6. Un antiguo enemigo

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Aidam partió al amanecer con un pelotón de doce hombres escogidos por él mismo, sus mejores hombres

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Aidam partió al amanecer con un pelotón de doce hombres escogidos por él mismo, sus mejores hombres. Antes de irse nos encargó a nosotros la protección de su familia, algo a lo que accedimos gustosamente. Aidam, Acthea y Shyrim formaban parte de nuestra familia.
-Puedes irte tranquilo, Aidam -Le dije.
-Lo sé, viejo amigo.
-¿Sucede algo? -Le preguntó Milay. Su instinto le avisaba de que Aidam no parecía el mismo de siempre.
-No sucede nada, amigos míos. Solo simple rutina. Es tan solo que estando así Acthea, me preocupo mucho más de las cosas.
-Acthea estará bien. Aún faltan cuatro meses para el parto.
Aidam asintió, pero supe que no nos había contado toda la verdad. Me enteré más tarde, junto con el resto de ciudadanos de Khorassym, cuando aquel misterioso ejército que había ido a investigar llegó junto a nuestras puertas.
Sheila también se despidió de Aidam. No pude escuchar su conversación, pero más adelante me enteré de lo que hablaron.
-Mientras tú estás fuera yo continuaré con tus pesquisas -dijo mi hija.
-Te lo agradezco, Sheila -contestó Aidam-. Aún no sé si mi viaje y la presencia de ese asesino guardan algún tipo de conexión, pero si es así deberás andar con cuidado. Dentro de unos días llegará la prometida de nuestro rey y se armará un buen revuelo. Sospecho que ese será el momento en el que pueda suceder algo.
-¿Crees acaso que pueden atentar contra ella? ¿O contra nuestro rey?
-No lo sé, sin embargo son demasiadas casualidades.
Aidam se volvió a mirar atrás mientras cruzaba el enorme portón de la entrada, abrigado por el conjunto de sus hombres y nos saludó con la mano. Todos respondimos a su gesto. Todos excepto Sheila, que parecía sumida en sus propios pensamientos.


Todavía era de madrugada, cuando se escucharon varios golpes en la puerta de entrada de nuestra casa. Me levanté de la cama preocupado y acudí a abrir. El exterior se hallaba muy oscuro cuando abrí un resquicio y pregunté de quién se trataba.
-Tan solo un viajero -dijo una voz que no llegué a reconocer.
Sheila había llegado junto a mí y vi que traía una espada con ella. Con un gesto de asentimiento me apremió a abrir la puerta. Nuestra sorpresa fue mayúscula cuando ambos reconocimos a nuestro trasnochador visitante.
-¡No puede ser! -Oí que exclamaba Sheila, echándose hacia atrás hasta topar contra la pared.
Yo también dudé de mis sentidos al ver a aquel cuya túnica oscura encarnaba todo lo maligno que había sobre la faz de nuestro mundo.
-¡Dragnark! -Grité, asombrado y también asustado a un tiempo, he de reconocerlo.
Sheila blandió su espada y se encaró con el nigromante. Él tan solo levantó su mano en señal de paz.
-No te hará falta esa espada, querida sobrina.
-¿Qué estás haciendo aquí? -Pregunté, sin salir de mi asombro.
-He venido a ver a mi familia -respondió él, lo que no hizo más que incrementar mi desasosiego.
-¿Cómo te atreves...? -Gritó Sheila y vi arder en sus ojos el fuego de la ira.
-No soy el mismo de antaño. Dragnark murió. Ahora soy otra vez Ashmon.
-No te creo -dijo Sheila.
Dragnark o Ashmon, en ese momento ya no tenía idea de quién de los dos era, bajó su capucha y mostró los rasgos de un anciano.
-Mis poderes han desaparecido, al igual que los tuyos, sobrina.
-No me llames así -replicó Sheila y la vi agarrar con tanta fuerza la espada que sus nudillos se volvieron níveos.
-Quiero vivir mis últimos días en paz, pero antes de eso aún queda algo por hacer. Las tinieblas avanzan cada día y esta vez yo no tengo nada que ver con ello. Aprendí la lección con sangre... Nuestro oponente es alguien mucho más peligroso, tanto que yo no fui más que una mera sombra a su lado.
-¿Por qué nos cuentas esto? -Pregunté.
-Porque todos estamos en peligro y solo uniendo nuestras fuerzas lograremos detener la destrucción que va a llegar.
-¿Quieres que nos unamos a ti? -La mueca de odio en el semblante de Sheila era bastante comprensible-. Antes me dejaría matar lentamente...
-Eso será lo que sucederá si no actuamos con rapidez. Los emisarios del Señor Oscuro ya están aquí. Muy pronto atacarán y en este momento no podemos permitirnos desconfiar los unos de los otros.
-¿Y quién es ese nuevo Señor Oscuro del que hablas? -Pregunté.
-No es otro que el más cruel y sanguinario de todos ellos. Se hace llamar Akheronte el Desolador y es un mago oscuro de primera orden. Sus poderes son devastadores, tanto como su odio hacia el mundo. Él no se contentará con dominarnos, él quiere vernos muertos a todos.
-Estáis todos chiflados -dije-, con ese afán de destruirlo todo.
-Nosotros tres ostentábamos el poder más grande que nunca hubo en Kharos. Nuestras gemas nos convertían en los más poderosos magos, pero con él es algo distinto. Akheronte nació de la magia oscura, por lo que su poder es indescriptible.
-Si es tan poderoso, por qué no nos ha destruido a todos ya -preguntó mi hija y creí adivinar la respuesta que mi hermano iba a darle.
-Porque su poder aún es incompleto -dijo Ashmon-. Solo que no queda mucho para que al fin encuentre lo que busca.
-¿Y qué podemos hacer nosotros? Tú y yo somos unos ancianos y Sheila ya no posee ningún poder.
-Es verdad que somos unos ancianos, Sargon; aunque claramente tú más que yo, sin embargo aún podemos presentar batalla si nos lo proponemos; mientras que los poderes perdidos de Sheila pueden volver a recuperarse...
-¿Cómo? -Preguntó Sheila esta vez.
-Arrebatándoselos a los dioses, claro está.


Sheila no pudo dormir el resto de la noche y mucho menos estar tranquila al pensar que bajo nuestro techo cobijábamos a aquel que estuvo a punto de destruirla y que acabó con la vida de nuestros amigos, así como de otros centenares de personas. Ashmon me había implorado escucharle y yo no me pude negar a hacerlo. En otro tiempo mi único deseo fue atraerle hacia la luz y lograr que abandonase la oscuridad que lo poseía. Después de los sucesos que tuvieron lugar mi único deseo fue verle muerto. Ahora volvía a mí, implorando su redención y yo no tuve valor para echarle de nuestras vidas. Aún seguía siendo mi hermano, después de todo.
Mi hija se hallaba sentada en un rincón del amplio salón, pensativa y silenciosa.
-¿Crees que dice la verdad? -Le pregunté.
-Qué más da. Es un asesino y como tal debería pagar por sus crímenes. Nuestra obligación es entregárselo al rey Durham y dejar que él decida su suerte.
-Sabes que no tendría ninguna oportunidad.
-Eso me da igual. Debemos recordar a Daurthon, a Haskh y a Dharik y a tantos otros. De qué servirán sus muertes si ahora nos aliamos con su asesino.
Llevaba razón, supe reconocerlo, pero también sospechaba que esta vez Ashmon no mentía. Si era cierto que solo unidos podíamos derrotar a ese nuevo mal, cómo íbamos a darle la espalda.
-Si estuviera aquí Aidam ya habría acabado con él -continuó Sheila-. Estamos siendo demasiado confiados.
-A veces hay que dejar atrás el odio, Sheila. Es como un lastre que puede hacer zozobrar nuestro navío.
-No creo que nunca pueda dejar de odiarlo.
La comprendía muy bien, pues eso mismo era lo que yo sentía, pero debía obligarme a mirar más allá de mis propios sentimientos y lograr que Sheila también lo hiciera.
-Te guste o no, Ashmon está ahora bajo mi protección y no pienso entregárselo al verdugo. Antes quiero hablar con él y averiguar si es cierto lo que cuenta.
-Es una equivocación, padre y podría costarnos muy caro.
-No tengo más remedio que aceptar el riesgo. Mañana hablaré con él y si resulta que nos está mintiendo, yo mismo le entregaré a las autoridades para que lo ejecuten.

El secreto del dragón. (terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora