1: El desconocido del bar

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Hailey Miller

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Hailey Miller

Esa mañana desperté por el gran sol que entraba por la ventana, por lo que mi primera reacción esa mañana fue hacer una mueca, el sol y yo tan temprano no éramos muy buenos amigos. Me senté acomodando varios mechones de mi cabello mientras bostezaba un poco. Mi mirada se dirigió al culpable a mi lado de no haber cerrado las cortinas la noche anterior cuando se lo pedí, estaba dormido plácidamente, eso sí, con su antebrazo tapando sus ojos.

Me levanté tomando la bata que siempre tenía a mi lado para las mañanas, y cerré la puerta de nuestra habitación caminando hasta la cocina y colocando a funcionar la cafetera. Un café me serviría mucho después de una ducha. Por lo que diez minutos después salí envuelta en una toalla peinando mi cabello. Fui hasta mi closet y me puse una blusa blanca, con un pantalón negro al igual que el blazer, mientras me maquillaba tranquilamente la puerta se abrió mostrándome a Edward envuelto en una toalla dejando su torso a la vista. Me miró con una sonrisa que le devolví y se inclinó para dejar un beso en mis labios.

-Buenos días-le dije levantándome y colocando mis zapatos.

-Buenos días, Hailey-saco un traje del closet y se empezó a cambiar- ¿Cómo dormiste?

-Bien, pero creí que había dejado en claro que odiaba tener las cortinas abiertas a las siete de la mañana-el suspiro cansado.

-Lo habías dejado en claro, pero se me paso, anoche estaba cansado-me acerque a el y le ayude a abotonar su camisa-Se que a la señorita no le gusta tener que levantarse por la luz, más bien por una alarma-puse los ojos en blanco y tomé una corbata azul- ¿Qué harás hoy?

-Tengo varias reuniones-hice una mueca cuando el nudo quedo mal, así que volví a empezar-Y una video llamada con unos italianos, ya que me negué a viajar lo hará un poco virtual-hice el nudo-Listo.

Salimos y caminamos hasta la cocina donde mi café ya estaba listo así que lo serví en mi taza, al igual que el de Edward.

- ¿Irás a la despedida de tu hermana? -me pregunto tomando un sorbo de café-Le falta canela.

Puse los ojos en blanco y lo tomé cuando me lo tendió para ponerle un poco de canela, justo como me había pedido. Se lo devolví y me agradeció cuando lo bebió.

-Estoy decidiendo aun, no es de mi agrado ir a fiestas así-le contesté y él asintió. Mire la hora en mi teléfono-Debo de irme-dejé la taza en el lavaplatos, camine hasta mi novio y acomode un mechón de su cabello-Te veo en la noche.

Me despedí de él dejando un beso en los labios y después saliendo del apartamento. Fui hasta mi auto estacionado en mi lugar y subí a mi preciosa camioneta.

Mi rutina se había vuelto la misma desde hace seis cuando finalmente pude tomar un cargo alto en la empresa de mi padre. Mi padre que después de varios años donde se negaba a dejar su puesto, no tuvo más remedio que aceptar ceder su lugar cuando el doctor le encontró una enfermedad en el corazón que podía avanzar si no dejaba el estrés, y considerando que la oficina traía un nuevo estrés cada día, me dejó tomar el puesto de vicepresidenta, no era lo más alto porque una parte de él confiaba en que un día su doctor le diría que su problema cardiaco había desaparecido mágicamente y volvería al trabajo.

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