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Kuroo.

Las mañanas de domingo eran bastante calmadas. El vecindario donde vivía nunca había sido particularmente ruidoso y los pocos miembros de mi familia (mis padres y yo) Tampoco hacíamos demasiado ruido.

Observé el techo iluminado por la liguera luz de la cortína y me removí entre las sábanas
antes de estirar mi cuerpo.

Brazos.

Hombros.

Caderas.

Suspiré y me puse de pie. Entre abrí la ventana solo para observar a Kenma a través de la rendija de la ventana, dormido con los cascos torcidos sobre las orejas, una postura terrible y un mando a punto de caerse de la cama. Suspiré y reí por lo bajo, ¿Cuantas veces había visto esa imagen? Demasiadas para ser sano.

Revisé la hora, cerca de las 8 de la mañana. Me tomaría poco tiempo alistarme y tomar el desayuno. Así que me adentré al baño y realice mi rutina diaria. Una vez bañado, cepillado, peinado proseguí a vestirme con lo que normalmente me pondría: una camiseta cualquiera, pants y una sudadera acompañada de un par de tenis.

Solo sería una tarde de tutorias. Bajé la escaleras y me adentre a la cocina, era idéntica a la de Kenma debido al modelo original de la casa, pocas decoraciones las diferenciaban y en parte era divertido cuando eramos pequeños. A veces no sabíamos en cual de las casa estabamos por muy extraño que parezca.

Serví pan y prepare huevos, lo más americano posible, porque si algo hacían bien los americanos era ser prácticos. Desayunar no tomó ni 10 minutos.

Tomé mi mochila y la llené con algunos libros, cuadernos y guías de años anteriores que Hinata podría utilizar. Tomé mi celular y audífonos y salí de casa.

La música se reproducía en mis audifonos, nada en particular, solo un montón de canciones a modo aleagorio hasta que llegué a la zona en cuestión. Busqué el número de Hinata entre mis contactos y presioné el botón de llamar.

Repicó un par de veces y entonces la somnolienta voz del Hinata invadió mis oídos. Sonreí sin razón por el tono acelerado, torpe y cansado con el que decía: — ¿Ah? Ah, si, ¿Diga?

— debí asumir que los domingos recargabas la energía de la semana entera, chibi-chan.

— ¿Kuroo?

— ¿Olvidaste tambien nuestra cita de estudios?

— nuestra... — lo escuché maldecir varias veces lejos de la bocina, luego un golpe seco y lo que parecieron pasos rápidos y puertas — no, p-por supuesto que no, ¿Ya vienes en camino?

— estoy dablando la esquina.

— doble... — volvió a maldecir unas cuantas veces y lo escuché gritar de fondo — Pa' un amigo de la escuela está por venir — traté de no reirme, pero todo al otro lado se escuchaba tan desastroso que fue casi imposible — vale, Kuroo-san. Te veré en un momento.

La llamada se cortó y seguí mi camino hasta el edificio. Hinata me había dado la direccion en días anteriores así que tomando el ascensor llegué al piso 8. Toqué la puerta del departamente 12-H y en menos de teeinta segundos apareció el pequeño chico pelirojo con cabello más desordenado que nunca, abrió.

Sus mechones de pelo estaban por doquier, tenía pantuflas de oso, un par de pants deportivos puestos a las prisas y una camiseta... pero lo que más me sorprendió y sacó de mi un sonrojo fue verle usar mi chaqueta del club.

Era grande, si que lo era. La pieza de ropa estaba medio puesta y caía por su brazo en uno de los lados. Ni siquiera parecia darde cuenta de esto.

N E K O M ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora