Capítulo 2.

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Tom se está comportando muy amable conmigo, de pronto siento que tal vez estoy abusando de su bondad. Echo un suspiro intentando calmar mis principios y fijando la idea, tengo que estar bien segura para aceptar ese empleo que todavía no me queda en claro de qué se trata.

—Creo que debería pensar bien lo de tu propuesta. —Siento que me acobardo, y así es, es que yo siempre agarro la confianza a la primera y luego me arrepiento. Así soy.

Él se queda pensativo durante unos segundos, yo le miro. No muestra alguna facción fruncida, ni tampoco veo una expresión de enfado o algo parecido.

—Por supuesto. —Me observa, mostrándome una de sus tantas sonrisas. —Tomate tu tiempo, puedes pensarlo cuanto desees.

Me impresiona un poco el que no se enojara conmigo, normalmente cuando necesitas personas para un trabajo quieren meterte el empleo por el culo para tenerlo asegurado y que no se te escape.

Observo mi móvil de forma disimulada, y había pasado como dos horas desde que me habían despedido, en este momento debo estar sirviendo café, como las chicas que están detrás del mostrador en este momento.
Bajo la mirada, apenándome, no debo llorar por perder el trabajo, pero quiero hacerlo, necesito hacerlo.

Me trago esta puta sensación de mariconear frente al público y echo un largo suspiro.

— ¿Te encuentras bien? —Escucho su voz, suena preocupado. Yo muevo  la cabeza, y aprieto mis labios.

Me quedo en silencio observando como el vapor del café sale de la superficie y se mezcla con el oxígeno del entorno. Siento que tengo la mirada perdida, que no sé en qué pensar, vuelvo a suspirar y cierro los ojos un momento. Cuando los abro, por instinto, volteo a un costado encontrándome con que Tom ya no está frente a mí sino a mi lado.

—Lo siento, en verdad fui un idiota. —Yo solo le escucho, escucho como se siente tan apenado por hacerme perder el empleo, qué idiota. —Pero veras que con el empleo que voy a darte, vas a poder salir adelante.

—Tengo que pensarlo. —Digo en susurros.

Siento que él exhala el aire, pero no puedo decir si es por culpa o por molestia a que yo no me decido.

Él se pone de pie, y es ahí que lo miro.

—Mira, te dejaré mi número.

Saca su billetera, y qué billetera. Está repleta de dinero y quién sabe qué otras tarjetas más. Toma un papel plastificado y me lo tiende. Se trata de una tarjeta.

—En cuánto estés decidida puedes llamarme, y si necesitas algo, también llámame.

Miro la credencial, dice: Tom Kaulitz, en letra imprenta, Servicios oscuros, en cursiva. ¿Qué demonios es servicios oscuros? Lo giro y veo su número de teléfono. Levanto mi vista hacia él.

Él me da una sonrisa, una que puedo detectar al instante: cinismo.
Trago saliva, él deposita sobre la mesa unos cuantos billetes para pagar el café, se retira haciendo reverencia, asiente con la cabeza como si estuviéramos en la época de la revolución francesa. Luego de eso se retira sin decirme nada, veo como se marcha, como se aleja de mí. Abre la puerta y me lanza una mirada, luego se marcha de mi vida. Yo me quedo inmóvil, mirando en la dirección en la que se fue, intento analizar aquel gesto y la intensidad de sus ojos en el último momento.

El tipo que había ingresado un rato después, el de cabello dorado, se pone de pie y me mira mientras camina hacia la salida. Yo estoy aturdida, esos ojos de color miel, similares a los de Tom, me observan con tanta intensidad que parece que me queman. Sale y no lo vuelvo a ver más.

Our bastard secret [Tom Kaulitz - 1° y 2° Temp.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora