EN LONDRES (EL COMIENZO DE TODO)

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Mis ojos inundados, como riachuelos desbordados. Tomé mi bolso y salí corriendo del instituto. Samanta, mi mejor amiga intentó detenerme, pero mi mente estaba tan nublada como mis ojos. Subí cinco cuadras arriba en la avenida y me desmoroné en un banco solitario.

- ¡Que estúpida eres! -me grité.

Cómo se me ocurría meterme con el idiota del novio de Leah Smith, la chica que más me odiaba en el mundo. Con la vista nublada y húmeda todavía me fijé en mi reloj, tenía una hora antes de que papá llegara del trabajo así que me puse de pie y caminé rápido.

Ese día había sido la gota que colmó el vaso de mi paciencia. Hace meses la vida me era insoportable, sin mi mamá y con papá refugiándose en su trabajo para no pensar, estaba muy sola. Todos en la escuela me miraban con pena y murmuraban a mis espaldas en los pasillos.

Incluso mis amigas habían cambiado, no tocaban ciertos temas y evitaban invitarme a fiestas. Sé que solo lo hacían para cuidarme, porque desde la desaparición de mi madre no tenía control. En un arrebato me había cortado el pelo muy corto, me había hecho un tatuaje y cada vez que tomaba no paraba hasta perder la conciencia.

De esa manera terminé junto a Jacob, el novio de Leah aquella noche. Sinceramente no recordaba nada, como casi todas las noches que salía. Lo peor fue noches después del incidente cuando el muchacho se me acercó con sus amigos en una discoteca a burlarse de mí y para colmo Leah vio todo desde lejos, sin saber lo que realmente estaba pasando.

Eso nos llevó a pelear en el campo durante el entrenamiento y así terminé aquí, guardando ropa y mis ahorros en una mochila. No es que haya explotado solo por esta situación de amoríos adolecentes, si no que ya habían sido suficientes problemas en un año.

Había estado investigando y planeando todo, pero no podía hacerlo sola. Me puse unos jeans y zapatillas discretas y me cubrí la cabeza con una gorra. Al salir de mi casa vi pasar patrullas de policía y una ambulancia, que por alguna razón me resultaron interesantes, pero no tenía tiempo de distracciones.

Caminé veloz por las zigzagueantes calles de la ciudad, decidida. No estaba asustada en lo más mínimo y tal vez era extraño el hecho de que no lo dudara ni una sola vez.

Durante ese breve recorrido hasta la estación de trenes la vida se sintió diferente. El cielo tronó sobre mi cabeza y corrí unas últimas cuadras para no mojarme. Una vez allí compre el pasaje para un tren hacia Harlow.

La estación estaba casi vacía y adentro hacia un poco de frío. Tomé asiento y me apoyé contra la pared de ladrillos.

En el banco de en frente mío había un arrugado hombre sentado. En su mano había un boleto, pero algo me resultaba extraño en él. El papel estaba deteriorado y parecía de una impresión antigua. Entonces vi la fecha, era del 23/12/1941.El hombre me encontró mirándolo y sonrió, pero sus ojos estaban tristes.

-Lo notaste, eres una muchacha observadora-expresó amable.

-Lo lamento, es que me dio curiosidad la fecha del boleto-respondí ruborizándome por la vergüenza.

-Ese día yo estaba en este mismo banco, esperándola...-dijo aquella boca reseca.

Los labios partidos por el tiempo hablaron, pero fueron sus ojos quienes recordaron. Las comisuras temblando, sostenidas por arrugas de tiempo y dolor. No me miró.

-Íbamos a huir, la guerra era inminente y...queríamos irnos a América. Pero ella no llegaba-la voz quebrada en la necesidad de hablar con alguien-esperé, pero tal vez no lo suficiente. Solo sé que nunca nadie la volvió a ver.

-Lamento su historia, señor-exprese sintiendo pena de verdad por el hombre.

-Perdón, no sé porque le cuento esto joven, solo, solo necesitaba decirlo. Perdón.

(2º Libro) De Regreso al ArmarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora