Capítulo 1

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— ¡Apúrate idiota! —Escucho a Nathallie gritarme desde la puerta. Me he quedado parado como un maldito unos centímetros antes de la salida. Avanzo de manera rápida y me dirijo hacía el vehículo. Nos adentramos y cuando estamos listos, enciendo la radio y emprendo el viaje para el depósito.

—Saca esa jodida música. —Masculla mi cuñada.

—No. —Le corto enseguida. —Es mi auto, y estas son mis reglas: número uno, nadie me pide a mí apagar la radio; número dos, las dos se callan porque quiero llegar relajado; y número tres...

—Cállate tú, que Little girl me está llamando.

Al decir eso, literalmente volteo mi cabeza en un giro de noventa grados, al estilo exorcista. Las dos mujeres ponen atención al aparato y yo freno despacio para corroborar que sea ella. Bajo el volumen de la radio a un tres.

—Ahora puedo hablar. —Comenta Bridget al teléfono, se quedan unos segundos hablando. Yo vuelvo mis ojos al volante e intento relajarme. Siento la mirada de Nathallie a mi lado y cuando viro para verificarlo, lo sigue haciendo.

— ¿Por qué esa actitud de repente? —Me pregunta. — No me digas que pasó algo bastante grande mientras no estuve.

—Silencio. —Nos regaña Bridget. Yo niego con la cabeza y continúo observando hacia adelante.

Me relajo en el asiento exhalando el aire, intento poner atención a lo que Bridget parlotea con su mejor amiga de toda la vida. Me contengo de arrancarle el teléfono y preguntarle si se encuentra bien, qué fue de su vida en estas dos semanas, pero hay una posibilidad de que me corte la comunicación o se haga la idiota.

—Listo Tom, puedes arrancar. —Bridget se ríe.

— ¿Qué te dijo? —Le pregunto a medida que vuelvo a retomar la velocidad.

—Qué te importa. —Dice de adrede. —Nathallie, ella te manda saludos.

La otra asiente y yo enarco las cejas. ¿Acaso me está evitando? De cualquier manera lo voy a saber cuando todos nos encontremos en la sala de reuniones del depósito.

Como un niño impaciente por abrir los regalos de Navidad, salgo del vehículo y caminamos hasta ingresar al depósito. Mucha gente camina de un lado a otro, y siento que algo ha cambiado el lugar. Se ve diferente.

—Es pintura nueva, y le pusieron placas a las puertas. —Me dice una chica que se sitúa a mi lado.

La observo y ella me sonríe. Me mira de arriba hacia abajo sin dejar de mostrarse como una perra en celo. No puedo quejarme de ello tampoco, siempre termino llevándome una al asiento trasero de un auto, al sofá, o a sus camas. Está en mi naturaleza hacer ese tipo de cosas, vamos, soy hombre, tengo necesidades.

—Señores, es hora de la reunión. —Pasa Nathallie, atrás de ella va Bridget como si fuera una mascota que sigue a su dueño.

Le cedo el paso para que la nueva chica caminara primero y ella lo acepta sonriendo. Camina delante de mí moviendo su trasero de un lado a otro, como si fuera la cola de una yegua, aunque ella lo es.

Nos dirigimos a la puerta ocho, en la cual yace una placa enchapada en oro con letras oscuras que dice claramente Sala de Reuniones. Algunos que ya conozco se acercan y nos saludamos como si fuéramos compañeros de salón de clases, como si todos regresamos del campamento de verano y nos volvemos a encontrar.

Ingresamos calmados, por supuesto yo tengo la prioridad de sentarme al lado de mi queridísimo hermano solo por tener la misma sangre. Nos saludamos fríamente, con él mucho no hablé en estas vacaciones pero no fue porque no quería, si no porque sinceramente no toqué el teléfono para nada; solo quería concentrarme en las posibilidades de las centenares de respuestas que Little girl podría haberme dado cuando le dije, en pocas palabras, lo que siento en mi interior.

Our bastard secret [Tom Kaulitz - 1° y 2° Temp.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora