Capítulo Uno
Estamos a primeros de mayo y el calor en ocasiones es sofocante. Ya es la hora de la salida. Apagoel ordenador, pero aquí en la oficina se está de maravilla con el aire acondicionado. Cristina vendráa recogerme en unos minutos. Aunque estoy deseando dejar atrás esta semana y encontrarme con Isa ySara, también me quedaría aquí al frescor del aire acondicionado. Tener que adentrarme en lascalles de Madrid, pelearme para encontrar un aparcamiento, caminar con los zapatos que me estánmatando y con todo este calor, no es que me apetezca mucho.Miro el reloj que tengo en mi despacho y como es normal, no funciona. Hago una nota mental parallamar al relojero el lunes para que lo arreglen. Ese reloj es importante para mí, ya que nos lo regalómi padre el día que abrimos la empresa, hace ya bastantes años. Me quedo mirándolo fijamente. Éltenía otro igual en la relojería suya, pero el suyo funcionaba con precisión suiza, el nuestro encambio, nunca logra ir fino. Al ser un reloj que funciona por satélite, se supone que tiene que cambiarde hora sólo. Pero eso es decir mucho. Tarda dos meses en ponerse en hora y cuando lo consigue,viene un nuevo cambio horario. Me río para mis adentros al recordar la cantidad de veces que mipadre venía a nuestro antiguo pequeño local para intentar arreglarlo. Mejor lo apunto en la agenda osi no, se me olvida. Cojo el móvil para apuntarlo y escucho el ruido de mi puerta al abrirse.— Que, ¿cómo estamos?, ¿Lista? Eva, hija, a ver si quedamos el lunes y me tienes preparadas lasfacturas pendientes de cobro, que este mes me las he tenido que ingeniar para pagar las nóminas y losseguros sociales. ¿Llamaste a Jesús para que te diera los pagarés?—Bien, gracias por preguntar. Sí estoy lista. — Digo con voz cansada, ya que realmente estoyexhausta. — Digo.Esta semana ha sido realmente agotadora.— Sólo tengo que entrar en el baño un momento para arreglarme un poco y cambiarme decamisa, que mira como me he puesto esta. No preguntes. — Añado, señalando con la mano paraque no haga ningún comentario. — La lista de las facturas pendientes de cobro te las acabo deenviar por correo y acabo de llamarlos a todos reclamando el pago. Esta mañana me he reunidocon Jesús, para lo de los pagarés. Ya están hechos, solo queda la firma del director. —Continúo hablando—Está de viaje y no llega hasta el lunes. He estado hablando con Mónica de la Caixa, y ya la líneade descuento está renovada sólo a mi nombre. Queda la firma en notaría, pero Juan Ramón eldirector, no puede hasta el martes. Así que he quedado con ellos el martes a las diez en la notaría dela calle Serrano. —Digo mientras me levanto de mi silla y me dirijo al baño de mi despacho. Allí,me desabrocho los botones de la camisa que me he manchado de café al derramarse mientras estabahablando por teléfono con mi hija Merche y discutiendo con ella porque quería salir con las amigasel sábado por la noche. — ¿Te gusta esta camisa? — Le digo desde la puerta del baño.—Sí, ¿Qué es nueva? — me pregunta mientras dirige su mirada a mí— Eva, ¿Qué le ha pasado aMerche que me ha llamado antes llorando diciendo que tú es que no la entiendes? — Le dirijo unamirada de cansancio y le contesto:—Que quiere salir con las amigas el sábado y yo la he dejado hasta las diez y media y la niña medice que se quiere quedar hasta las doce. Esta está loca si pretende eso. Ni hablar. Y ahora nointercedas por tu sobrina que te conozco, que después soy yo la que me quedo en el sofá pensandodónde estará la niña y con quién. Ni pensarlo. Anda, tira que ya estoy lista.Mi hermana Cristina me mira riéndose, y se levanta de la silla que hay delante de mi mesa dedespacho, coge mi móvil y mi bolso y me los alcanza, mientras yo me dirijo a la puerta deldespacho. Cristina es mi hermana menor, vive a pocos metros de mí en Madrid y trabaja en miempresa desde poco antes de que mi marido Pablo falleciera el año pasado. La semana que viene secumple un año de su muerte y realmente parece que fue ayer. Desde entonces no me he permitido ellujo de parar ni un instante y no pensar, pero los viernes por la tarde, el salir con mis amigas, mehace bien, y ya se ha convertido en un ritual.—Evaaa, Evaaa!!! ¿En qué estás pensando?,— me saca de mis pensamientos con un empujónmientras apago el aire acondicionado y salimos de mi despacho y cierro la puerta con llave.Al salir veo que allí siguen los técnicos de hardware en el taller, mientras charlan y se ríen,pero cuando se dan cuenta de mi presencia, se dan codazos entre ellos y callan. Cruzamos elpasillo que separa mi despacho del taller de hardware. Allí hice instalar en lugar del muro, unavidriera de cristal para que ellos en realidad me vieran salir del despacho y notaran mipresencia, de ese modo se sentirían vigilados. Cuando mi marido enfermó y tuve que hacermecon todo el control de la empresa, al principio los técnicos no me respetaban ni lo más mínimo,pensando que mi marido volvería y que retomaría todo tal cual. Yo impuse un fuerte cambio yles propuse un salario menor más un incentivo por productividad para animarlos a realizar másproyectos en menos tiempo y no se lo tomaron nada bien, por lo que comenzaron a no hacermeel más mínimo caso cuando les pedía que realizaran alguna tarea. Además de lidiar con losproblemas de la empresa, el fallecimiento de mi marido y una hija adolescente en la edad deltoro de miura, tuve que lidiar con 50 empleados cabreados y que no me hacían ni el menor caso.Querían que todo volviese a como estaba con mi marido, pero él era técnico también yencontraba un equilibrio entre ellos y él, que yo hasta ahora no he encontrado. A él no lotomaban por jefe, sino por colega y amigo. A mí me ven como la enemiga, alguien a quien batir,y la mayoría de las veces es mi hermana la que tiene que encontrar un punto en común entre yo yellos.— ¡Mierda, la nazi, que viene!—Si en lugar de estar con las risas estuvierais trabajando en serio, quizás no debería pagar tantashoras extras. ¡Eduardo!, En el parte de trabajo del Sr. Sánchez, has apuntado tres horas de trabajo.¡Treeessss puñeteras horas de trabajo para formatear e instalar un sistema operativo! Me tienes quejustificar eso, o las dos horas restantes que saliste más tarde de trabajar, no las cobras. Te doy demargen hasta el lunes a primera hora. A mí primera hora, no la tuya que son las diez de la mañana.¿Queda entendido? – Vale, es oficial, soy una hija de puta, pero me la resbala.—Sí, Eva, por supuesto. A las siete lo tiene en su despacho.—De acuerdo. ¿Y Rubén? ¿Aún no ha llegado?—No. El punto de acceso del colegio se ha quedado pillado. Ha ido a echarle un vistazo. Pero alparecer el router está bloqueado y no puede acceder a la sala donde está instalado porque no tiene lallave y no encuentra a nadie que se la pueda dar.— ¿y no se le ha ocurrido llamar a Jesús para que le dé la llave? Inútiles, ¡como que lo tengo quehacer todo yo! — Exhalé gritando totalmente frustrada. Saco el móvil del bolso, marco y me contestaJesús— Jesús, buenas tardes. Soy Eva.—Buenas tardes Eva. Estoy francamente enfadado. El punto de acceso sigue sin funcionar.—Ya lo sé. Para eso te llamaba. Tengo a Rubén en el cole, pero el muy idiota no tiene la llave deldespacho de Manolo para poder acceder al router y reiniciarlo. Hazme el favor de llamar a porteríay que le den la llave lo más rápido posible, o te voy a tener que facturar la reparación fuera de hora.No querrás eso, ¿no? Pues hazlo, por favor, lo más rápido posible. Adiós, buen fin de semana.—Adiós, Eva, buen fin de semana y no te preocupes que voy a portería y le doy la llave.Cuelgo, miro a mi hermana y salgo del taller, mientras nos dirigimos al taller de software. Allí meencuentro a Gustavo enfrascado en el ordenador con los cascos puestos escuchando música mientrasel teléfono está sonando, por lo que no se da cuenta que aparezco por allí. Le jalo de uno de losauriculares, para señalarle que el teléfono sonaba y que él no le hacía ni puto caso. Urrrr. Cada vezestoy más cabreada.—Gustavo, el teléfono sonaba y no le hacías ni caso. Sabes que no quiero que te pongas losauriculares mientras trabajas porque o así no te das cuenta de pequeños detalles como éstos. ¿Lo hasentendido? Ahora me marcho. Ya no regreso hasta el lunes, cualquier cosa, se lo dices a Cristina yella se pondrá en contacto conmigo. Ah, y la próxima vez, estás en la calle. –Le guiño un ojo y medoy media vuelta.Mi cabreo aumenta minuto a minuto. La pobre Cristina anda a mi lado disculpándose con la miradacon todos mientras mi paciencia se evapora.—Cristina deja de hacer eso ya, ¡vale! ¡Por favor! Cada vez estoy más cabreada y al final vas apagar tú los platos rotos. — Le grito mientras nos dirigimos al ascensor.La bajada del ascensor la hacemos en un mutismo absoluto, casi incómodo, hasta que Cristina medice:—Guapa, no te reconozco, con razón te llaman la nazi. Que más te da que los empleados se llevenbien entre ellos y tengan un buen ambiente de trabajo. Mejor es eso, porque así vienen más a gusto atrabajar.—Déjalo ya— Lo único que quiero es salir de aquí y tomarme una copa o veinte, si hace falta.Estoy agotada e histérica.Llegamos a la puerta del edificio de oficinas que se ubica en un parque empresarial a las afueras deMadrid, por lo que por fuerza tenemos que coger nuestros coches, para luego ir a casa, estacionarlosy llamar un taxi para que nos lleve a Colusión, nuestro restaurante favorito, a base de tapasfantásticas y buena cerveza fresquita. Pero antes tenemos que comernos todo el atasco de coches deMadrid.Cuando llegamos al Colusión, Isa y Sara ya nos están esperando, en nuestra mesa favorita al lado dela ventana, junto con sus cervecitas fresquitas y un plato de aceitunas. Al vernos, nos saludan con lamano, indicándonos que nos sentemos allí. El Colusión está repleto de gente, aunque las mesas estándistanciadas unas de las otras, por lo que es fácil charlar.Cuentan con varias pantallas planas alrededor de las paredes, donde emiten anuncios y videosmusicales. Es un bar con un espacio central grande y abierto. Las grandes vidrieras dejan paso a laluz natural y lo mejor del restaurante son sus maravillosas tapas. Víctor, el camarero, se acerca asaludarnos.— ¿Todo bien?, ¿Que desean tomar las damas? — Dice dirigiendo su mirada a mi hermana y a mí.—Para mí una Coca cola Zero, con mucho hielo y limón. — exclama mi hermana— y una ensaladacésar. Estoy a dieta de nuevo. Tengo que adelgazar por lo menos tres kilos— aclara mirándonos a lastres.—Yo quiero un tinto de verano de limón sin alcohol, con mucho hielo y una tapa de calamares a laromana. ¡Qué hambre! —— ¿Eso es todo?—De momento sí, gracias. Si queremos algo más le avisamos.—En un momento se lo servimos.—Gracias— le dice Cristina a Víctor. Dirigiéndose a mí me pregunta: — ¿Ya te has tranquilizado?——No, solo quiero tomarme mi tinto, comerme tres tapas y después irnos a tomarnos unas copasrelajadas y si es posible, bailar un poco. Necesito deshacerme de esta semana de mierda. Graciaspor preguntar.—Tú siempre tienes semanas de mierda— Me dice Isa riéndose.—Eres un imán para los desastres de todos los tipos—, apunta Sara.Sara e Isa son nuestras mejores amigas de siempre. Sara estudió con Cristina en el colegio y siemprehan sido amigas íntimas. Sara se llevaba todo el día en casa después del colegio, supuestamentequedaban para estudiar, pero las meriendas se alargaban y charlábamos y nos reíamos y terminamostodas teniendo una buena amistad. Aunque era amiga principalmente de mi hermana, me llevaba a lasmil maravillas con ella y me divertía con ella de lo lindo.Sara no es muy alta, pero destaca por su personalidad jovial y extrovertida. Con el pelo largocastaño, lacio y con grandes pestañas, no pasa desapercibida. Isa, en cambio, era amiga mía delcolegio, comenzamos a salir juntas y conocimos a nuestras primeras parejas de igual modo. Isa esabogada, alta, delgadísima, con el pelo moreno oscuro, ojos oscuros y destaca por su gran colecciónde zapatos de taconazos de infartos. Siempre va en tacones. Alguna que otra vez pienso si para elgimnasio también se pondrá esos zapatos.Isa y yo éramos como Sara y Cristina, pero las cuatro juntas, la liábamos, nos divertíamos y noscontábamos nuestras penas. Después de la muerte de mi marido, ellas al verme tan mal, comenzaroncon el ritual de irnos a cenar y de copas los viernes después del trabajo. Incluso mi hermana seinventó la reunión semanal de los viernes para obligarme a trabajar el viernes por la tarde y asípoder salir directamente del trabajo y no me amorriñara en el sofá e inventara excusas baratas parano ir.—No lo sabes tú bien, siempre me pasa algo, o bien el trabajo, o con los niños, pero hija, es quellevo una vida de locos, siempre corriendo de un lado a otro sin parar, con mil cosas en la cabeza ala vez. Y ya se sabe lo que es cuando no se está centrada en algo, te dispersas y te pierdes. Heestado toda esta semana trabajando por la tarde en la presentación de un presupuesto para un nuevocliente a nivel nacional, hemos quedado para reunirnos y presentarles el presupuesto el día 20 en susoficinas de Cádiz. Así que el día 18 me iré para allá y quiero tenerlo todo listo para entonces,además de que como este proyecto salga, voy a estar ocupada los próximos veinte siglos, por lo queme voy a ir a Barcelona el próximo viernes para tomarme un respiro, ya sabéis, playita, spa yalgunos masajitos, que creo que me lo merezco después de todo. No pensaba irme, pero entre mi tíaMaría, mi hermana y mi hija se han puesto en complot para regalarme la estancia en un hotelmaravilloso. De forma que no me he podido negar. Cuando llegue a casa, miraré los horarios paracoger el AVE o el avión. No lo tengo decidido todavía. — Solté el discurso casi sin respirar.—Uyyyy, que casualidad yo me voy el miércoles a Barcelona. El cabrón de mi nuevo jefe quiereque acuda con él a una serie de reuniones antes de desplazarse por el resto de las sucursales deEspaña. Es el típico niñito de papá. — Hace una pausa.—Don Manuel se acaba de jubilar y le ha cedido el puesto a su hijo, aunque éste lleva toda la vidaen la empresa, en la sucursal del sur, nunca ha estado en la de Madrid. Llega el lunes y quiere hacercambios en la misma y después de todas las reuniones por las sucursales de España, se quedará en laque esté en peor posición para impulsarla. Aunque yo creo que el cabrón se quedará en la que tengaposibilidad de tirarse a alguna. Según dicen en la empresa es un mujeriego de mucho cuidado y esole ha causado más de un dolor de cabeza a Don Manuel. Así que imaginaos, estoy jodida. — DiceSara, toqueteándose el pelo, señal irrefutable de que estaba histérica por la llegada del nuevo jefe.—Jajajaja— empezamos a reírnos las cuatro a la vez. Todas estamos teniendo una época decambios en nuestra vida que nos está causando más estrés de lo que queremos admitir. Pero losviernes de chicas, en realidad nos hacen bien.—A Jorge le han ofrecido un ascenso en Barcelona. —Anuncia como si nada mi hermana Cristina.En ese momento me doy cuenta porque había estado tan cabizbaja toda la semana.— ¿Lo va a aceptar? – pregunto rápidamente. Dios, que no lo acepte porque si no la que estoyjodida soy yo. Pero eso no se lo podía decir, ya que es una razón de lo más egoísta por mi parte. Mihermana en estos momentos aparte de trabajar en mi empresa, es mi compañera y mi confidente. Fuemi paño de lágrimas en las largas noches de hospital que pasé cuando mi "difunto" marido aún vivíay en las más largas noches en la soledad de mi casa, cuando mis hijos estaban dormidos y no queríaque ellos me vieran derrumbada, destruida. Hemos pasado muchos momentos realmente malos ennuestra vida, pero también somos las únicas que, en esos instantes, podemos sacarnos una sonrisa ouna carcajada. Así es nuestra relación y si se marcha a vivir a Barcelona, ya nunca será igual.—No creo. Bueno no lo sé. Creo que en realidad se lo está pensando. Es una buena oportunidadpara él y si se queda... no sé, lo mismo en un futuro podría tomármelo en cuenta, no sé, estoytotalmente confusa.—Pásame las condiciones del nuevo contrato. Quizás si las estudio con detenimiento podamos veralguna lagunilla por lo que no sea todo oro lo que reluce. Así podrías decirle que no lo acepte porlas condiciones y no porque tú no quieras y no tiene nada que echarte en cara el día de mañana.Siempre hay alguna cosilla de la que se podría tirar y ver más contras que pros. — Recalca Isa, conuna sonrisilla malévola en su cara, haciendo el gesto de soplar en sus uñas y pasárselas por lacamisa. Todas estallamos en grandes carcajadas.En ese momento, estamos de nuevo sedientas, por lo que le pedimos a Víctor una nueva ronda debebidas y tapas. Cuando nos hemos dado por satisfechas, salimos de allí dispuestas a coger un taxipara marcharnos al "A Bordo" un bar de copas relativamente tranquilo, con buen ambiente, y buenamúsica para escuchar y un sonido perfecto para charlas. Allí solemos hacer la primera parada paratomarnos una copa. El local está regentado por Juanito desde que se inauguró. Nosotras somosclientas habituales de los viernes desde hace muchos años y siempre que entro me da la sensaciónque voy a ver a mi marido en la barra con su cubata en la mano y la otra bien en el bolsillo ojugueteando con el móvil.Aquí es donde comencé también mi despedida de soltera y Juanito tuvo que ingeniárselas para cerrarel bar y turnarnos con la despedida de soltero de mi marido, que también habían alquilado el bar,para que no nos viéramos ninguno. En el caso de mi marido, él iba a tener un striptease, cosa con laque yo no estaba de acuerdo. Me molestaba y me ponía celosa el pensar que él iba a ver a otra mujerdesnuda, y no era una cualquiera, sino una profesional del baile erótico y, estaba tan insegura de mímisma, que pensaba que las comparaciones serían odiosas. En este caso, apestarían para mí, ya quenunca he sido ni alta ni delgada, sino por el contrario soy más bien bajita y con muchas curvas y esoa mí me causaba bastante desasosiego.Veinte años más tarde pienso que tuve mala suerte ya que no se fue con la stripper. Debería haberlepagado yo misma a ella para que le hiciese un regalito y a ver si de esa manera se iba con ella y medejaba a mí. Pero no tuve suerte. La suerte la tuvo la stripper. Estoy con esos pensamientos nefastos,y el humor se me está agriando por momentos, dicho sea de paso, mientras nos sentamos en nuestrossitios. En ese instante Sara se acerca a mí por detrás adivinando que algo me ronda por la cabeza,cuando me pregunta:— ¿Qué piensas que se te está cambiando el careto?—No sé. Hay algo en este lugar, que, aunque me gusta venir, siempre lo relaciono con Pablo mi"difunto". Me estaba acordando de mi despedida de soltera.—No le des más vueltas. Ha fallecido ya hace un año y nunca habíais estado realmente bien. Losúltimos diez años eran como ver un tren descarrilar lentamente. Realmente teníais muchas cosas encomún, como las deudas, la empresa, los niños... ¡Razones muy románticas para estar juntos! Esto yalo hemos hablado miles de veces. Os queríais, pero no os amabais ni estabais enamorados el uno delotro. Y Pepa pi hizo un excelente trabajo con su hijito. Siempre metida en medio de todo. ¡Perodéjalo correr ya, qué agua pasada no mueve molino! Y como dice la canción del Arrebato, ahora tetoca a ti, Mirando pa ti. Ya hemos quedado que esa es nuestro mantra. Siempre mirando pa ti. Que yate tocaba.—Llevas razón, pero aun así es muy duro. Todos los días por una razón u otra siempre terminan enmis pensamientos todos los seres que deberían estar aquí y que no están, que han dejado un vacíomuy grande que es tan difícil de llenar. Me involucro en el trabajo, en casa para que todo estéperfecto, con los niños, por tal de acabar rendida de noche y poder dormir al menos cuatro horasseguidas, pero es imposible. Aunque no tengo recuerdos de ninguno de ellos en Barcelona, temo esefin de semana, que no sea capaz en realidad de salir de la habitación del hotel y me enfrasque en lalectura como hago siempre. —Sara se queda mirándome durante un largo rato, cuando me alcanza mi ron con Coca—Cola y, coge elsuyo, lo alza con una mano y sin parar de mirarme me dice:—Ni hablar. De eso nada. Yo tendré reuniones hasta el sábado por la mañana, pero a partir de lasdos, soy toda tuya y nos vamos a ir a quemar Barcelona y ligarnos a dos catalanes buenorros. — Ybajando el tono de voz añade— A ver si podemos echar un polvo que nos hace falta. Así nosdesestresamos un poco. — Concluye guiñándome un ojo.Sara trabaja para una empresa como Secretaria de dirección. Su jefe Don Manuel acaba dejubilarse y accede al puesto su hijo Don Daniel, al que Sara no conoce. Lo conocerá elmiércoles en su primera reunión con él en Barcelona. En realidad, está emocionada por el viaje.Hay un brillo en sus ojos que no le había visto antes y que me dice que hay algo en ese viaje queno me está contando, aunque disimula su ansiedad por el viaje y lo intenta disfrazar denerviosismo ante el reto de su nuevo jefe. A mí no me engaña, por lo que le digo mirándoladirectamente a los ojos y señalándola con el dedo—Sara dime ahora mismo que es lo que no me estas contando. — Le señalo directamente con eldedo para dar más énfasis a mi frase.— ¿YOOOOO? ¡NADA! ¿Qué te hace pensar que te estoy ocultando algo?—Que nos conocemos hace demasiado tiempo. Y tú no eres de las que se amilanan con el trabajo.Ni se agobian por el mismo. Durante años has estado trabajando para don Manuel y nunca te heescuchado ni una sola queja. Disfrutas con tu trabajo y has tenido compañeros de trabajo de los másgilipollas y nunca te has venido abajo ni te han producido ni una pizca de nerviosismo. Estás así poralgo más que por tu nuevo jefe.—Bueno, vale. David se viene de viaje conmigo. Como el abogado de la familia y de laempresa, tiene que estar presente en las reuniones para los contratos y demás. Se aloja en elmismo Hotel que yo y encima, hoy me he enterado que David y Don Daniel son grandes amigosde la infancia. Ya sabes que soy muy eficiente en mi trabajo, pero en lo relacionado con David,cada vez que está presente meto la pata hasta el fondo y me temo que voy a quedar como unaidiota delante de mi nuevo jefazo y se vaya a dar una impresión diferente de mí. No sé. Estoyhecha un lío. Y para colmo de males, estos dos se van a ir a ligar delante de mis narices y no sési voy a soportar ver a David con otra y quedarme tan tranquila. Este viaje me está volviendoloca desde el principio, desde que me enteré que don Manuel se jubilaba y le pasaba el bastónde mando a su hijito querido, que no es más que un niñato consentido del padre y de la madre,por muy buena gente que sean ellos. El niño me pone los pelos de punta nada más saber suhistorial. Sabes, ¡despidió a una secretaria sólo porque ese día iba mal arreglada y con malacara! —Continua con su discurso atropelladamente:—La pobre se había llevado toda la noche en el hospital con su hijo e iba vestida con la mismaropa del día anterior y el muy cabronazo la despidió por eso, alegando que, en su puesto, lasapariencias eran lo más importante. Ya sé que en mi contrato viene que debo estar impecablementevestida y en mi nómina viene un plus destinado a vestuario, que además es generoso, pero de ahí a nodejarle explicarse, va un abismo. Un gilipollas y un cabrón y eso, querida mía, me pone los nerviosde punta. Por es..., —en ese momento aparece por detrás Isa y Cristina, dejando la frase a medias,bueno, casi al principio, pero ya habíamos charlado un poco y le he sacado lo que yo quería.Además, nada mejor que un cotilleo para relajarme. Realmente estoy ya más calmada, más tranquila.Por lo que me volteo hacia las recién llegadas y alzando mi vaso, hago mi brindis habitual de losviernes:—Por los cambios, los que ha habido y los que vendrán. Por las amistades, las antiguas y lasfuturas. Por los viernes. Porque los problemas los resolvamos y nos riamos. Mirando pa nosotras,que es lo que tenemos que hacer. Por Barcelona— Agrego mirando a Sara y dándole un guiño que nopasa desapercibido para el resto— Por encontrar lo que buscamos o lo que no buscamos. Por unanueva semana vivida, entre emociones o monotonías, solas o en compañía, pero al fin y al cabo quevolvamos a vernos el viernes que viene con más. — Concluyo. Ese es mi discurso cada semanadesde que instauramos nuestros "san viernes". Todas brindamos y nos terminamos nuestras bebidasde un solo trago.Después de un gran debate, decidimos ir a una discoteca a la que no habíamos ido nunca, pero quelos compañeros de Sara le habían comentado que estaba muy bien. Se encontraba lejos del "ABordo" por lo que decidimos tomar un taxi para ir hacia allí y así si bebíamos no teníamos que cogerel coche. El trayecto en el taxi desde el bar de copas donde nos encontrábamos es relativamentetranquilo, aunque le solicitamos al taxista que nos ponga música y el hecho de que llevamos unabotella de tequila en la mano no tiene nada que ver. Estamos ya en ese punto donde cualquier cosa,por insignificante que sea te da risa, así que no paramos de reír, aunque realmente no sepamos biende que nos reímos. Y eso nos hace reír más. La cara del pobre taxista es todo un poema. Nos mira desoslayo a las cuatro. Pensará que somos cuatro locas montadas en su taxi. Creo que no ha respiradohasta que no hemos llegado a nuestro destino. Le pagamos y bajamos.Cuando miro la fachada del local, realmente me impresiona. Yo estoy acostumbrada a ir adiscotecas mucho más discretitas.Este es un local realmente grande visto desde afuera con varias plantas y un luminoso dondereza "Paradise" en colores brillantes que cambiaban de tono cada poco. Al llegar, vemos en lapuerta a dos gorilas de seguridad, con una cola de gente impresionante esperando a entrar.Pensábamos que nos íbamos a tirar allí el resto de la noche esperando para entrar, cuando derepente Isa ve a alguien salir y se acerca a saludarlo.Desde lo lejos vemos cómo se saludan, se dan dos besos e intercambian una breveconversación. Él es guapo y muy alto, con el pelo moreno y en traje chaqueta, con la corbataquitada y los dos botones de arriba del cuello desabrochados. Lleva la chaqueta del traje en lamano y las mangas remangadas hasta llegar al codo. Los brazos se les presumen corpulentos ymusculosos, con una piel morena brillante. Me quedo mirándolo fijamente. Es un hombreinteresante y atractivo, pero pienso rápidamente en Sara. La miro porque sé que realmente es sutipo. Al volver la mirada hacia ellos, los veo cómo nos miran y se acercan a nosotras. Cuandose ponen a nuestro lado, Isa nos lo presenta como un cliente suyo. Se acercan a nosotros e Isamirándonos dice:—Chicas, él es Javier Samper, un cliente mío desde hace muchos años, y propietario del"Paradise". No sabía que él lo era hasta que no me lo he encontrado aquí. Mira qué casualidad, yaque por lo que veo, nos va a ser un poco difícil el acceso. – Señala a la puerta mirando a Javier yguiñándole un ojo. — Javier, ellas son Sara, Cristina y Eva, mis mejores amigas. Ya te he hablado deellas en alguna ocasión.—Sí, es verdad, me había olvidado, lo siento, pero con la inauguración de esto estos últimos meseshan sido una locura. Querías que quedásemos a tomar unas copas para que las conociera, pero losiento mucho que me ha sido totalmente imposible. Con los últimos detalles, la inauguración todoslos papeles para pedir las licencias necesarias y demás, totalmente exhausto. De locos. No sabía queabrir un local de estas condiciones supusiese tantos papeleos y tantos trámites burocráticos.—En realidad es muy sencillo. –Alega Isa poniendo cara de sorpresa ante lo dicho por Javier. –Sime hubieses llamado, te lo habría solucionado en una mañana y no te habría cobrado con lacondición de dejarnos entrar a mis amigas y a mí gratis, los próximos, digamooos, ¿cincuentaviernes? Es un buen trato, ¿no? — Con una sonrisa maléfica en su cara, continúa:— Con bebidas incluidas. No te arruinaremos, puesto que no somos de mucho beber. Un par decopas y para casita. Que mañana nos convertimos de nuevo en mamás. — Añade con un toque depicardía y de esa gracia que la caracteriza.—Estáis invitadas de por vida en el local con las bebidas incluidas sólo por ser amigas de Isa. Note lo comenté porque esta discoteca es aparte un club y es más complicado que eso. Necesitaba otrotipo de abogado, que sé que no tienes la especialidad. Lo tuyo es lo laboral y necesitaba un abogadoque cruzase algunos límites entre lo laboral y lo criminal. No es que sea algo ilegal, Isa por Dioscambia esa cara, que has palidecido de repente. Pero mi necesidad iba más allá de lo laboral. Esalgo complicado que no comprenderías muy bien. Otro día con más tiempo te lo explico mejor.Tomándonos un café. En esta semana, te lo prometo. Ahora que está ya inaugurado y todo marchacomo debe ser estoy más relajado. Ahora os dejo que debo ir a una reunión más y de ahí a casita, queestoy rendido. Les diré a los de seguridad que os extiendan un pase VIP para cada una de vosotras asípodéis venir cada vez que os plazca a pasar un buen rato y relajaos... Sin necesidad de avisarme oque esté vuestra amiga presente. –Añade guiñándonos un ojo. Nos da un apretón de manos a cada unay con una sonrisa en la cara termina— Encantado de conoceros. Nos veremos por aquí de vez encuando. —Y de este modo, se vuelve acercándose a los de seguridad, señalándonos con el dedo, mientras elgorila nos mira y asiente con la cabeza. Tras un rato charlando entre ellos, se marcha no sin antesalzarnos la mano a modo de despedida. Las cuatro estamos en la calle, mirando el espectáculo y casisin hablar, cuando de repente uno de los gorilas asentados en la puerta, nos avisa para que pasemos.Corriendo cómo podemos subidas a nuestros taconazos, nos acercamos y entramos en la discotecaescoltadas por el segurita de la puerta. Sin mediar palabra con nosotras nos guía hasta una puertapequeña que hay en la entrada con un cartel que pone "privado". Una vez entramos, nos pide nuestroscarnets de identidad y tras teclearlos en los ordenadores que están justo delante de nosotras, salenimpresos nuestros pases VIP. El jefe de seguridad nos explica que el pase nos dará acceso ilimitadoa ciertas partes del club y también van incluidos hasta cuatro invitados nuestros. Las bebidas vanincluidas, pero que no tenemos acceso a las zonas "Paradise sensaciones" ni al "Paradise extreme".Emocionadas y entre risas, lo recogemos, se lo agradecemos a Edu, que así es como se llama el jefede seguridad, y salimos como locas para explorar el "Paradise".Ninguna de nosotras se pregunta ni se inmuta ante tal comentario. Estamos frenéticas y deseosas depasarlo bien.Una vez dentro nuestras caras no salen del asombro. Nunca habíamos estado en una discoteca tanimpresionante y parecemos turistas descolocadas y alocadas. Entre risas nos acercamos a la barrapara pedir nuestras bebidas. Con nuestro pase, el camarero nos dirige hacia unas mesas privadas a unlado de la pista de baile y enseguida llega una camarera con unos shorts brillantes, una camiseta quese le ve el ombligo y unos altísimos taconazos a tomarnos nota de nuestro pedido. Elisabeth, como sellama nuestra camarera enseguida llega con las bebidas frescas. Esta vez, el brindis le tocaba a Isa,un ritual de nuestros viernes.—Por la diversión, la bacanal y la sensualidad. Por Sara. A ver si esta noche liga. ——Por Sara— Gritamos todas a la vez. –Todos los viernes brindábamos por ella para que ligase, yaque a parte de mí es la única soltera. A ella sí le gusta tontear con los hombres mientras que al restolo único que nos interesa es divertirnos y des estresarnos. Si hay algún hombre a dos kilómetros a laredonda, nos encargamos de espantarlos. Yo, con la vida que llevo, lo único que me hace falta es unhombre en mi vida. Ya salí escarmentada de mi matrimonio y, aunque no me gusten los animales,antes que liarme otra vez con un hombre, me compro un perro y adopto un gato.Después de tomarnos algunos tragos de nuestras bebidas, nos dirigimos hacia la pista de baile. Allíbailamos hasta quedar exhaustas. La música en la pista de baile se escucha atronadora, mientras queen las mesas está a un tono que se puede charlar perfectamente sin tener que acudir al lenguajeuniversal de los gritos o de las manos. Mientras que yo bailo en la pista con Cristina, vemos cómo sealejan y se sientan en nuestros sitios Isa y Sara.Al cabo de un rato se acercan a nosotras un grupo de tres hombres y uno de ellos se acercademasiado a mí, poniendo sus manos en mis caderas y moviéndose conmigo al ritmo de la música. Enun principio pienso en espantarlo, pero ¡Qué coño! ¡Un día es un día! Y dejo que me acaricie esehombre sin rostro, dejándome mimar momentáneamente al ritmo sensual de la música.En ese preciso instante, me dejo llevar por la fantasía haciéndome creer que es mi marido, que no hafallecido, que está realmente allí conmigo, y no estoy sola ante el mundo, ante los problemas, solaante los niños, ante la empresa, tan solo soñar despierta los pocos minutos que dura la canción,haciendo que mi cuerpo exprese todos esos sentimientos sensualmente acariciándome los muslos.El hombre que está detrás de mí, realmente sabe moverse con facilidad y hace que mis movimientosparezcan aún más sensuales. En un momento las yemas de los dedos de su mano derecha secomienzan a deslizar lentamente a través de mi torso, desde mi vientre hasta mi pecho a través de lafina tela de la camisa. Dejándome llevar, pienso de nuevo en Pablo, aunque jamás he estado en esasituación, ya que no le gustaba bailar, mis pensamientos se van directos a él. Había tantas cosas quehabíamos experimentado juntos por primera vez y en cambio, todavía parecía que quedaba ununiverso de experiencias que podríamos haber pasado juntos si no hubiese fallecido. No nosamábamos, pero si nos queríamos lo suficiente para no plantearnos una separación. Un ni contigo nisin ti.Esto es algo que hemos estado analizando el último año todos los viernes. En ese momento eldesconocido roza mi pecho suavemente a través de la camisa, y disimuladamente, intenta con sumano izquierda subirme la falda por detrás para acariciar más allá de mis muslos. En ese instante, meviene a la cabeza mi hija Merche, de dieciséis años, y de repente como si despertase de unapesadilla, me hago cargo de la situación. ¿Pero qué coño estoy haciendo? ¡Por Dios, si soy toda unapureta de treinta y nueve años con dos hijos en el mundo!!! Yo no me debería comportar así. Soyviuda, se supone que tengo que guardar la compostura.Y, como si me hubiesen metido un palo por atrás, sin mirar hacia atrás para no saber quién es, medeshago rápidamente de sus manos y me marcho hacia nuestra mesa. Cristina intenta alcanzarmecorriendo con sus zapatos con cara asustada, mientras que Isa y Sara se están desternillando de risaal ver la escena. Cuando llego allí me derrumbo literalmente en el pequeño sofá, le cojo la bebidaque tiene Sara en las manos y me la bebo de un tirón.Cuando termino, todas se me quedan mirando estupefactas. Entre risas y secándose las lágrimas delos ojos, me aplauden y vitorean y comienzan a burlarse de mí:—Joder, Eva, ya iba siendo hora que te soltases un poco la coleta. Pero deberías soltártela del todo,y echar un buen polvo.—Sí. ¿Y qué le digo? ¿Vamos a mi casa? Y cuando llegue allí, el colmo del romanticismo. Tiestospor todos lados, platos sin fregar, cocina sin recoger, la cama sin hacer y probablemente tendría quecambiar las sábanas, porque el chico se pasó anoche a mi cama y casi seguro que se le escapó elpipí. – En un momento de ironía les suelto— "Un momento cariño, que voy a recoger la cocina que mi hija de dieciséis años no lo ha hecho.No te sientes en el sofá, porque seguro que hay algún juguete sonoro en él y te lo clavas en el culo tanhermoso que, seguro que tienes, y no me esperes en la cama, porque tengo que cambiar las sábanas,ah, y no entres en el cuarto de baño, que seguramente las compresas de mi hija y su ropa interior estádesperdigada en el suelo. Pero tranquilo, que de aquí a una hora y media podemos retomarlo dondelo dejamos". O también podría decirle," Llévame a tu casa que la mía es un