CAPITULO 6 DOLORES DEL CORAZON I

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Candy se encontraba en casa, junto a su abuelo, ya pasaba de medianoche y su hermana aun no regresaba, no entendía como era posible que su hermana se la pasara a altas horas de la noche sola, veía a su abuelo y daba gracias al cielo que el fuera como un tronco al dormir, pues no se percataba de la hora en la que la menor de sus nietas volvía.

En aquel momento escucho como llego un automóvil, estaba dispuesta a salir a hablar con Archibald pues no era posible que las cosas siguieran como hasta ahora, se asomó por la ventana y se percató que en efecto era su hermana pero el automóvil no era de la familia Ardley, al menos no lo reconocía como tal, por lo que decidió aguardar hasta que su hermana entrara.

Cuando la pelinegra entro, ella inmediatamente se colocó frente a ella para reprenderla –Buenas noches –Dijo molesta -¿Sabes qué hora es?

-Hermanita –Dijo sonriente la joven mientras la abrazaba –Te quiero mucho

-Tomaste –Acuso a la joven quien le miro inocentemente y sonrió

-Solo un poco...

-¡Annie!

-No tiene nada de malo, solo me divierto

-Mañana tienes que ir al colegio

-Lo sé, lo se

-¿Crees que te levantaras, cuando te duermes a esta hora?

-¿Qué hora es?

-Las dos de la mañana

-No me había dado cuenta –Dijo fingiendo inocencia –Bueno un día que falte no hay problema...hasta mañana hermanita

Dejo a la rubia con la palabra en la boca, sin darle tiempo a siquiera darle una mirada reprobatoria, simplemente se fue sabiendo que su hermana no le haría absolutamente nada.

Candy dejo escapar unas lágrimas de sus ojos verde esmeralda, molesta por las actitudes de su hermana, pues no era posible que se comportara así cuando ella dejo todo para dárselo a ella; no se percató de que su abuelo había observado todo, al parecer no dormía como tronco como ella pensaba.

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A la mañana siguiente como había previsto su hermana no se levantó, es más ni siquiera hizo el mínimo esfuerzo de levantarse para ir a la escuela, estaba demasiado cansada como para ir a perder su tiempo en aquel lugar.

-Ya me voy, Abu

-Con cuidado, Candy –Dijo sonriendo amargadamente al ver a su nieta partirse en dos, pues desde que había conseguido el papel de la obra, tenía que irse temprano para poder ir a ensayos y después al trabajo, todavía dejaba preparada la comida y ropa de él, así como la de su hermana.

Al salir de su casa, se encontró con un joven de cabello castaño y ojos azules profundos como el mar, dándose el lujo de perderse en ellos, mientras el joven sonriente se acercaba –Buenos días Candy

-Terrence ¿Qué haces aquí?

-Vaya, que modales, señorita pecas

-¿Señorita pecas?

-Sí, tienes demasiadas ¿nunca te lo habían dicho?

Candy molesta le saco la lengua y siguió su camino

-¡Que inmadura, pecosa!

Candy lo ignoro y siguió su camino, pero Terrence no se rendiría tan fácilmente, por lo que camino detrás de la joven, mientras una joven pelirroja los miraba desde lejos.

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