Epílogo.

81 10 30
                                    

No sabe qué hacer exactamente. Incluso teniendo razones válidas no siente que sean suficientes para convencerlo de volver. Regresar implica abrir muchas de las heridas que creyó ya cerradas para siempre, pero a quién quiere engañar si ni siquiera luego de tres años pudo encontrar a alguien que le hiciera sentir un cuarto de lo que sintió estando con él.

Esos malditos papeles de la universidad, que en realidad necesita lo más pronto posible para un ascenso seguro, siguen siendo pateados de sus pensamientos porque Luhan se excusa con la idea de seguir viviendo tranquilamente sin el bendito ascenso de trabajo.

Seguir rechazando a Yixing amablemente ya no es una opción agradable. Su mejor amigo hace tiempo que quiere llevarlo de vuelta a Corea, tuvo suerte de estar en el apogeo de su puesto para poder negarse a esa propuesta hace un año. Sin embargo; Yixing es insistente, hace un par de meses volvió a pedirle que al menos le visite unos pocos días. Luhan a estas alturas ya no puede ocultar la culpa que siente, es tan mal amigo que la última vez que vio a Yixing fue cuando el otro viajó a China en una celebración por haber terminado su carrera, las siguientes semanas prometió visitarle en su nuevo trabajo pero se acobardó a último momento.

Y haberle comentado a su amigo que necesita ciertos papeles de la universidad en la que cursó para aspirar a un cargo jefe sólo empeoró las cosas. Lamentablemente, los trámites sólo pueden ser de forma presencial, por lo que si quiere subir en la escala empresarial debe volver a Corea como mínimo una semana. Yixing, su buen amigo, se encarga de recordárselo todos, absolutamente todos, los dichosos días, enlistando para él los beneficios de volar al país en el que estudió.

No ha vuelto en tres años. Ni siquiera por casualidad ha vuelto a Corea. Y su cabeza siempre se divide entre dos pensamientos. Por un lado la curiosidad y una ligera necesidad desesperada de saber cómo es su vida ahora, si ha cambiado en algo ¿Cómo estará él?, ¿cómo estará Vivi?, ¿trabaja en la revista que siempre quiso?, ¿ya conoció a alguien?, ¿será feliz? Muy paralelo a eso se encuentra el temor, el pánico. Le da vergüenza admitir que a pesar de haber pasado ya tres largos años Sehun nunca abandonó sus pensamientos por completo, incluso intentando conocer a otras personas fue inevitable que las comparase con su adorado Sr. Lu. Extrañarlo hasta el día de hoy parece una locura después de tanto tiempo ¡Por dios! Él hasta ya puede tener su propia familia y Luhan aún no puede dejar de aferrarse a esos recuerdos que su mente se niega a borrar. Es tan humillante saber que no ha podido dejarlo ir. Si estando lejos sus memorias no han dejado de rondarlo no quiere ni pensar las sensaciones que llegarán a su mente estando en la ciudad donde lo conoció. Es por eso que se niega a volver.

Hasta ahora sus excusas sentimentales han sido más poderosas que las razones lógicas.

Intentando apaciguar un poco las preocupaciones se propone seguir corrigiendo uno de los proyectos que se le asignó, o al menos fue así hasta que notó una llamada entrante de su padre. Luego del saludo cordial su padre procede.

—Hijo —el tono triste desde el comienzo de la llamada le dice a Luhan que no es algo bueno, probablemente se trate de su difunta tía Xiang—. Como sabes estamos todos agotados aquí intentando solucionar los inconvenientes que trae vender la casa de Xiang a la distancia.

Su tía Lu Xiang, quien le ofreció alquilarle el departamento que se encontraba arriba del suyo falleció hace aproximadamente un mes. Esa mujer solitaria y triste que Luhan en su tiempo apreció se ha ido. En el fondo él tiene miedo a terminar del mismo modo.

—Lo sé, ¿ha ocurrido algo nuevo?

—No precisamente —suspiró—. Todos aquí hemos decidido que lo más conveniente es demoler la casa y vender el terreno ya que nadie quiere comprar una casa tan vieja que parece hogar compartido.

The observer || HunHanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora