Señales

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Reseñado por Lobodepeluche


La ciencia ficción ligera siempre se ha alimentado de mitos modernos. Antes de lo que se podría considerar el primer avistamiento relevante, el que desató la llamada fiebre alien en los Estados Unidos de América, los vehículos en los que hipotéticamente viajaban estos seres se representaban como algo mucho más parecido a un cohete. La novela de La cosa, por ejemplo, describía "algo así como un submarino sin torrecilla ni timones orientadores, de 90 metros de longitud y 15 de diámetro en su parte más gruesa." Es el supuesto contacto con hombres del espacio del piloto Kenneth Arnold, y la descripción extraída de sus declaraciones, lo que solidifica la imagen del platillo volante plano y circular que se lleva usando desde 1947. Irónicamente, el señor Arnold declararía luego que los medios habían sacado sus palabras de contexto y la comparación con un platillo se refería más al errático movimiento de lo que aseguraba haber visto, pero ya era tarde para echarse atrás: había dado el pistoletazo de salida a la subcultura ovni.

 Irónicamente, el señor Arnold declararía luego que los medios habían sacado sus palabras de contexto y la comparación con un platillo se refería más al errático movimiento de lo que aseguraba haber visto, pero ya era tarde para echarse atrás: hab...

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Señales toma como punto de partida otro conocido mito de este mundillo, el de los círculos en los cultivos, muy en boga entre los 70 y los 90. En esencia, serían misteriosos dibujos que aparecen sobre las cosechas de los granjeros y sugieren actividad extraterrestre, ya sea como consecuencia de un aterrizaje, un intento de comunicación, o algún tipo de marca dejada aposta sobre el planeta. El cómo y los porqués varían según la versión que consultes, pero la idea general suele girar en torno a eso.

La película, por su parte, no se anda con medias tintas. Te va adentrando, en clave de terror y siguiendo la máxima spielbergiana de enseñar poco al tiburón, las progresivas etapas de una invasión a través de los ojos de una familia de granjeros. Este enfoque a escala pequeña, muy aparte de mantener un presupuesto relativamente ajustado, permite a Shyamalan tres cosas.

La primera es rodearla de un aire de verosimilitud. Si ruedas una película de terror psicológico, te interesa que los personajes se conviertan en los avatares del espectador para que la empatía enfatice la tensión. De este modo, no tenemos oficiales del gobierno recibiendo datos de primera mano, sino un puñado de gente de a pie que lo afronta de manera plausible.

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