Capítulo 8: Bruja

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Cuando desperté, todavía me encontraba rodeado  por los brazos de Tommy. Sonreí y me vi tentado a besar su hermoso rostro adormecido, ¿por dónde empezaría si de verdad pudiera hacerlo? ¿Su frente? ¿Nariz? ¿Labios? Era difícil escoger. 

No sé cuánto tiempo me quedé viéndolo, pero en cuanto empezó a moverse y a dar señales de estar despertando, fingí estar dormido para que no pensara que estaba loco o algo.

—¿Jimmy? — Susurró.

—¿Uhm? — Seguí fingiendo estar somnoliento.

—B–buenos días... — Empezó a alejarse de mí, sin embargo no se lo permití.

—Un ratito más — rogué con un mohín — hoy no trabajas, ¿o sí? Es domingo. — Lo apegué más a mí, incluso más de lo que lo estaba antes de despertar.

Soltó un risa que llenó de magia toda la habitación... y mi corazón también. — Está bien. — Su respiración chocaba contra mi pecho y se sentía muy, pero que muy relajante. Estaba agradecido de que no me hubiera hecho a un lado desde el principio, menos ahora que cada uno podía sentir los latidos del otro. Todo era maravilloso en este ambiente. Sin embargo, no podíamos quedarnos en la cama toda la vida.

—¿Tienes hambre? — pregunté al cabo de un rato, cuando escuché que dentro de su estómago pequeñas fieras lanzaban gruñidos temibles.

—Perdón por eso. — Dijo avergonzado.

—Tú no te preocupes, ahora mismo hago el desayuno. — Sintiéndolo mucho, tuve que liberarlo de mi cariñoso y empalagoso abrazo para levantarme e ir a la cocina.

—Te ayudaré. — Corrió a mi lado.

Juntos preparamos unas gachas de arroz, que era todo lo quiere necesitábamos para saciar el hambre que teníamos.

—Deberíamos vender esto en las calles, está buenísimo. — Comenté antes de meter otra cucharada en mi boca

—Solo exageras. — Rió.

—Yo creo que nos haríamos millonarios.

—Solo come y calla. — Ordenó graciosamente intimidante.

—Qué rápido aprendes a ser insolente. — Los dos carcajeamos. — Me encanta... — No sabía si era solo para mí, pero el tiempo se ralentizaba cuando nuestras miradas se encontraban, como si el mundo estuviera a mi favor y me estuviera otorgando unos cuantos privilegios. Al final, cada uno volvió la vista a su respectivo plato para terminar de comer, pero antes de que pudiera hacer tal acción, un sonido insistente empezó a resonar en mi habitación.

Fui hasta la mesita donde lo había dejado y contesté.

—¿Qué pasa? — Pregunté con confianza.

—Oye, podrías al menos decir "hola" — respondió B del otro lado de la línea. Yo solo reí pensando en mi cabeza: "de ninguna manera". — Como sea, ¿tienes algo que hacer hoy? No lo creo, pero supongo que debo preguntar.

—Gracias por ser tan considerado. — Dije con tono sarcástico. — Pero tienes razón, a excepción de la tarea... no, no tengo nada que hacer.

—Perfecto, ¿te gustaría ser un suplente? — Me lo imaginaba con una sonrisa encantadora en su cara para tratar de convencerme, en el fondo tenía el espíritu de un vendedor elocuente del que difícilmente puedes escapar.

—¿Un suplente? ¿De qué? — El ruido de los platos siendo depositados en el lavabo y el agua cayendo sobre ellos llegó a mis oídos.

—Bueno ya sabes, Mark tiene una banda y hoy era día de práctica, pero a su guitarrista le surgió un imprevisto, ¿podrías venir y suplantarlo?

Polaris [Mii2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora