Capítulo 19.

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—Bien. —Acoto y tomo unas papas fritas para llevarlo a mi boca. Los mastico con ansias, luego tomo una servilleta y me limpio las manos.

—Little girl. —habla Tom y yo alzo las cejas sin mirarle a modo de respuesta. — ¿Qué te parece si hacemos una terapia de parejas?

Detengo mi proceso de masticación y le miro de forma indefinida. Pero luego mis cejas se fruncen y hago una mueca que luce horrible en mí.

— ¿De qué hablas? —pregunto confundida.

Veo que él se ríe, tal vez entendiendo que yo no comprendo nada de lo que sea que está pensando hacer. Tomo la bebida y le doy un sorbo, tengo que hacer pasar la comida o si no voy a atragantarme.

—Digo, como nos llevamos mal —ladea la cabeza. —Creo que es mejor hacer este tipo de terapias que sirven. Tú dices lo que te agrada y detestas de mí, y yo digo lo que me agrada y detesto de ti. Supongo que así nos sentiremos más aliviados y podremos trabajar mejor esta noche.

Dudo en aceptarlo al principio porque no sé qué decirle en esos dos casos. Puedo decir que hasta odio su presencia, pero él a la larga me va a mandar a la mierda en su defensa.

—Está bien —Digo por fin. —Pero tú comienzas primero.

Él asiente, deja a un lado la mitad de su hamburguesa, golpea sus manos una con la otra y luego se limpia con una servilleta la comisura de sus labios. Le da un largo sorbo a su bebida y aclara su garganta.

Apoya ambos brazos sobre la mesa, y se inclina un poco para observarme más de cerca. Yo le hablo.

— ¿Qué haces? —me río.

—Para poder concentrarte, debes mirar a los ojos de forma directa, y así, las cosas se dirán por sí solas.

Asiento lentamente, bajo mis brazos y los coloco por debajo de la mesa. Dejo que él me mire aunque por dentro me estoy poniendo un poco nerviosa. Dura unos segundos hasta que abre la boca.

—Lo que detesto —Sabía que iba a empezar por lo malo. —Es que seas testaruda, a veces siento que el período nunca se te va y te pones en papel irritante.

Apreto mis labios, no sé si quiero reírme o insultarle, pero debo contenerme de hacerlo, no quiero iniciar otra jodida discusión esta noche.

—Eres necia, discutes sin ni siquiera aclarar muy bien tus argumentos. No admites que te pones algo así como celosa cuando yo ando con una chica, te comportas patético, como una quinceañera. Detesto que me hayas dejado pasar a tu casa aquella noche de tormenta y que solo tomáramos vino como dos borrachos, cuando podríamos haber hecho otra cosa. También detesto cuando hablas con el imbécil de Alexander, ¡Por dios!, que te hable en la noche cuando estas a punto de dormir, y no cuando estamos en medio de una reunión o en medio de un trabajo. —hace una pausa, nunca deja de mirarme a los ojos, yo hago el intento de sonreír pero me contengo de hacerlo. —Pero creo, creo, que lo que más detesto de ti, es que te me quedes viendo, que me mires como lo haces ahora, que lo hagas de reojo. Lo detesto.

Dicho eso, sonríe. No sé si lo hace para molestarme, o en serio le quiere agregar algo de humor a todo lo malo que ve en mí. No me siento ofendida o algo por el estilo, está bien que personas denominen tus defectos para así saber lo que otros piensan de ti, y no solo tú misma puedes juzgar.

— ¿Y lo que te agrada? —sigo con la terapia, esa idea absurda suya.

Él toma aire, junta sus manos entrelazándolas entre sí y continúa.

—Me agrada que seas violenta, el simple hecho de que no te muestres indefensa o inocente me agrada en absoluto. Eres graciosa en ocasiones, te ríes de la desgracia de los demás, eres una persona malvada en eso pero me gusta. Me agradó verte con ese vestido azul, en realidad con todos los vestidos que tuviste que usar para impresionar, ojalá pudiera haber estado en la piel de todos esos hombres solo para poder contemplarte más de cerca.

Our bastard secret [Tom Kaulitz - 1° y 2° Temp.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora