Capítulo 8

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"ZIBÁ"

Malibú siempre me había gustado.

Desde pequeña tenía una pequeña obsesión con esa ciudad en especifico porque muchos de mis mejores recuerdos habían sido allí, específicamente en la casa de la playa, y volver a pisarla después de tantos años trajo consigo varios recuerdos que había olvidado casi por completo.

Mi padre nos había enseñado a nadar allí cuando tenía diez años, y aunque Daniel solía ser el peor, terminó por ganar un campeonato de natación hace varios meses. Tenía que admitir que aquello me había sorprendido un poco, pero a papá le emocionó tanto que se la pasó una semana completa dándose el mérito por ello. Era gracioso escucharlo hablar de eso todo el tiempo.

También hicimos las mejores fiestas. Claro que para ese entonces yo solo era una cría de entre once y catorce y no duraba en ellas hasta más de las nueve y media, pero aún así eran las mejores de todas. Sobretodo cuando el hijo de uno de los amigos de papá me invitaba a bailar y me daba de sus tortitas de fresa.

Magnus era sencillamente tierno y muy agradable, al menos hasta que la pubertad le pegó fuerte y entonces tuvo mejores cosas que hacer que estar conmigo, como por ejemplo mirarle las tetas a Jessica Adams.

Porque claro, en ese momento yo era una pequeña tabla morena.

En fin, el punto es que se celebraban buenas fiestas allí.

—¡Pido la habitación de la piscina! — grité al instante en el que dejé mi maleta sobre el suelo. Escuché a Daniel bufar.

—Siempre lo tomas tú, Grace, es mi turno.

—Eso es porque siempre soy más rápida que tú, idiota.

—¡Papá, dile que es mi turno!

—¡Yo lo pedí primero, inepto!

—¿A quién le dices inepto, tarada?

—¿De verdad no podían conformarse con dos hijos? — interrumpió Jenn con voz cansada, haciendo que Harry a mi lado se carcajeara junto a Gemma.

—No seas así con tus hermanos, Jenn.

Papá carraspeó, interrumpiendo a mamá —Si te hace sentir mejor, yo solo quería dos.

Lo observé indignada llevándome una mano al pecho —¿Perdón?

—Sólo bromeo, cariño. Ve a tu habitación, corre.

Rodé los ojos.

Papá no solo era irritante, sino también un inmaduro niño de primer grado. Mamá siempre discutía con él por esas actitudes aniñadas que tomaba estando a nuestro alrededor, aunque todos estábamos muy claros de que nos gustaba y entretenía mucho esa personalidad que él tenía. No me quejaba..sólo de vez en cuando.

Cuatro hijos no estaban en sus planes y yo lo sabía muy bien, pero tenían que agradecer que todos estábamos ya bastante grandes como para poder cuidar de nosotros mismos..

—¡Mamá, dile a Jenn que guardé a su mugroso perro!

...bueno, casi todos.

Daniel comenzó a correr de un lado a otro con el golden de Jenn siguiéndolo de cerca. Agradecía que la casa fuera lo suficientemente grande como para darle bastante espacio y evitar que tumbara algo importante. Me reí junto a Harry y Gemma nuevamente, observando de reojo los hoyuelos marcados del ojiverde.

Inefable | h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora