El heredero de Slytherin

2.1K 132 251
                                    

Canuto chilló con emoción.

—¡El heredero de Slytherin!—gritó—, no puedo dejarlo, me ha tocado el mejor.

Con la emoción y nerviosismo recorriendo sus venas Canuto continuó la lectura.

Se hallaban en el extremo de una sala muy grande, apenas iluminada. Altísimas columnas de piedra talladas con serpientes enlazadas se elevaban para sostener un techo que se perdía en la oscuridad, proyectando largas sombras negras sobre la extraña penumbra verdosa que reinaba en la estancia.

Con el corazón latiéndoles muy rápido, Harry y Emily escucharon aquel silencio de ultratumba.

¿Estaría el basilisco acechando en algún rincón oscuro, detrás de una columna?

—Ay, por favor no—pidió Lily con los ojos cerrados.

James deseaba lo mismo que la chica, deseaba que tomaran a Ginny y salieran corriendo de ahí pero sabía que aquello no iba a ser así, algo más iba a suceder, lo sospechaba por las miradas nerviosas de los merodeadores 2.0.

¿Y dónde estaría Ginny?

Sacaron su varita y avanzaron por entre las columnas decoradas con serpientes. Sus pasos resonaban en los muros sombríos. Iban con los ojos entornados, dispuestos a cerrarlos completamente al menor indicio de movimiento. Les parecía que las serpientes de piedra los vigilaban desde las cuencas vacías de sus ojos. Más de una vez, el corazón les dio un vuelco al creer que alguna se movía.

Al llegar al último par de columnas, vieron una estatua, tan alta como la misma cámara, que surgía imponente, adosada al muro del fondo.

Harry y Emily tuvieron que echar atrás la cabeza para poder ver el rostro gigantesco que la coronaba: era un rostro antiguo y simiesco, con una barba larga y fina que le llegaba casi hasta el final de la amplia túnica de mago, donde unos enormes pies de color gris se asentaban sobre el liso suelo.

—Salazar Slytherin—murmuró Lunático pensativamente—. La estatua debe ser de él.

Canuto le dirigió una mala mirada.

—¡Podemos concentrarnos en el hecho de que nuestros futuros sobrinos van a morir!—pidió.

—Era solo una observación—murmuró Lunático.

Y entre los pies, boca abajo, vieron una pequeña figura con túnica negra y el cabello de un rojo encendido.

—¡Ginny!—susurraron, corrieron hacia ella e hincándose de rodillas—. ¡Ginny! ¡No estés muerta! ¡Por favor, no estés muerta!

—Y así reviví mágicamente—dijo Ginny sarcásticamente—. Porque los mellizos Potter me pidieron que no esté muerta.

Harry y Emily negaron con la cabeza algo divertidos.

Dejaron la varita a un lado, tomaron a Ginny por los hombros y le dieron la vuelta. Tenía la cara tan blanca y fría como el mármol, aunque los ojos estaban cerrados, así que no estaba petrificada. Pero entonces tenía que estar...

—Ginny, por favor, despierta — susurró Harry sin esperanza, agitándola. La cabeza de Ginny se movió, inanimada, de un lado a otro.

La imagen de Ginny se pasó por la mente de los mellizos. Ambos hicieron una mueca y movieron la cabeza intentando alejar aquella imagen de su cabeza.

Si Ginny hubiera muerto...

Se detuvieron ahí.

No había caso pensar en ello, Ginny seguía con vida, ya no tenían que preocuparse por eso.

Los mellizos Potter y La Cámara SecretaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora