Capítulo 25. (FINAL)

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Al fin había llegado el día de mi coronación. Todas las familias que formaban parte de la nobleza de mi reino habían asistido a tan importante evento. Algunos campesinos también se habían reunido a las afueras de palacio para celebrar tan dichoso momento para sus vidas, pues desde que mi antecesor había muerto, se había expandido por la ciudad el rumor de que yo iba a ser un rey más benevolente y que, seguramente, sus vidas llegarían a ser más dichosas. Nunca supe cómo se originó tal fama, pero me había ganado la confianza de mi pueblo sin ni si quiera haber llegado al trono.

Cuando el sacerdote ya había bendecido, tanto a mí como a la corona, la reina se acercó con esta hacia mí. Yo, lleno de respeto por mi madre, hinqué mi rodilla en el suelo y le hice una pequeña reverencia al ser la última vez que yo tendría que inclinarme ante ella. Una vez me volví a poner en pie, mi madre me sonrió y colocó la corona sobre mi cabeza.

-No os hacéis idea del orgullo que siento por vos, hijo mío -murmuró, clavando sus ojos en los míos.

-Nunca os he dicho esto, puesto que para mí no era ningún regalo, pero... -agarré sus manos con las mías-. Gracias por darme la vida, madre -dije lo más entero que pude, ya que mi voz estuvo a punto de romperse.

-Sed el rey que vuestro pueblo merece -acarició mi mejilla con sus dedos-. Pues ya os habéis convertido en el hijo que siempre deseé -sus ojos comenzaron a aguarse mientras llevaba sus manos a mi cabeza para que se inclinara un poco y poder darme un beso de bendición en la frente.

Entonces, mi guardia real comenzó a aplaudir, siendo seguido por todos los invitados que se encontraban en el salón del trono.

-¡Larga vida al rey Leone! -gritó un joven, el cual reconocí al ser uno de los pocos con los que me había relacionado la noche de mi cumpleaños.

-¡Larga vida al rey! -respondieron la mayoría al unísono, a lo que yo fijé mi mirada en el muchacho y le sonreí como agradecimiento.

Mi madre me indicó que debía sentarme con ella a mi derecha, y así lo hice. Era la primera vez que me sentaba como rey oficial en aquel trono y, aunque me hubiera sentado en algunas ocasiones en él, aquella vez fue diferente. Giré mi cabeza a mi izquierda y, entonces, vi a Nikola observando impresionado a la gente que seguía vitoreando mi nombre. Una sonrisa se formó en su cara, al igual que sus ojos comenzaron a brillar más a causa de las lágrimas de la emoción.

-Niko -le llamé, haciendo que reaccionara y me mirase algo aturdido de haber estado concentrado en lo que estaba pasando.

-¿Sí, majestad? -contestó intentando que no se le notara mucho su tono de burla al llamarme así.

-¿Cuál es vuestro primer consejo? -le hice un gesto con la mano para que se acercara más a mí, pues no le podía escuchar bien a causa del alboroto por parte de mis invitados.

-Que hagáis feliz a Nargon -dijo en mi oído y se separó un par de segundos después.

-Así se hará -asentí mirándole con una sonrisa y me puse en pie, provocando que todos los allí presentes guardaran silencio de inmediato.

Me miraron extrañados a la par que impacientes y deseosos por saber qué iba a decir.

-Reino de Nargon -alcé mi voz para que se me oyera bien-. Debo anunciaros mi primer mandato como rey -comencé a pasear mi mirada por cada grupo de personas-. En el día de hoy, decreto la prohibición de los matrimonios por conveniencia -endurecí el tono de mi voz, haciendo que comenzaran a formarse algunos murmullos-. A partir de ahora, sólo se contraerá matrimonio si hay amor, pues no quiero que un sentimiento tan puro se aproveche para conveniencia económica -coloqué mis manos detrás de mi cuerpo y di unos pasos hasta colocarme al principio de las escaleras-. No voy a imponerme ante nadie, pues si ese es su deseo o el de su familia, tiene derecho a hacerlo, pero no en mi reino -miré a Alono y le hice una señal para que se acercase-. Vosotros sois testigos de que así he dictaminado y que así deberá ser -cogí un papel que mi caballero me acababa de entrega y, tras darme el sello real, lo marqué bajo mi orden escrita.

EL PRÍNCIPE DEL EGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora