Píldora de amor

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Au: Normal.

Advertencias: Mención leve a trastornos alimenticios.

Inspiración: Canción "Kindly Calm me Down" créditos al artista correspondiente.

Hace tanto frío, mis rodillas duelen al chocar con el suelo, mis ojos arden y mi cuerpo tiembla

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Hace tanto frío, mis rodillas duelen al chocar con el suelo, mis ojos arden y mi cuerpo tiembla. El ardor en mi garganta me hace desear algo de agua, incapaz de moverme solo observo el contenido que anteriormente estaba en mi estómago. Me levanto con las pocas fuerzas que me quedan, ya no recuerdo que hago aquí ni porque vine pero se siente tan bien que no pienso cuestionarme ahora.

Miro mi reflejo y sonrío para darme ánimos, salgo del baño y la música vuelve a invadir mis oídos. Todo es borroso y confuso, veo cuerpos moverse y chocar entre si, todas las caras parecen estar tan borrosas y no sé en qué momento me tropiezo con alguien.

- Hey, disculpa –Sus ojos me analizan y yo solo soy capaz de perderme en ellos– ¿Estás bien?

- Yo... Sí, estoy bien, creo –Escucho mi voz ronca y arrastro las palabras, ya no recuerdo ni mi nombre–

- Soy...–La música vuelve a ensordecerme y siento que caeré al suelo por un mareo, él me sujeta de los hombros– Hey, deberías dejar de beber.

Le sonrió y me aparto para comenzar a caminar al patio trasero de la casa, saco un cigarro y lo enciendo. La noche está tan fría, me hace sentir perdida y sola. Pego mi espalda contra una pared a la vez que libero el humo de los pulmones, todo se siente tan distinto, mis sentidos se aturden y dejo de escuchar lo que pasa a mi alrededor, una mano sujeta la mía y dirijo mi vista hasta toparme con los mismos ojos de antes, sus labios se acercan a mis dedos y le da una calada al cigarro.

- Fumar es malo –Suelta el humo en mi cara y sonríe de lado–

- Soy viciosa no desinformada –Respondo suavemente para seguir fumando–

- Que buena respuesta linda –Lo escucho reír mientras decido observar la luna, tan brillante y fría– no volviste a las citas.

- ¿Cuáles citas? –Sigo observando la luna, está tan lejos y sola, hoy es una noche sin estrellas–

- Con la nutrióloga. Yo siempre tenía mi cita después de tí –Su risa suena suavemente y me hace sentir extraña–

- Yo... Nunca te ví.

- Siempre caminabas mirando al frente, nunca volteaste a verme, tampoco me hubiera gustado conocerte en ese lugar. Pero no volviste.

- No tenía razones para volver –Arrojo el cigarro y lo piso, siento su mirada en mí–

- Estás más delgada.

- ¿Me acosabas?

- No, solo te veía salir del consultorio.

- Estoy bien, son efectos secundarios de los antidepresivos.

- Se te marcan las clavículas –Su mano se apoya en mi hombro y me obligo a mirarlo, mis ojos arden y me maldigo por eso–

Sus brazos se deslizan por mi espalda y siento su calor corporal rodear mi cuerpo como si de una manta cálida se tratase. Mis ojos dejaron escapar las primeras lágrimas y estas solo fueron una invitación a las demás que no dejaban de salir, mis labios se tensaron en una mueca de dolor y me esforcé por no dejar salir los sollozos que se acumulaban en mi garganta. ¿Por qué sus brazos son tan acogedores? ¿Por qué no puedo dejar de llorar?

- No estás sola, tranquila. Llora, puedes hacerlo, está bien -Su voz grave y su aliento chocando contra mi oreja, de alguna manera me brindaba consuelo, me calmaba suavemente-

¿Por qué es tan cálido? Ya no quiero sentirme sola, ya no quiero sentir frío ¿Por qué se siente tan bien? Él solo rodea mis huesos, mi pequeño cuerpo, frágil. Quiero tomar esto que me está dando, quiero tomar esta sensación, quiero tomar esta calidez, quiero tomar esto como si de una píldora se tratase.

Todo dejó de existir, me rodeó de la nada tanta calma, el ruido del mundo fue silenciado delicadamente, los pedazos de mí se estremecieron y me aferré a las ropas de él. Lentamente mi llanto fue todo lo que lograba escuchar y el temblor de mi cuerpo era cada vez más evidente. Sus manos acariciaron mi espalda y parte de mi cabello, dejé de llorar y no quería separarme de ese abrazo, quizá sea el alcohol o mi necesidad de alguien, él está aquí y yo estoy tan rota, aún así me abraza sin miedo a cortarse.

- Está bien, no tienes que cargar con todo sola ¿Quieres hablar?

- ¿Por qué me calmas tan amablemente?

- Te dije que siempre te veía salir del consultorio, hoy por fin te encuentro en otro lugar y no perdería la oportunidad de conocerte –Nos deslizamos hasta el suelo para sentarnos, aún me abraza–

- No estoy bien, sé que no lo estoy pero ya no sé qué hacer. No puedo evitarlo... –Mi estómago se revuelve y mi cabeza da vueltas–

- Está bien, todos tenemos un límite, déjame ayudarte.

- ¿Estás ebrio?

- No, tú sí y es preocupante verte tan delgada.

- No necesito ayuda ¿Tienes la cura para esta enfermedad? ¿Me ayudarás aunque no tenga fuerzas para hacer algo por voluntad?

- Te buscaré cuando te sientas perdida –Sonrió de manera amable y sentí mi corazón latir tan fuerte, casi duele– tal vez sea el alcohol que me hace ser tan sincero pero quiero estar para tí.

- Si sintiera dolor ¿Te quedarías a mi lado? –No sé porque digo esto, mis pensamientos parecen flotar lejos de mi alcance– Si te necesito ahora ¿Podrías calmarme? ¿Volverías a calmarme como antes?

Sus dedos rozaron mis mejillas y limpiaron las lágrimas que caían de mis ojos, quiero tomar esto, quiero tomar esta calidez y guardarla. Soy tan débil, sin fuerzas para cambiar y aún así deseo desesperadamente tomar su amabilidad como si de una píldora se tratase, yo la tomaría.

El Rincón De Los RelatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora