Vuelve

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Au: Normal

Advertencias: Angst.

Llegué a casa, cerré la puerta a mi espalda

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Llegué a casa, cerré la puerta a mi espalda. Todo está oscuro y en silencio. Mis ojos ardieron y mi cuerpo perdió fuerzas haciéndome caer de rodillas, sentí náuseas, quería desesperadamente dejar de ser yo. Mis uñas se hundían en la piel de mis brazos y mis sollozos cada vez eran más fuertes. Por un momento todo desapareció, fue como si el mundo hubiese dejado de existir y solo estuviese yo en aquel pasillo.

Mis ojos pesaron y mi cabeza dolía, no había comido desde ayer pero ¿Qué importa? Tampoco tendría apetito para comer algo. Con desgana me levanté del suelo donde me había terminado acostando. Mi corazón late con fuerza y siento que respirar duele. Caminé por la casa, silencio era todo lo que había, me tropecé con unos zapatos que no eran míos y eso me enojó.

- Maldita sea Eli, mueve tus malditos...–Dejé la frase en el aire, ella no está, le reclamo al silencio de la casa–

Agarré sus zapatos y los apreté contra mi pecho, maldita sea, como la odio, odiaba tanto sus estúpidas mañas, que fuera tan descuidada a veces. Siempre dejando sus zapatos en cualquier sitio y preferir caminar descalza por la casa, sin escuchar mis regaños. La odio por ser tan irritante, siempre tratando de tener la razón aunque no la tenga. Odio recordar como su nariz se arrugaba cuando algo no le gustaba y la suavidad de sus labios al besarme.

Tire con fuerza los zapatos contra la pared, tengo una mezcla de desesperación y enojo en mí, me siento perdido y sin saber que hacer. Halo mi cabello con frustración y mis ojos amenazan con volver a lagrimear, pateo el sofá y luego hundo mi cabeza entre los cojines, quiero gritar y maldecir todo, pero mi garganta se niega a emitir sonido. Siento mis músculos tensarse y comienzo a sudar, golpeo con fuerza viendo cómo mis puños se hunden en la suavidad de un cojín. Respiro agitadamente mientras miro el techo con la espalda pegada al sofá, mis piernas extendidas en el suelo, mis nudillos ardiendo luego de cambiar mi víctima de un cojín a una pared, una sensación de derrota se apoderara de mi pecho y me hace sentir ahogado. Controlo mi respiración y dejo que la adrenalina se disipe, mis sentidos aturdidos comienzan a despejarse y logro sentir su olor invadir mis fosas nasales.

Su perfume dulce inunda la habitación, como si quisiera sofocarme lentamente, cierro los ojos e inhalo disfrutando aquel aroma, su aroma. Paso una mano por mi cara y trato de relajarme un momento, ella ya no está aquí pero hay tanto de ella aquí.

Mi cuerpo pesa a pesar de sentirse vacío, mi mente parece estar lejos de mí, en un pequeño lapsus dónde mis emociones se desconectan y no siento nada más que vacío, un vacío que me trae calma, una calma que le abre paso a las dudas.

¿No hice suficiente? ¿Debí ser más atento? ¿Que mierda hice mal? ¿Dónde fallé? ¿Por qué demonios sonríes así? Vuelve y dímelo, maldita sea dímelo, dime qué hice mal y prometo mejorar. Vuelve y respóndeme por qué sonríes como si todo estuviera bien ¿Acaso no te importaba ya? Vuelve y dime todo lo que te guardabas ¡Maldita sea! ¿Por qué eres tan egoísta? No pensaste en mí, solo te fuiste sin dar una explicación.

Entro a la habitación donde dormíamos y comienzo a tirar cosas al suelo, revuelvo los cajones y toda la ropa del armario termina desparramada por la cama, todas tus cosas parecen ocupar más espacio del que realmente ocupan, apoyo mi espalda en una pared y entro en pánico al ver cómo la habitación se hace cada vez más pequeña. Cada vez me cuesta más respirar, todo parece estar acercándose para aplastarme. Me obligo a calmarme después de apretar los ojos con fuerza y sigo buscando entre sus cosas.

Buscando, no sé que busco, quizá una parte de mí desea desesperadamente algo que me explique porque te fuiste, algo que responda todas las dudas que no escucharás. Mis ojos vuelven a arder pero me niego a dejar escapar las lágrimas mientras mi desesperación por encontrar algo entre tus cosas se hace más grande. No hay nada, solo son tus cosas de siempre, solo es tu ropa de siempre con tu olor de siempre, solo son tus perfumes y cremas, solo son tus accesorios que pocas veces utilizabas. Vuelvo a mirar el armario con desesperación esperando que el mágicamente me diga algo, me de una pista o tal vez consuelo pero no, no pasa nada. No pasa nada y el nudo en mi garganta presiona con fuerza, por un segundo la confusión se apodera de mí al notar un objeto sobre el armario ¿Cuánto tiempo lleva ahí? Me estiro todo lo que mi altura me permite hasta alcanzar dicho objeto, una caja de un tamaño medio.

Sentado sobre la cama y tu ropa dudo, dudo si abrir la pequeña caja de Pandora que me dejaste, temo liberar demonios que no sé si podré volver a encerrar. Me dedico solo a observar el exterior, es firme y de color negro. Reuniendo todo el valor que puedo le quito la tapa y mis ojos se humedecen mientras mi corazón se encoge, son recuerdos, nuestros recuerdos, pequeños regalos que alguna vez te hice, cartas de amor que solíamos darnos, tenías guardado incluso facturas de cosas que compramos en nuestras primeras citas. Mis mejillas se humedecen y las lágrimas no se detienen, saco con sumo cuidado cada una de las pertenencias que guardaste con tanto amor y las observo como si fuese la primera vez que las viera en mi vida. El recuerdo de tus suaves manos tomando mi rostro  para besarme, para darme nuestro primer beso, invade mi mente y dejo escapar pequeños sollozos.

Un sobre de color pastel llama mi atención y sobre él está tu letra delicada "Para el adiós que no te dí". ¿Esperabas que esto pasara? Dime por favor cuánto tiempo lo planeaste, vuelve y dime en la cara que esto es una broma de mal gusto, dime qué esto es una pesadilla y que todo estará bien.

Con manos temblorosas abro el sobre y saco lo que parece ser un examen médico y una carta, leo la carta, dónde solo te despides y me ruegas que viva, que siga y que sea feliz, dónde pareces jurar que tendré un futuro brillante. Una carta dónde dices amarme tanto que duele, duele que me amaras tanto.

Desdoblo lo que parece ser un examen médico y mis ojos se deslizan por el papel sin entender nada, veo números y valores, pero todo se paraliza cuando todas mis dudas se responden, todo se congela incluyendo mi respiración cuando entiendo porque decidiste irte antes de tiempo, el tiempo se detiene mientras mi cabeza recuerda como te suicidaste. Releo las palabras nuevamente y siento que el aire me falta "Cáncer: etapa terminal".

El Rincón De Los RelatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora