La inscripción en el muro

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Hay un capítulo antes que este. Si este te salió primero por las locuras de Wattpad vuelve y lee el anterior.

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A Molly le fue imposible dejar la lectura por lo que continuó sin que nadie le interrumpiese.

—¿Qué pasa aquí? ¿Qué pasa?

Atraído sin duda por el grito de Malfoy, Argus Filch se abría paso a empujones.

—Oh no—Dijo James abriendo los ojos con fuerza.

—¡EL VIEJO SE VA A DESMAYAR!—Gritó Canuto.

Vio a la Señora Norris y se echó atrás, llevándose horrorizado las manos a la cara.

—¡Mi gata! ¡Mi gata! ¿Qué le ha pasado a la Señora Norris? —chilló. Con los ojos fuera de las órbitas, se fijó en Harry—. ¡Tú! —chilló—. ¡Tú! ¡Tú has matado a mi gata! ¡Tú la has matado! ¡Y yo te mataré a ti! ¡Te...!

—¡Él no fue!—defendió June.

—Siempre terminan entrometiéndose de alguna manera—Lamentó Sirius.

June hizo una mueca.

—Siempre.

—¡Argus!

Había llegado Dumbledore, seguido de otros profesores. En unos segundos, pasó por delante de Harry, Emily y sus amigos y sacó a la Señora Norris de la argolla.

—Ven conmigo, Argus —dijo a Filch—. Ustedes también también, Potter, Greengrass, Weasley y Granger.

Lily y James negaron con la cabeza.

—¿Segura de que quieres tenerlos?—le preguntó el segundo.

Lily lo golpeó en la cabeza.

—¡Ay!—se quejó—, solo bromeaba.

Lockhart se adelantó algo asustado.

—Mi despacho es el más próximo, director, nada más subir las escaleras. Puede disponer de él.

—Gracias, Gilderoy —respondió Dumbledore.

—Muérete, Gilderoy—corrigió Canuto.

Y a varios les gustó la corrección.

La silenciosa multitud se apartó para dejarles paso. Lockhart, nervioso y dándose importancia, siguió a Dumbledore a paso rápido; lo mismo hicieron la profesora McGonagall y el profesor Snape.

Cuando entraron en el oscuro despacho de Lockhart, hubo gran revuelo en las paredes; Harry se dio cuenta de que algunas de las fotos de Lockhart se escondían de la vista, porque llevaban los rulos puestos. El Lockhart de carne y hueso encendió las velas de su mesa y se apartó. Dumbledore dejó a la Señora Norris sobre la pulida superficie y se puso a examinarla. Los chicos intercambiaron tensas miradas y, echando una ojeada a los demás, se sentaron fuera de la zona iluminada por las velas.
Dumbledore acercó la punta de su nariz larga y ganchuda a una distancia de apenas dos centímetros de la piel de la Señora Norris. Examinó el cuerpo de cerca con sus lentes de media luna, dándole golpecitos y reconociéndolo con sus largos dedos. La profesora McGonagall estaba casi tan inclinada como él, con los ojos entornados. Snape estaba muy cerca detrás de ellos, con una expresión peculiar, como si estuviera haciendo grandes esfuerzos para no sonreír.

Los merodeadores miraron a Snape con sospecha.

—Quejicus...quejicus...—susurró Canuto.

Los mellizos Potter y La Cámara SecretaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora