SEIS: ¿Qué hay de desayunar?

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En estos momentos es cuando me pregunto si debo ser cortés con el extraño o dejar que muera de hambre.

Pero sí anoche no lo dejé desamparado, mucho menos ahorita. Así que preparo dos raciones de todo para desayunar.

Sin embargo, mi momento en la cocina se ve interrumpido con el golpeteo en la puerta principal. Dejo todo cómo está y tomo mi bata antes de abrir.

Di un paso atrás cuando mis ojos se toparon con una placa policíaca y un uniforme del mismo oficio. Tragué saliva y subí mis ojos. Detrás de él venía mi vecino; se le veía cansado y más estresado que ayer.

—Buenos días, señorita.

Carraspeé antes de contestar.

—Buen día. ¿Puedo ayudarlo en algo?

—¿Has visto a mi hermana? —se adelantó el vecino, echando a un lado al oficial, que lo miró mal y lo hizo hacia atrás.

—Tranquilo, chico. —Los miré sin entender nada; el oficial colocó una foto frente a mí y preguntó—: ¿Ha visto a esta mujer?

El cabello platinado y la piel pálida de Gilda me dejaron sin habla. En la fotografía tenía una pequeña sonrisa remarcada con labial rojo y un delineado que le hacía resaltar sus ojos azules.

—Solo ayer por la tarde, cuando salía del edificio y yo volvía de clases.

El oficial asintió en entendimiento y después me mostró otra fotografía que me dejó helada.

—¿Y ha visto a este muchacho?

«Baruc», mi mente susurró.

"—¿Qué es lo que quieres?"

"—Pronto lo sabrás, chica buena."

Soy su coartada. ¿Soy su coartada? ¿Coartada para qué? ¿Qué fue lo que hizo?

La sangre de ayer, en su ropa, en su barbilla... en sus manos.

—¿Señorita?

Parpadeé para despabilarme. Abrí mi boca, pero otra voz se escuchó.

—Buenos días, belleza. ¿Qué hay de desayunar? —me tensé y el oficial lo notó. Curveó una ceja y no me quedó de otra que sonreír a boca cerrada.

Pero no todo acabó ahí.

—¡¿Dónde está, Bb? —vocifera mi vecino, entrando a la vez que nos aparta de un empujón al oficial y a mí—. ¡¿Qué le hiciste a mi hermana?!

Con rapidez también el oficial entró detrás de él, logró sujetarlo antes de que llegara a tocar siquiera un solo cabello de Baruc. Cerré la puerta en un acto reflejo y me acerqué al barullo, solo que del lado del chico que usa los jogger de mi exnovio.

—No sé de qué hablas, estuve toda la noche con Alisha.

Dos pares de ojos me miraron de inmediato y yo asentí en automático.

¿Querías un chico malo? Pues aquí lo tienes.

Encajé mis uñas en la piel de mis palmas para no comenzar a temblar de los nervios que esto me provoca. ¿Estoy encubriendo a un asesino?

—¡No mientas! La vi subirse a tu moto.

Levanté la mirada hacia el mentiroso, pero él estaba muy relajado, tanto qué pasó su brazo por arriba de mis hombros. Ni siquiera miró a mi vecino cuando habló, se dirigió al oficial en todo momento.

—La recogí, como cada día que ella me textea, y la dejé en el club de Tiplo.

El oficial sacó un cuaderno y anotó lo que él dijo.

Perfectamente caóticosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora