Dioses

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Apretó sus puños y salió hecho una furia del palacio.

Su tío era un imbécil.

Sí, acababa de llamar imbécil al rey.

Shinsou no podía creer que su tío hubiese arreglado una boda con una princesa de un reino extranjero a sus espaldas.

Él no podía casarse, se negaba a hacerlo, menos con alguien que apenas conocía.

Lo peor de todo es que en ese momento no estaban ni Aizawa ni Yamada, los padrinos de él, que siempre mantenían a raya las locura de su tío en todo a lo que él concierne.

Simplemente caminó, su cuerpo lo guió por inercia a su lugar especial.

La Laguna sagrada.

Hace dieciséis años, un bebé había sido abandonado allí, el pequeño, en busca de alimento o de su madre, gateó hasta aquel lugar y terminó cayendo a la laguna.

La ninfa que la protegía, preocupada, intentó salvarlo, pero hace mucho había sido maldita para no poder tocar a otro ser vivo, por lo que le imploró a los dioses que ayudaran al pequeño.

Sólo uno respondió al llamado y no, no fue el dios de la valentía, Deku, sino que fue el mismísimo dios de las Tormentas, All Might, quien rescató al pequeño, al ver que era huérfano decidió llevarlo con el rey de la zona, quién, junto a su esposa, se lamentaban el no poder concebir hijos, All Might se los entregó y pidió que cuidasen de él, así lo hicieron.

Hoy, con diecisiete años, el príncipe heredero Hitoshi Shinsou, era uno de los mejores guerreros del reino, y uno de los más bondadosos.

Tan perdido estaba en sus pensamientos y su enojo, que Shinsou no notó que alguien más se encontraba en su lugar especial, dentro de la laguna.

Vestía un quitón blanco, sobre su frente brillaba una diadema dorada, probablemente de oro, al igual que todos los brazaletes que llevaba en los brazos.

Era un hombre de belleza exquisita, con cabellos rubios que parecían de seda, sus ojos dorados eran cautivadores, aunque en ese momento mostraban tristeza.

Shinsou tragó saliva, había estado observando por demasiado tiempo a aquel extraño, cosa que era de mala educación.

Carraspeó un poco, para llamar la atención.

—¿Disfrutando del agua? -Preguntó casualmente mientras se sentaba en la orilla.

El rubio lo observó con detenimiento.

Él en esos momentos llevaba un quitón morado, los anillos de plata de la Casa Real y la corona que lo identificaba como príncipe heredero.

Aún así el extraño no se cohibió, salió con delicadeza del agua y se sentó a su lado, mojando un poco las ropas del pelimorado.

—Más que disfrutando estaba... Reflexionando, Tsuyu siempre es de buena ayuda cuando me encuentro algo deprimido, pero hoy está muy débil como para presentarse de una forma física, bueno, en parte física porque ella...

—Tiene una maldición que no le permite tocar a otro ser vivo, lo sé.

El rubio se permitió mostrarse sorprendido.

—Así que algunas personas en éste reino aún lo recuerdan. -Sonrió un poco. —A todo esto, ¿Cómo te llamas?

El pelimorado ladeó la cabeza, no debía dar algo tan importante como su nombre a un extraño, pero la sonrisa sincera y esos ojos dorados y brillantes lo invitaban a confiar.

—Soy Shinsou Hitoshi. -Respondió.

El extraño abrió sus ojos y sonrió.

—Imposible que seas tú... ¿Ya creciste tanto? -Shinsou frunció el ceño, aquel rubio no parecía mucho más mayor que él, pero hablaba como si lo hubiese conocido desde que era un bebé. —¿No sabes quién soy? -Preguntó acercando su rostro y sonriendo de forma traviesa.

Sunshine [ShinKami]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora