

—No sé cómo se enciende el televisor.

Pongo mi mejor cara de culo, la seleccionada por los expertos en cara de culo. No puede hablar en serio, esto debe ser una broma. ¿Cómo es que alguien pida las indicaciones para encender ese aparato? Podría haberse buscado una excusa mejor.

— ¿Acaso eres idiota? ¡Vete! —Retomo mi trabajo, pero no escucho que Tom diga algo. Cuando vuelvo a asomarme, él ya no está ahí. Menos mal que no es insistente.

Salgo del baño ya cambiada, por supuesto, porque si sucede algo similar a lo que pasó hace momentos prefiero cambiarme en medio del vapor.

Tom está desparramado por todo el sofá.

— ¿Estás cómodo? —Pongo mis manos en la cintura. Le miro seria.

—Podría acostumbrarme a esto. —Se levanta y viene hacía mi —También podría acostumbrarme a ti.

Me echo a reír y me alejo de él, voy por mi bolso.

—Deja esas mierdas cursis para alguien que le importe. —Lo miro cuando tengo mi bolso en mano. Él se pone serio.

—Si rechazarme tú quieres, aguantarme primero debes —Dice canturreando, sonríe como un idiota, porque eso es, porque actuaba como tal. Yo enarco una ceja.

— ¿En verdad estas bien, cariño? —Le pregunto con un tono de zorra.

—Si me das un beso lo estaré —Se burla. Pongo los ojos en blanco y me dispongo a salir del departamento, Tom me sigue. Hacemos el mismo recorrido y en cuanto estamos afuera, vemos que la pareja está apoyada en el capot del auto, un tanto acaramelados.

—Vámonos —Le interrumpe mi acompañante, los dos me miran e ingresan en el vehículo.

Voy a abrir la puerta, pero Tom me gana de antemano, la abre y me sonríe. Tienen que pagarle por sonreír tanto, no sé cómo no le duele la cara de tanto hacerlo.

Le agradezco y se desliza en el asiento de atrás conmigo. Arranca el auto y no sé a dónde me van a llevar.

Espero no arrepentirme. 

Our bastard secret [Tom Kaulitz - 1° y 2° Temp.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora