Capítulo 18.

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—Alteza —dijo una muchacha haciendo una reverencia frente a mí.

—¿Sí? —respondí extrañado de que alguien se atreviera a hablarme.

—¿Me daríais el honor de concederme este baile? —preguntó una vez puso su espalda recta y me miró. Era una joven con el pelo negro, ojos castaños y un bonito vestido azul. De todas las que había visto, para mí era la chica más bonita del baile.

Giré mi cara hacia mi madre y esta me dio permiso con un asentimiento de cabeza. Me puse en pie y, de repente, la música paró y todas las personas allí presentes callaron. La reina, al ver mi nerviosismo, dio un par de palmadas y habló.

—Este será el primer baile de mi hijo como hombre —se levantó y miró con una sonrisa a todos—. Por favor, acompañadle en tan hermoso momento —anduvo hasta mí y me dio un beso en la frente—. Disfrutad —susurró antes de separarse. Hizo un gesto hacia los músicos y empezaron a tocar de nuevo sus instrumentos, al igual que la gente comenzó a bailar y conversar de nuevo.

Bajé las escaleritas hasta llegar a la joven y cogí con delicadeza su mano.

—¿Cómo os llamáis? —pregunté, clavando mis ojos en los suyos y notando cómo la muchacha se sonrojaba al tenerme tan de cerca.

—Krystal, mi señor —contestó tímida a la par que nerviosa.

—Bailemos pues, Krystal —alcé nuestras manos y comenzamos a caminar hacia el centro de la pista.

El momento del baile con aquella muchacha fue una de las mejores situaciones de la fiesta, pues tan sólo estaba centrado en la música y en los bonitos ojos que tenía mi acompañante. Aunque esta no pronunciase apenas palabra y solamente me sonriera, yo sabía que era por vergüenza y, tal vez, respeto hacia mi persona, pero no me importaba, me sentía cómodo con ella, así que le concedí más de un baile, provocando la envidia de muchas otras jóvenes que la miraban llenas de rabia y deseosas de ser ellas quien estuvieran agarrando mi mano, mi hombro, y moviéndose conmigo al ritmo de la música.

—Vaya, Leone —dijo mi primo a mis espaldas justo cuando había acabado un baile.

—Hola, Sande —rodé los ojos aún mirando hacia Krystal y me volteé hacia él.

—Vuestra celebración es espectacular, no esperaba menos de vos —comentó con una muchacha a su lado, la cual se notaba a la perfección que estaba acompañando a mi primo por mera conveniencia social, pues su cara de amargor lo expresaba todo.

—Gracias, mis deseos porque lo paséis bien —contesté, mirando hacia la joven.

—Muy amable, alteza —esta me sonrió e hizo una reverencia.

—Veo que ya habéis elegido pareja —volvió a hablar Sande señalando a Krystal.

—Si os referís a una acompañante para mis bailes, sí, así es —agarré la mano de la joven y tiré suavemente de ella para colocarla a mi lado.

—Sabéis que no me refería a eso —carcajeó, haciendo que la muchacha a su lado rodase los ojos.

—Primo, la mesa está repleta de deliciosos manjares —di un par de pasos hacia él—. ¿Qué hacéis aquí molestándome en vez de comiendo? —puse una mano en su hombro y le sonreí vacilante, provocando que ambas muchachas se riesen por lo bajo.

—Disfrutad de vuestro cumpleaños, mi príncipe —murmuró Sande haciendo más énfasis en las dos últimas palabras. Me dedicó una mirada asesina y se volteó.

Su acompañante me sonrió divertida y se despidió con la mano de mí y siguió a mi primo.

—¿Os gustaría tomar alguna bebida? —le ofrecí a Krystal una vez me giré hacia ella.

EL PRÍNCIPE DEL EGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora