UNO: El mensaje.

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Número desconocido: Que haces?

Frunzo el ceño. Rara manera de iniciar una conversación, por lo general se inicia con un «hola» o «te estoy observando», dependiendo del contexto y del desconocido.

Abro la información del contacto y solo me aparece un punto donde debería ir su nombre, y el número no lo reconozco. No obstante, que tengamos en común el grupo de la universidad me da un poco de tranquilidad; aunque creía que nadie me tenía agregada, pues no he puesto de mi parte al intentar entablar una amistad o, mínimo, una conversación.

Ruedo en la cama, quedando boca abajo, acomodo mis lentes y analizo la situación. Yo creo que si fuera alguien malintencionado, enviaría más que ese mensaje. Aunque también pueda que los acosadores estén cambiando de táctica.

Cómo sea, no lo descubriré si no contesto. Sin embargo, la vocecita en mi cabeza me dice que me mantenga alejada o le pida que no me mande más mensajes.

Pero rara vez le hago caso.

Alisha: Acostada.

Bien, sí es un acosador, este es su momento para pedirme las fotos intimas y para que yo lo mande directo al diablo, tal como se merece, y ahora sí lo pueda bloquear, aunque tengamos en común la universidad.

Número desconocido: Báñate

Vaya, eso es nuevo.

Hice una mueca y olí mi piel, pero no notaba nada desagradable. Es que mensa se nace. Es obvio que lo dice en broma, pues esa persona no puede olerme.

Alisha: ¿Qué?

Número desconocido: Báñate nos vamos a la playa.

¿Acaso me está invitando a ser secuestrada? ¿Desde cuando te llevan a la playa al ser secuestrada?

¿Por qué un compañero me secuestraría?

Alisha: ¿Qué?

Número desconocido: No sabes leer? Paso por ti en veinte minutos.

Observo la pantalla de mi celular con pánico, sin saber si lo que estoy leyendo es real. ¡Es un acosador! No me pidió mi dirección, ni siquiera mi nombre, ¿y me dice que pasará por mí en veinte minutos para ir a la playa?

Está bien que ahora que estoy en la universidad viva sola y sea independiente, pero no iré con un desconocido a la playa.

Me levanto de la cama y corro hacia la puerta principal del departamento para asegurarla. Me recargo en ella y aprieto el celular en mi mano, debatiéndome entre llamar a la policía o hacer de la vista gorda.

Quizás solo sea una broma. O sea, ¿quién invita a un desconocido a la playa? Exacto, nadie.

Sacudo mi cabeza y tomo asiento en el sofá de dos plazas frente a la televisión, pensando en la situación. Un fin de semana en la playa, ¿hace cuando no voy a disfrutar del mar?

No, Alisha, es solo una broma.

Le echo un vistazo a la puerta de mi habitación, pero termino agitando la cabeza y encendiendo el televisor.

Perfectamente caóticosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora