once.

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11.

Agustín Cruz.

hoy era domingo familiar, así que me encontraba yendo a casa de mi viejita que no estaba tan lejos de mí apartamento, estaba a unas calles realmente, seguía siendo el mismo barrio. Con las giras y demás no me da tiempo de verla, ni tampoco ella va a verme. Esto último es por petición mía, desde el evento ocurrido no permito que mi madre o hermana vayan a verme a mí apartamento, aunque sea cerca, prefiero evitar.

además de esto me gusta ir a casa de mamá, me gusta volver a mi hogar, me llenaba de una paz inimaginable. Me recuerda a cuando empecé adentrarme en lo que me tiene aquí hoy en día, me recuerda a cuando mamá no le tenía fe y hoy en día se llena de orgullo, y esa era mi mayor paga.

llegué a la entrada de la calle donde vive mi mamá y caminé hasta la casa, no sin antes pasar por la panadería y comprar algunas cosas para acompañar el mate. Saludé al panadero y rápidamente me atendió, después de pagar y un "gracias" de parte de ambos seguí mi camino.

en el camino pude notar un movimiento sospechoso de parte de una camioneta, que iba básicamente a mi lado. Un tipo en el asiento de atrás que miraba por la ventana, acomodé mi gorra y lo miré, pero no sé quién es, aún así enarqué mi ceja y el subió la ventana.

me causa estrés ver cómo hay pibitos que se creen de calle, y creen que ser de calle es algo de sentirse orgulloso. Yo no me avergüenzo de haber estado en ella, o de haber salido de ahí, pero tampoco es mi mayor orgullo.

llegué a casa de mi mamá, y pude ver que cerca de la casa había otra camioneta estacionada, que ojalá me equivoque pero parecían estar mirando hacia acá. Dejé un beso en la frente de mi madre e hice que ambos entraramos a casa rápidamente.

en el comedor estaba mi hermana con mi sobrino en brazos, dejé las cosas en la mesa y cargué a Santi, para después dejarle un largo beso en la mejilla, mi sobrino es una de las joyas que atesoro en mi corazón.

— ¿viste algo extraño fuera? —preguntó mi hermana.

—cuando venía, a unos pibes en una camioneta y por acá vi que hay otra. —respondí.

—dicen que andan buscando al hijo de una vecina —hablaba mi mamá mientras ponía la pava eléctrica.

— ¿por qué?

—les debe algo a una gente de la calle, andan buscando cobrar. —respondió mi mamá.

—pobre del gil que dejó una deuda en la calle —dije— eso es lo peor que podés hacer.

—¿y con qué cara venís hablar de ese tema Agustín? —decía mi hermana mientras me veía— si mamá la pasaba re mal porque vos ibas con esa gente.

— sí, porque no había un plato sobre la mesa Mabel, y a los dieciséis tuve que salir a la calle a buscar un laburo —me defendí— pero yo salí, y no dejé deudas con nadie.

espero que no hayas dejado una sola deuda Agustín —habló mi madre— porque las deudas tarde o temprano se cobran.

yo estaba seguro de que no había dejado una sola, cuando empecé a recibir plata gracias a mi música, pagué las pocas deudas que tenía y me aseguré de no dejar ni una sola. La mente no me falla.









mmmm, mepa que si falla

raptae ; acruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora