SIETE: Demasiado nueva

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Lo observo ingresar solo al aula de metodología. Sus ojos se cruzan con los míos y desvío la mirada al pizarrón. Callarme todo lo que me contó es una tarea difícil. Sí él no habla, el asesino de Gilda puede quedar impune.

Su muerte no tendría justicia.

Otra muerte sobre mis hombros.

Podría perder la cabeza en cualquier segundo. Mi subconsciente me pide a gritos correr por el campus mientras cuento cada cosa que perturba mi mente. Pero no, aquí soy una persona desconocida. Solo debo mantenerme alejada de él.

Lo siento, Gilda, pero mi paz mental no puede desequilibrarse más.

Sin embargo, al parecer él se las apaña para volverme cada vez un poco más inestable. Deja sus cosas en el pupitre a mi lado, dejándose caer en la silla después, moviendo unos centímetros la banca por la fuerza con la que se dejó caer, quedando un poco más cerca de mí.

Tragué saliva y me negué a verlo. Observé mis uñas largas y pintadas para evitar morderlas, se ven tan lindas, pero de alguna forma debía apaciguar la ansiedad que me embargaba.

—¡Buen día! —le efusividad en la voz de Valeria me puso en alerta y brinqué en mi asiento, ganándome una carcajada de su parte—. Así has de tener la conciencia.

No tienes ni idea.

—¿Qué tal? —le pregunté para que no notara mi incomodidad. Se sentó a mi lado no sin antes lanzar una mirada extrañada al ocupante de mi lado.

—Nada interesante, ¿qué tal tú?

Separé mis labios para también decir «nada interesante», pero se me adelantaron a contestar.

—Valeria Beltrán sin tener nada interesante en su vida, déjame dudarlo, muñeca.

Ella se inclinó sobre mi pupitre, mirando a Baruc de frente, su sonrisa se mantuvo, pero noté un brillo distinto en sus ojos.

—Baruc, ni te había notado.

—También eso es difícil de creer.

Pasé la mirada de uno al otro, notando la complicidad que emanaban, es como si ellos también se conocieran desde siempre, pero suponiendo que Valeria se sabe los chismes de Baruc, no lo pongo en duda.

Ella suspiró y volvió a su lugar.

—Ayer te fuiste temprano —soltó ella con tranquilidad, sacando su estuchera, sin mirarlo.

Escuché un resoplido y giré el rostro hacia él. Su sonrisa me hizo abrir completamente mis ojos, como si pudiera detener sus palabras, pero él ladeó la cabeza y me miró con guasa.

—Sí, me fui para conocer a la chica nueva.

Tragué en seco y me tensé de inmediato. Sentí como Valeria se adelantó y se posó en la paleta de mi pupitre, pero no la miré, solo mantuve mi vista en Baruc. No podía negar lo que ya había afirmado a un oficial de policía, todas las versiones debían de coincidir.

Miré a Valeria y le sonreí.

—Él come mucho —mencioné como una queja.

—Oh, sí. De niños se acababa un pastel de chocolate entero, hasta que se dio cuenta que era intolerante a la lactosa.

Regresó a su sitio y yo fruncí el ceño, pues ella nunca me dio la información de que conocía a Baruc más allá de un compañero. Por estar mirándola, no noté cuando él se acercó a mi hombro, pero por alguna razón no me asusté de su presencia.

—Eres más inteligente de lo que creía —susurró. Moví el hombro para echarlo a un lado al momento en que el profesor entraba al aula.

⭒·⭒·⭑·⭒·⭒

Perfectamente caóticosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora