Gilderoy Lockhart

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Al día siguiente, sin embargo, Harry apenas sonrió ni una vez. Las cosas fueron de mal en peor desde el desayuno en el Gran Salón.

—De nada—Gruñó Sirius.

Bajaron el techo encantado, que aquel día estaba de un triste color gris, las cuatro grandes mesas correspondientes a las cuatro casas estaban repletas de soperas con gachas de avena, fuentes de arenques ahumados, montones de tostadas y platos con huevos y beicon. Harry, Luke y Ron se sentaron en la mesa de Gryffindor junto a Alice, Emily y Hermione, la última tenía su ejemplar de Viajes con los vampiros abierto y apoyado contra una taza de leche. La frialdad con que ella dijo «buenos días», hizo pensar a Harry que todavía les reprochaba la manera en que habían llegado al colegio.

—Muy bien—Felicitó June.

Harry, Emily, Luke y Ron se encogieron en sus lugares.

—Lo hace—Se lo confirmó su hermana—. Me ha regañado toda la mañana.

—Y toda la noche—Agregó Emily de mal humor.

Neville Longbottom, por el contrario, les saludó alegremente. Neville era un muchacho de cara redonda, propenso a los accidentes, y era la persona con peor memoria de entre todas las que los mellizos habían conocido nunca.

Neville sonrió un poco sabiendo que aquello era cierto.

Sus conocidos rieron un poco recordando las anécdotas vergonzosas del chico.

—El correo llegará en cualquier momento —comentó Neville—; supongo que mi abuela me enviará las cosas que me he olvidado.

Efectivamente, Harry acababa de empezar sus gachas de avena cuando un centenar de lechuzas penetraron con gran estrépito en la sala, volando sobre sus cabezas, dando vueltas por la estancia y dejando caer cartas y paquetes sobre la alborotada multitud. Un gran paquete de forma irregular rebotó en la cabeza de Neville, una lechuza negra descendió y le dejó una carta a Luke, y un segundo después, una cosa gris cayó sobre la taza de Hermione, salpicándolos a todos de leche y plumas.

Ron miró el libro completamente ofendido.

—¿Cosa?—Preguntó con desagrado—. Errol no era una "cosa"

Luna rió a su lado, una risa suave.

—Era muy bonita—Admitió la rubia.

Ron asintió.

—¡Exacto! No era una cosa.

—¡Errol! —dijo Ron, sacando por las patas a la empapada lechuza. Errol se desplomó, sin sentido, sobre la mesa, con las patas hacia arriba y un sobre rojo y mojado en el pico.

Los Weasley sonrieron un poco al escuchar aquello.

»¡No. ..! —exclamó Ron.

—No te preocupes, no está muerto —dijo Hermione, tocando a Errol con la punta del dedo.

—Parecía muerto—Mencionó Alice, acostada en el regazo de Harry mirando el techo.

Pudo sentir la mirada enojada de Ron sobre ella, lo que le provocó una sonrisa.

—Solo digo...—Murmuró.

—No es por eso... sino por esto.

Ron señalaba el sobre rojo. A Harry y Emily no les parecía que tuviera nada de particular, pero Ron y Neville lo miraban como si pudiera estallar en cualquier momento.

—Oh no—Dijeron las personas que sabían que era en la habitación.

Ron sonrió forzadamente y con algo de molestia.

Los mellizos Potter y La Cámara SecretaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora