Snowpiercer

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Género: Ciencia Ficción, Aventura, Distopía

Año: 2013

Duración: 125 minutos

Reseña escrita por Lobodepeluche 

Existe una máxima universal común a todas las generaciones. Ricos o pobres, mujeres u hombres, orientales u occidentales... todo el mundo, al llegar a cierta edad, se termina lamentando en algún momento de su vida de que ya no se hagan cosas como las de antes. Lo cual, aplicado al cine, termina refiriéndose a que el de EEUU de ahora no tiene demasiado que ver en estilo con el de hace 20 años, que a su vez no tenía que ver con el de hace 40, y así.

Esto a mí me parece incluso deseable, ya que independientemente de movimientos puntuales que traten de imitar un estilo anterior, como la segunda juventud de películas sobre exploración especial que vivimos hace unos años, cada generación entiende la narrativa a su manera y no lo hace necesariamente mejor ni peor que aquellas que las precedieron. Sin embargo, cuando el comentario viene no con ánimo de despreciar lo moderno, sino genuino interés por ver algo reminiscente del pasado reciente de la América de arriba, yo siempre redirijo a esas personas al cine coreano.

Porque, así como quien no quiere la cosa, el país del pop y los dramas se está construyendo un legado cinematográfico interesantísimo, a imagen del Hollywood clásico pero con personalidad propia, y capacidad de sacarse de la manga películas de género con ese "algo más" de autor que ya no se ve tanto.

Y el indiscutible capitán de esta oleada de blockbusters con contenido a mí me parece Bong Joon-ho. Un señor al que me gusta apodar cariñosamente como el Spielberg de Asia. Porque hereda, como ningún otro antes que él las mayores virtudes del padre de ET; su pulso para la aventura, su increíble imaginación para volver cinemática cualquier escena mundana, su sensibilidad para el drama... e incluso el cinismo divertido que a veces mostraba en su juventud.

Snowpiercer, aunque ya tiene sus años, mantiene todas estas señasde identidad

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Snowpiercer, aunque ya tiene sus años, mantiene todas estas señasde identidad. La cinta rodada en inglés sigue siendo —que nadie se engañe— una producción coreana, lo cual salva anuestro amigo de convertirse en otro de esos reconocidos directores asiáticoscorrompidos por la ley del dólar. Aquí pago yo; si quiero probar ideas extrañas,como que la escena en la que una las villanas le congela el brazo a alguien yluego se lo revienta con un martillo se ruede casi en tono de broma, para que al espectador se le haga más siniestra, nada me lo va a impedir.

De hecho, es que ya desde el inicio se las arregla para ser creativo:

Resulta que, en algún momento del futuro próximo, el calentamiento global se sale de la escala con fatales previsiones. Así que la humanidad, que no termina de ver con buenos ojos eso de achicharrarse hasta morir, pone en marcha un plan para enfriar nuestro astro. Lo cual tampoco les sirve de mucho, porque el experimento termina descontrolándose y devuelve a la tierra a una nueva edad de hielo que acaba con todos los seres vivos igualmente. O lo hubiera hecho de no ser por Wilford, un excéntrico millonario obsesionado con los trenes que por ese momento se encontraba en las fases finales del proyecto de su vida: crear una máquina que fuese capaz de circunvalar el planeta, alcanzase la utopía del movimiento semi-perpetuo, y estuviese térmicamente aislada para soportar las temperaturas extremas de todo el globo.

Viendo lo que se les viene encima, ese tren se convierte de la noche a la mañana en el único sitio seguro de todo el mundo, por lo que no es de extrañar que la gente se matase por entrar para no convertirse en un helado con patas. Es precisamente de esta situación nace la interesante problemática de la película: a cada pasajero se le asigna una clase social dependiendo del vagón en el que terminara.

Los protagonistas son parias del último vagón, el más alejado del de Wilford, en una situación de servidumbre no muy diferente a la que podía tener un campesino europeo con su señor feudal. De su explotación sobrevive el resto, pero ellos no piensan vivir siempre así. Pronto, se rebelarán, tomarán el tren, y el mundo cambiará. 

¿Qué tiene que ver esto con un inicio creativo, te preguntas? Pues que todo esta cantidad de información apenas corresponde a los primeros cinco minutos de Snowpiercer

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¿Qué tiene que ver esto con un inicio creativo, te preguntas? Pues que todo esta cantidad de información apenas corresponde a los primeros cinco minutos de Snowpiercer. Y es que el coreano nos da a aquí una lección de economía narrativa de la que tomar nota: con una voz en off cortísima y algunos detalles visuales sutiles, ya sabes todo lo que necesitas saber sobre su universo, y estás listo o lista para disfrutar de la odisea.

Porque sí, el subtexto sobre clasismo y totalitarismo enriquece bastante el resultado final, que nunca cae en mensajes burdos y maniqueos a pesar de todas las oportunidades que la premisa brinda para hacerlo. Pero esto es, antes que cualquier otra cosa, una película de aventuras. Una muy trepidante y llena de imágenes poderosas en la que iremos asistiendo a cómo nuestro grupito de apestados va tomando un vagón detrás de otro. Seguir adelante, ir descubriendo los lujos de los vagones vetados... es vivir, como morir es dejar de caminar. La sensación de movimiento de izquierda a derecha se vuelve constante.

Esta manera de remarcar el avance se me hace interesante en el sentido de que añade otra capa al intento de otorgarle a cada vagón un aire casi etéreo. Porque nadie, ni los protagonistas, sabe lo que se van a encontrar al otro lado. Cada uno que abran te traerá, además de una emocionante prueba, información importante sobre el mundo opresivo de Snowpiercer. De esta manera, el director controla en todo momento cuándo dejarte con la boca abierta con una escena de acción, cuándo reposar, y cuándo volarte la mente con el siguiente giro de guion.

 De esta manera, el director controla en todo momento cuándo dejarte con la boca abierta con una escena de acción, cuándo reposar, y cuándo volarte la mente con el siguiente giro de guion

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Se me ha hecho tan interesante que podría seguir cantando las bondades de la cinta durante páginas y páginas. Detenerme en el lenguaje visual de las escenas, hablar obre su ritmo, sus actuaciones, su guion... Pero creo que puedo resumirlo todo en una sola idea, y es que nada de lo que se ve aquí es nuevo o revolucionario. Ni el protagonista que empieza en la peor situación posible y debe intentar algún tipo de hazaña cuando lo tiene todo en contra. Ni la acción spielbergiana en la que cada problema va seguido de una solución, que a su vez genera un problema nuevo. Ni mucho menos es esta la primera película de evasión con fuerte subtexto de crítica social, o un apartado visual lleno de imágenes impactantes e incluso experimentales.

Lo que hace especial al cine de Bong Joon-ho es todo lo contrario. En una era en la que la línea entre el cine personal y el cine de evasión parece cada vez más grande, él preserva, junto a los Nolan o incluso los Tarantino, que aún combinan como nadie ambas facetas para regocijo de crítica y público, el blockbuster de autor. Una tendencia que, irónicamente, con toda la romantización de la nostalgia a la que se nos lleva sometiendo desde hace ya décadas, está en peligro de extinción.

Por eso, si quieres pasar un rato entretenido pero a la vez usar la cabeza, ni lo dudes. Tápate con una manta para protegerte del frío de fuera, y disfruta de uno de los directores más interesantes de la última década.

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