Año de estreno: 1995
Duración: 96 minutosReseñado por Lobodepeluche
Los años noventa son un perro verde en lo que respecta a la producción de contenido de consumo masivo en Estados Unidos. El bloque soviético acababa de caer, y sin previo aviso el mal llamado Mundo Libre™ se encontró con una realidad a la que no estaba acostumbrada: de pronto no sabían quién era el malo.
Sí, ya se habían dado algunas muestras de cambio con la Rusia de la perestroika, a la que acostumbraban a representar de una manera un poco más amable, pero al final se seguía apelando a las tensiones de la guerra fría de una manera muy similar; en lugar de batallar contra los malvados rojos, simplemente se batallaba contra algún maloso que quisiera, de manera individualista, enfrentar a las dos potencias.
Pero el muro cayó, y el país del fast food y la política exterior cuestionable no percibía tener un enemigo relevante. De esta forma, la industria del entretenimiento tuvo que adaptarse; el cine de espías se reconvirtió a cine de acción genérico, y Hollywood empezó a buscar antagonistas desde dentro. Fueron tomando fuerza distintas teorías de conspiración con la figura de su propio gobierno a la cabeza, al que percibían como un ente todopoderoso capaz de manipular la información para todo tipo de resultados siniestros. Por supuesto, esto terminó cuando los abominables atentados del 11 de septiembre le demostraron al mundo que el gobierno estadounidense no tenía nada de intocable, pero eso es otra historia.
No es casual, entonces, que el ciberpunk viviese una auténtica edad de oro durante esta década. Al fin y al cabo, este subgénero personifica a la perfección la filosofía noventera de buscar al enemigo en tu propia casa; el mal no viene ya de fuera, sino de gobiernos corruptos y codiciosas empresas multinacionales. A su vez, los noventa fueron también la década en la que internet andaba en el punto perfecto para que esto funcionara: estaba lo bastante extendido como para que la gente supiera reconocerlo, pero era todavía lo bastante novedoso como para no haber perdido ese aura de misterio que a menudo asociamos a las nuevas tecnologías.
Consecuentemente, se produjeron cintas de ciberpunk casi que a granel; Virtuosity, Existenz, The Lawnmower Man, Strange Days, The Matrix... y nuestra película de hoy, Johnny Mnemonic.
Como todo ciberpunk que se precie, Johnny Mnemonic nos presenta un futuro distópico donde la información es una mercancía valiosa. Se ha desarrollado una tecnología para que las personas la almacenen en su propio cerebro, como si fuera el disco duro de una computadora, y nuestro amigo Johnny (Keanu Reeeves) trabaja precisamente pasándola de contrabando.
Sin embargo, un exceso de información puede causar daños cerebrales permanentes o incluso la muerte, y al pobre tipo solo se le ocurre aceptar un trabajo en el que tiene que transportar el doble de datos de los que su cabeza admite. Si no completa el encargo en menos de 24 horas, morirá.
Ya que Keanu es un tipo duro, que puede mover cielo y tierra si le haces daño a su perro, esto en principio no sería un problema... si no fuera porque los datos que lleva parecen ser de vital importancia para mucha gente. Así que tendrá que irse enfrentando con un grupo que está dispuesto a hacer lo que sea para robársela, en una carrera contrarreloj para sacarse la información de la cabeza antes de que lo maten los datos o lo maten de un tiro.
De manera superficial, lo que tenemos es una película de acción y aventura servicial, con un pacing tan rápido que nunca nos da tiempo a aburrirnos y unas muy buenas interpretaciones. No es por eso, en cualquier caso, por lo que escogí esta película como representación del ciberpunk noventero, sino porque tiene una historia detrás de las cámaras que se refleja en un resultado final intreresante.
Por un lado, está dirigida por Robert Longo, que no era director, sino artista gráfico. Por otro, el guion adapta un relato de William Gibson, el considerado padre del ciberpunk, y la adaptación la hace... William Gibson. Sí, él mismo.
Verán, resulta que la producción de la cinta fue un poco movida; en su origen, nunca se pretendía hacer un blockbuster, sino una pequeña película indie con énfasis en el universo creado, las imágenes extrañas... y un fuerte contenido sarcástico más afín al mejor Verhoeven. La ambientación se comió, por tanto, casi todo el esfuerzo.
¿Qué pasó entonces? Que se estrena Speed y recauda una millonada en los cines de todo el mundo, así que a última hora los productores les aumentan el presupuesto y piden, y juro que esto se puede googlear y no me lo invento "explosiones y autobuses".
Claro, eso provoca tener que reconvertir esa extraña película diseñada para consumo de nicho en una peliculita de verano. Y ojo, yo creo que se consigue de sobras; como entretenimiento ligero, funciona muy bien. Pero es que también se pueden llegar a atisbar, de vez en cuando, como uno de esos recuerdos a los que Johnny solo puede acceder durante un ratito, retazos de esa cinta que pudo rodarse y no se hizo. Y me gustan, me gustan mucho. Me gustan la ambientación; el mundo, los objetos, que uno de los malosos sea un predicador cristiano loco con los sentidos aumentados por implantes, o el delfín cibernético. Me gusta cómo ya en el noventa y cinco se hablaba del peligro de la sobreinformación. Me gustan todos esos pequeños detalles que, sin intervención de los señores trajeados, hubieran sido el grueso de la película y no simples adornos de fondo.
Por eso la recomiendo. No, no te va a cambiar la vida ni nada, pero es una película competente que te mantendrá entretenid@ una horita y media, y que debajo de ese esquemita de película de evasión tiene muchísimo donde rascar. Y es que, como se suele decir... a veces el diablo está en los detalles.
ESTÁS LEYENDO
La ciencia de la pantalla
De Todo¿Eres cinefilo? ¿Te gustan las series? ¡Eres uno de nosotros! Prepara tu canasta de dulces y palomitas, siéntete cómodo, apaga las luces y prepárate ver leer un poco de la ciencia ficción en la pantalla. Pd: aplica para todo tipo de pantallas.