capitulo 30

343 19 0
                                    

Clara miraba por la ventanilla del micro con los ojos llenos de lágrimas.
Volvía a casa luego de ser rechazada por uno de los artistas más famosos del mundo. El problema era que él había tomado la pintura de otra persona, no la de ella. Pero antes que la chica pudiera explicarle algo, él había empezado a gritarle. Sus sueños estaban destrozados.
Entró en pequeño departameto dejando las valijas en la puerta.
Hacía dos meses que sus padres habían salido de gira y ella no quería quedarse sola en la enorme mansión. Luke, Calum, Ashton y Mike habían ido con ellos. Se suponía que ella estaría de viaje hasta que ellos volvieran. Estaría en Paris cumpliendo su sueño pero todo se había arruinado por completo. Dejó su cuaderno de dibujo junto con los otros y se sentó en uno de los sillones del lugar.
Los hombres la llamarían pero faltaba mucho para eso.
Ninguno de sus padres estaba aún al tanto de su relación con Mike aunque lo sospechaban pero las cosas estaban algo tensas entre ellos.
Decidió tomar sus cosas de dibujo e ir al cementerio pero ya no tenía sentido dibujar así que volvió a dejarlas sobre el pilón.
Tuvo que tomar un taxi para llegar al lugar. Paró y compró tres rosas blancas antes de entrar en el lugar.
Un hombre de unos cincuenta años sonrió al verla. Era el cuidador del lugar, ella recordaba verlo siempre. Las canas iban ganando terreno en su cabello y sus ojos marrones se veían cansados.
La chica lo saludó con su mano y caminó hasta las tumbas de sus amigos.
-Paris es un fiasco.- dijo ella depositando las rosas.- Y el tal Rosseaul un imbécil.- las lágrimas se acumularon en sus ojos.- El maldito destrozó todos mis sueños sin tener el derecho de hacerlo. Él no vio mis dibujos, no tenía derecho a gritarme así.
La chica se secó las lágrimas con el dorso de la mano y siguió contando lo ocurrido mientras comenzaba a oscurecer. Miró el reloj y suspiró diciendo.
-Al parecer hoy también olvidaron llamarme.
Se despidió de sus amigos y salió del lugar.
-¿La acompaño a algún lado?- preguntó el cuidador del cementerio.
-No, gracias.- dijo ella sonriéndole.- Tomaré un taxi.
El hombre asintió volviendo a tomar asiento y ella siguió su camino.
Al llegar al departamento se dejó caer en la cama sin cambiarse ni nada. Permaneció despierta hasta las tres de la mañana esperando el llamado pero este no llegó. Hacía dos semanas que no la llamaban. Estaban demasiado ocupados pero ella sabía que en el transcurso de ese día la llamarían. Tenían que hacerlo. No podían olvidarse de su cumpleaños numero 17.
Por la mañana se levantó y fue al cementerio algo aturdida. Ellos aún no daban señales de vida.
-Feliz cumpleaños, Clara.- dijo él cuidador.
Ella lo miró. Antes de viajar a Paris él solía hacerle compañía cuando se quedaba dibujando hasta tarde. Ella le había hablado mucho de ella.
-Gracias.- dijo ella con una sonrisa.
-Te traje algo.- dijo acercándose con una cajita en las manos.
-No tendrías que haberte molestado.- dijo ella y él tendió la cajita insistiendo.
-Era de tu mamá.
Los ojos de ellos se abrieron rápidamente mientras lo miraba con incredulidad.
-Creo que hay una historia que te gustaría escuchar, Clara.
Ella lo siguió en silencio hasta que él tomó asiento.
-¿Conociste a mi mamá?- preguntó ella.
-Desde el día que nació. Me volvía loco. Le gustaban mucho mis juguetes.- sonrió él.- Era mi hermana. Soy tu tío, Clara.
Ella tuvo que apoyarse en una pared para no caer.
-Me enteré hace mas de un año. Todos pensamos que en el accidente también vos...
-¿Todos?
-Tus abuelos y yo.- dijo él. -Ya no están ellos pero... Buscaba el momento para decírtelo pero era muy complicado.
-¿Por qué ahora?- preguntó ella evitando que las lágrimas salgan.
-No sé cuánto le quedé a este viejo corazón.- dijo él.- Falla bastante. Pero no quería irme sin decírtelo. Tu mamá, su nombre era Lorie Moors, sé que la viste en un dvd. Ella te amaba. Siempre lo decía. Decía que ibas a ser la nena mas hermosa del mundo porque ella iba a hacer que te sintieras hermosa a cada instante. Era muy alegre, siempre reía y bromeaba con los demás.
-¿Y mi papá?
-Nunca lo conocí. Él me había sacado a mi hermanita. Eso era lo que yo sentía así que nunca quise conocerlo. Sé que su nombre era Rick pero nada más.
La chica apretó la pequeña cajita en su mano y salió corriendo. Era demasiada información para tan poco tiempo. Estaba abrumada. Su celular empezó a sonar pero ella lo ignoró. Lo ignoró todo.
No volvió al cementerio hasta dos meses más tarde. Unos días antes de que sus padres volvieran. Ellos no habían vuelto a llamarla, ni siquiera en su cumpleaños. La llamada que había recibido había sido de Lukas. Darren había llamado también pero nadie más.
Ella caminó al cementerio dispuesta a aceptar lo que el hombre tuviera para decirle. El regalo seguía cerrado en la mesa de luz del departamento.
Al llegar vio a un hombre joven en el lugar de su "tío".
-¿Y el cuidador?- preguntó ella.
-Yo soy el cuidador.
-No,- dijo ella.- me refiero al hombre canoso.
-Murió hace una semana de un ataque al corazón.- dijo el chico haciendo una mueca.
La chica estuvo al borde del desmayo y él tuvo que sostenerla.
Cuando se recompuso volvió al departamento y juntó todas sus cosas. Se trasladó a la casa en la que vivía con sus padres y sus amigos. Una vez instalada se sentó en el sillón con la cajita entre sus manos. No se movió prácticamente de ahí. El día en que sus padres volvían ella se duchó y se puso un short negro tiro alto y una camiseta blanca ajustada. Ató una bandana a su pelo y volvió al sofá.
Abrió la cajita lentamente encontrándose con una cadena con una foto dentro. Eran sus padres abrazados sonrientes. En el otro espacio había un pequeño papel y decía "Mi preciosa hija". Había reservado ese lugar para una foto de ella.
La chica dio vueltas a la cadena entre sus dedos y sintió las lágrimas deslizarse por sus mejillas. Las secó rápidamente y se colgó el relicario mientras guardaba la cajita con cuidado en su habitación.
Las pilas de cuadernos de dibujo habían crecido notoriamente en los últimos dos meses y, claramente, ya no cabían en su biblioteca.
Escuchó la puerta de entrada abrirse y bajó lentamente las escaleras.
Todos se veían muy cansados para notarla siquiera. Se metieron en sus habitaciones y se durmieron en seguida.
Por la noche los escuchó hablar y se puso a preparar la cena. Sabía que tendrían hambre.
Ellos bajaron y ,sin mirarla, se llevaron la comida a sus habitaciones.
La chica, que odiaba que hicieran eso, que no la notaran, que se hayan olvidado de su cumpleaños, que no la hayan llamado, se dirigió a la puerta furiosa y, antes de cerrar la puerta con todas sus fuerzas gritó lo más alto que pudo.
-Váyanse a la mierda.
Corrió a la antigua casa de Paul y se metió en el jardín abandonado para no moverse jamás de allí, o al menos hasta que debiera hacerlo.

Un mundo por descubrirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora