Imagina que Tom Riddle jamás hubiera existido, que Colagusano no hubiera sido un merodeador. Y que Sirius y Remus hubieran estado felizmente casados.
La pareja Black-Lupin deseaba tener un pequeño o pequeña cachorr@ que correteara por la casa y que...
-¡Gryffindor por aquí! ¡Seguidme, los de Gryffindor por aquí!-Percy guiaba por los pasillos a todos los Gryffindors hasta su sala común.
Entre aquellos nuevos Gryffindors de primero se encontraban cinco amigos: Tom, Harry, Hermione, Ron y Lily.
Todos ellos estaban muy emocionados. En una semana comenzarían las clases, aprenderían hechizos y pociones... Sin duda todos estaban más que emocionados por empezar el curso.
Por las cartas que le mandaban a Lily los gemelos estar allí era genial, era un segundo hogar en el que podías tener otra familia con la que compartir tu día a día.
Después de subir unas cuantas escaleras encantadas y de ayudar a un niño llamado Neville a levantarse del suelo al haberse tropezado con un par de escalones, llegaron a la entrada de la sala común de Gryffindor.
La entrada era un cuadro grande con una Dama que llevaba un fino vestido de seda rosa, aquella se hacía llamar la Dama Gorda.
-Caput Draconis- el prefecto pelirrojo recitó la contraseña, a lo que la Dama Gorda le dejó entrar-.
Lily estaba asombrada. La sala común era cálida y acogedora, dominaban los colores carmín y dorado y tenía un par de chimeneas.
En las esquinas tenía mesas para estudiar y hacer los deberes. También había algunos cuadros de antiguos Gryffindors o directores.
Percy guío a las chicas a sus dormitorios y les indicó a los chicos dónde estaban los suyos. El prefecto Weasley tampoco podía llegar muy lejos, porque como todos los que han leído historia de Hogwarts saben, los chicos no pueden subir a las habitaciones de las chicas.
Grata fue la sorpresa de Lily y Hermione al ver que les tocaba a las dos en la misma habitación. Ambas estaban emocionadas, solo querían que fuera el día siguiente para poder hablar con Pandora y los chicos sobre su mágica llegada a Hogwarts.
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Ya había pasado una semana desde que entraron a Hogwarts, los seis amigos no podían estar más emocionados. Desgraciadamente solo tenían un par de asignaturas al día compartidas con Ravenclaw, claro que eso no era problema para la gran amistad que habían desarrollado todos ellos en tan poco tiempo.
Ahora Lily se dirigía a su primera clase de pociones, ya habían dado Encantamientos y Transformaciones. Lily estaba encantada con las clases, sin quererlo ya había conseguido 20 puntos para Gryffindor, igual que Hermione.
El aula de pociones se situaba en las mazmorras, era un lugar frío y escalofriante. Dominaba el color negro y verde, dando a entender el favoritismo que tenía el profesor por su casa.
Lily entró a la clase junto con Hermione, Ron, Harry y Tom. Lily se sentó junto con Tom en la primera fila, al lado de un Slytherin rubio de tez clara y otro Slytherin de pelo castaño de tez morena. Lily les sonrío y sacó un pergamino y su pluma para tomar apuntes cuando llegara el profesor, quería ser de las mejores de la clase.
