Capitulo 7:

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Si te paras justo en el borde de un acantilado y miras el profundo vacío que se impone por debajo de tus pies, el resultado será igual al que genera una montaña rusa cuesta a bajo.

La adrenalina ciega tus sentidos y dos sentimientos se encuentra dentro tuyo, uno te dice que saltes o carcome tu mente anhelando el preciso momento que comenzás a descender, por otro lado la parte lógica y racional se aferra a la seguridad de permanecer en tu zona de confort ignorando ese basto impulso de adrenalina.

Esto es exactamente lo que le pasa a Alicia con los grupos grandes de personas, la adrenalina de sentir todas las miradas puestas en ella y querer huir del lugar saltando por una ventana o incluso lanzandose del autobús la ciega. Pero solo quedan en el pensamiento, porque pese a sus cientos de míles de monstruos y demonios que rondan su mente ella es una persona racional.

Tomando un último y largo respiro profundo Alicia comienza su ya tan conocido camino por la Ribera; aún es temprano y las personas tardaran al menos dos horas más en llegar, pero a ella no le importa, incluso le agrada la idea ya que puede apreciar el magnífico paisaje del río reflejando la enorme ciudad antes de que sea interrumpido por los turistas.

- Buenos días Alicia.- Escucha decir a Dominic detrás de un montón de plantas en su sección.

- Buenos días Dominic.- Contesta Alicia a la mujer ya un poco mayor mientras sigue su el camino hasta su sección.

Hacia ya seis años que trabajaba en la Ribera, seis hermosos años en los que ella había logrado subsistir vendiendo su arte, sus obras tan amadas. Muchas personas calificaban sus pinturas como abstractas o incluso superposiciones de la realidad, pero la verdad es que las pinturas servían como una suerte de espejo o incluso ventanas por las que se podían ver las peores pesadillas.

Quizá por eso sus pinturas tenían tanto éxito en el mercado, dejaban en evidencia lo que las palabras no eran capaces de describir.

Cuando por fin logró llegar a su sección los demás artistas no la saludaron, incluso la miraron con algo de recelo. Era de esperar ya que sus obras éclipsaban las demás, pero si por un segundo ella pudiera renuncira a sus demonios a cambio de nunca volver a pintar lo haría, después de todo ella lo hacía para liberar algo de la opresión que estos ejercían.

Comenzó extendiendo una tela en el piso donde colocó sus cuadros más pequeños; estás obras se componían por un niño sin ojos que le devolvía la mirada, un laberinto el cual parecía hacerse más angosto con cada segundo, una anciana con una enorme sonrisa macabra, una chica con la mitad de la cara hermosa y la otra completamente desfigurada, esas eran algunas de las pequeñas obras que Alicia sabría que vendería esa misma noche.

Detrás de estás, paradas sobre un largo atril colocó tres pinturas mucho más grandes en comparación; un auto envuelto en llamas negras, un monstruo sonriendo debajo de una cama y una mujer corriendo por un oscuro bosque componían esas pinturas.

Con una última mirada rápida para corroborar que todo estuviera perfecto volteó hacia el río en frente y no pudo evitar pensar que si alguien pintara el lugar ella amaría poder quedar atrapada en el, pero no podría ya que estaba cautiva en sus propios cuadros.

Con una última mirada rápida para corroborar que todo estuviera perfecto volteó hacia el río en frente y no pudo evitar pensar que si alguien pintara el lugar ella amaría poder quedar atrapada en el, pero no podría ya que estaba cautiva en sus pro...

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Psicosis © [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora