El inicio.

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Viernes.

Hace algunos años. Exactamente hace 7548 años, está bien, no hace tantos, solo dieciséis, una niña cayó del cielo, literal. Todo estaba oscuro esa noche, las calles eran de tierra, el cemento todavía no existía, o quizás sí, pero en ese lugar no. Ella había estado caminando por las nubes, como siempre lo hacía. Era el cielo, ella vivía en el cielo sola. Suponía que cada uno tiene su propio cielo y es por eso que no había nadie más. Era como un hotel, Dios y Jesús, eran los dueños. Ella estaba en su cielo, su habitación, caminando por las nubes, hasta que atravesó una. Mientras caía se imaginaba que era su momento. Ella iba por fin a vivir en la tierra. No fue como esperaba. Mientras iba cayendo, se convertía en un feto. Si, un feto. Cayó dentro de una mujer. Por supuesto no era su madre, ella era libre, un alma libre, pero esa mujer la cuidaría hasta que ella llegara a su verdadera forma. El tiempo fue pasando. Ella no recordaba que era un ángel, hasta que esa noche mientras estaba acostada en su cama leyendo, vino a su cabeza el recuerdo de que caía por las nubes, esta vez no se convertía en feto, esta vez caía en su forma real, caía con la forma de una niña de dieciséis años, hasta su cuerpo. Su cuerpo real. Todo comenzaba en ese momento...

- Es hora de despertarse.

- Todavía no.

- Debes ir al colegio, hija.

- Pero quiero seguir durmiendo...

Todo es silencio, pero siento pequeñas gotas de agua cayendo en mi cara.

- Ahora.

- Ahora. -repito y me saco las frazadas de encima. - Acabo de descubrir algo genial.

- Me lo cuentas en el desayuno.

La veo salir de mi cuarto y me apuro a cambiarme y buscar mis libros. Olvidé hacer la tarea. Una vez más. Pero acabo de descubrir que todos estos años en que averigüé sobre cosas como duendes, hadas, fantasmas y ángeles, fueron en realidad una señal de que yo, soy alguno de ellos. Soy como ellos. No soy humano y mis padres, no son mis padres, son mis guardianes, aunque no lo sepan. Bajo corriendo las escaleras.

- ¿Puedes bajar más despacio?

- Escuchame, humano insignificante...

- ¡Ángeles! -grita la mujer que no es mi madre. -Trata con respeto a tu padre.

- Pero...

- Siéntate y desayuna.

Hago caso. Tal vez sea la última vez que desayune con ellos. Después de todo, ya sé la realidad y no tengo porque vivir aquí. Tal vez, un ángel vendrá a llevarme y me ayudará a defenderme en el mundo, seré...

- ¡Libre por fin! -levanto los brazos y escupo un poco de jugo.

- ¡Ángeles!

- Debo irme. -levanto mi mochila del piso. - Nos veremos en el cielo, tal vez.

- ¡Ángeles!

Suelto un soplido y salgo de mi casa. El perro que siempre me ha ladrado, me mira detenidamente, pero ya no ladra. Ese es el primer beneficio de volver a ser sobrenatural. De volver a ser la que verdaderamente soy.

Mientras camino todos me miran, me miro la ropa, pero no estoy brillando o algo así.

Espero el autobús al lado de un anciano y un pequeño niño.

- Abuelo, esa niña...

El abuelo me mira y luego le hace una seña al niño con la cabeza para que deje de verme. En verdad, seguramente estoy brillando, pero yo no lo puedo ver.

Alma de ángel. (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora