Capítulo 7.

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El ruido de las copas al chocar resuena en el restaurante, unas risas juguetonas se hacen presentes luego del brindis. El señor Quentin resulta ser muy amable conmigo, desde el principio tenía esa sencillez y amabilidad para entablar una conversación; a gatas tengo que acoplarme a ello.

— ¿Y qué carrera me dijiste que estudias? —Me pregunta luego de dar un sorbo a su copa de vino, yo relamo mis labios.

—Oh —Me hago la sorprendida por su pregunta. —Administración de empresas.

Sonrío, con la más falsa de las sonrisas y él no puede notarlo.
Tampoco puedo sonreír cómo quiero porque el maldito vestido me está cortando el aire. Odio usar vestidos ceñidos, pero Bill y Nathallie, insistieron en que esto es genial para poder sacarle un tipo de información. Claro, mostrando casi la mitad de tu cuerpo desnudo puedes conseguir todo lo que quieres, y mucho más, si te sabes los trucos de seducción.

Deposito mi dedo índice sobre mis labios y vuelvo a sonreírle. Él se queda mirándome, el truco sale muy bien.

—Sé que es muy pronto —Digo casi susurrando. —Pero… ¿no quieres ir a otro lugar? ¿Uno más intimo?

Lo observo con tanta intensidad, él parece hipnotizado.

Para añadirle la cereza al postre, aprieto mi labio inferior, presionando suavemente, haciendo resaltar mi labial rojo. Veo que su boca se abre hasta por la mesa, me contengo de no reírme como una imbécil, y en lugar de eso, lanzo una risita de zorra.

Apoya sus dos manos sobre la mesa, y mira hacia atrás.

— ¡La cuenta por favor! —Dice emocionado.

***

—Es tan raro que en todo este tiempo no te haya visto en algún evento. —Me dice una vez que salimos del restaurante. Los dos caminamos en la noche de otoño, abrigados hasta el cuello, pero yo tengo un tapado y solo me cubre hasta debajo de mi cintura.

—Es que —Vacilo, tengo mi brazo enredado con el suyo. —Jamás me animé a hablarte, siempre permanecí de incógnita.  —Suspiro. —Y en verdad me pareces un hombre bastante interesante.

Él frena sus pasos, yo le miro. Con sus ojos verdes que me fijan deseosamente me siento un poco incomoda, además de que hago un enorme esfuerzo por ser más sociable.

Rápido me toma de mis mejillas y me besa. Esto no me lo espero por nada del puto mundo. Él tiene sus ojos cerrados, comienza con esos movimientos que, si besan mal, te dejan toda la cara babeada. Pero él no es así, él besa bien. Yo tan solo miro para todos lados, no sé si separarlo de mí o seguirle la corriente; ni siquiera muevo mis labios, él lucha para que yo le responda.

—Uhm… Espera —Digo con cierta dificultad, y él se separa.

— ¿Qué sucede? —Sonríe. —Creí que querías.

Asiento. —Pero aquí no.

Nos tomamos de la mano y vamos a su vehículo. Me coloco en el asiento del copiloto. Al estar listo, él marcha veloz como un rayo; creo que tiene muchas ganas acumuladas. Genial, tengo que actuar rápido antes de terminar desnuda en la cama.

Quentin no vive lejos del restaurante, tan solo queda a unas quince manzanas de distancia. Sin darme cuenta ya estamos en el ascensor, y me besa. Yo verifico que mi collar no se mueva tanto, porque en esa joyería se encuentra un micrófono.

Al llegar al piso, casi corremos e ingresamos a su departamento, y qué departamento, el muy hijo de puta se da todos los lujos.

— ¿Quieres algo de beber? —Me pregunta luego de cerrar la puerta. Le digo que sí y me besa antes de desaparecer e irse a la cocina.

Our bastard secret [Tom Kaulitz - 1° y 2° Temp.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora