Imagina que Tom Riddle jamás hubiera existido, que Colagusano no hubiera sido un merodeador. Y que Sirius y Remus hubieran estado felizmente casados.
La pareja Black-Lupin deseaba tener un pequeño o pequeña cachorr@ que correteara por la casa y que...
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La pequeña Lily ya tenía cinco años. La relación que tenía con sus padres era envidiable y se llevaba estupendamente con sus padrinos.
Lily y Harry eran uña y carne, raramente se peleaban y siempre estaban juntos. Eran prácticamente hermanos.
Lily había crecido, era una preciosa niña pelirroja con unos bonitos ojos azules. Era muy inteligente y ya sabía hablar y leer fluidamente.
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Lily había desarrollado un gran interés por la música gracias a Sirius, le encantaba sentarse delante de su padre mientras este tocaba la guitarra. Le encantaba escucharlo a todas horas, era una cosa que había amado desde pequeña. Ella quería que su padre la enseñara a tocar la guitarra, a lo que él aceptó con gusto.
Remus le leía a la pequeña todas las noches y la mayoría de las tardes. Sin duda alguna, aquella era una familia unida.
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Lily estaba en casa de sus padrinos, leyendo un cuento para Harry. Sirius y Remus habían ido a comer juntos y a pasar la tarde juntos. A causa de eso, Lily se quedaría a dormir allí.
-Cuando los jardines quedaron desiertos, de un agujero que había entre las raíces de la cepa salió un robusto y bigotudo conejo con una varita mágica entre los dientes. Babbitty abandonó los jardines dando brincos y se marchó muy lejos; y allí, sobre la cepa, fue colocada una estatua de oro de una lavandera, y en ese reino nunca volvieron a perseguir a ningún mago ni a ninguna bruja- terminó de relatar Lily-.