caos con los dospuñeteros niños que tengo" o bien le podría decir "Cariño, nos vamos a una pensión, que seabaratita, porque este mes, todavía mis clientes no me han pagado, la línea de descuento aún no la hefirmado, y tengo la cuenta corriente en números rojos porque he pagado a los trabajadores y yo aúnno he podido cobrar". Por Dios, eso le quita la erección a cualquiera. — Suelto del tirón casi sinrespirar. Viendo la cara de ellas tres, estallo en un ataque de risa incontrolado, donde las lágrimasdan protagonismo y dramatismo a la situación. — Esa es mi vida, y ¿queréis que salga con alguien?De verdad, antes me compro un perro. —Todas estallamos a carcajadas limpias y mientras nos reímos, pedimos una última ronda de bebidaspara ya dar por finalizada la velada. Y a eso de la una de la madrugada, salimos del "Paradise" paradar por terminada nuestra noche de san viernes. Cogemos un taxi Cristina y yo que nos lleve devuelta a casa, ya que vivimos lo suficientemente cerca para ir andando de una casa a otra. Al llegar ami portal, Cristina me mira y me dice lo suficientemente seria:—Sabes que estoy aquí para lo que necesites. Y yo creo que estas en una edad estupenda para quepuedas tener una aventura, un amigo especial, llámalo como quieras. No me gusta verte sola Eva, estaque está aquí delante de mí no eres tú. Desde la muerte de mamá no eres la misma. Has perdido tualegría, tu dinamismo, te has perdido a ti misma. Y no te ves en el espejo. Eres muy guapa, siemprelo has sido y estás estupenda, lo que pasa es que no te arreglas, hace mucho, que no te arreglas, tansólo te limitas a ponerte esto los viernes que parece tu uniforme, para salir con las chicas, y el restode la semana, vaqueros, leggings y zapatillas de deportes. — Me recrimina.—Ni tan siquiera eres capaz de peinarte. Te haces la coleta camino de la puerta, no me lo niegues. Yava siendo hora que te centres en ti misma y no tanto en los demás. Me voy, porque si no lo hago ya,Jorge es capaz de llamar al equipo de Paco Lobatón para que me busquen. Tiene que estardesesperado con el niño. Mañana nos llamamos. Un besito, guapi.—De acuerdo. Lo pensaré. Vete ya antes de que a Jorge le dé el infarto y nos pasemos el resto de lanoche en el hospital. — Le digo riendo y metiéndome ya en la casapuerta de mi casa.Yo vivo en un barrio de trabajadores de Madrid, en un piso de setenta metros cuadrados, con mis doshijos. El piso de al lado, pertenece a mi hermana y a mí por herencia de mis padres y ahora lotenemos alquilado para poder cubrir los gastos y que no nos cueste el dinero. Subo en el viejoascensor, rezando para que no se quede parado, ya que, de tres días, no funciona cuatro y estoydemasiado cansada como para quedarme encerrada en él. Al llegar al tercer piso, abro la puerta y meencuentro en el rellano, miro las dos puertas, con melancolía, esperando ver a mi madre salir de sucasa para saber si era yo la que había llegado y porqué había tardado tanto. Son tantos los recuerdosque tengo de allí, que por un lado hace falta que me mude, pero por otro, si lo hago sé que me separode mi historia, mis orígenes, de mi madre y de mi infancia. Como todos los viernes, abro la puerta decasa y sin llevarme ninguna sorpresa apago la luz de la entrada. Otra vez Merche se la ha dejadoencendida.Cruzo la pequeña entrada y enciendo la luz de la cocina. Dejo el bolso en mi dormitorio, hago unrecorrido por todas las habitaciones para hacerme una idea general de cómo han dejado los niños lacasa. Una vez de cerciorarme que el desastre es cómo lo imaginaba o peor, me voy para la cocina,me hago una taza de té y le mando un mensajito a mi tía para saber cómo están los puñeteros niños ycómo se han portado. Menos mal que mi tía sabe manejarlos. Me contesta enseguida diciendo queAle estaba durmiendo en el sofá y que Merche había cenado bien y que tenía allí una amiga que sehabía quedado a dormir. Las dos estaban en el dormitorio charlando de sus cosas. Le mando unmensajito a Merche, diciéndole que ya estoy en casa, que se fuese a dormir ya porque la tata estabacansada y se quería acostar.Como es lógico, sigue enfadada conmigo, por lo que no me contesta. De todas formas, le mando unbeso y le deseo buenas noches.Mi mente está cansada y mi cuerpo todavía más, pero no paro de repetir en mi mente una y otra vezlas imágenes de mí bailando con ese desconocido y la sensación de estar brevemente acompañadapor una pareja, la sensación de que un hombre acariciase mi cuerpo. Pero como es normal en mí nome produjo ni frío ni calor. Tan sólo la sensación de estar acompañada. Me riño, ya que no tengotiempo de pensar en eso. Me voy a la ropa sucia y pongo una lavadora. Sin más preámbulos medispongo a realizar mi propio ritual de mis "san viernes".Recojo tiestos aquí y allá. Yo creo que mi hija se piensa que misteriosamente cuando ella no está unafuerza de la naturaleza hace que se recojan las cosas solas. Porque otra explicación no tiene a quecon dieciséis años me deje toda la casa tal y como esta. Después de llevarme un buen ratorecogiendo trastos de toda la casa, me siento en el sofá y enciendo la televisión a ver si echan algunade las series de asesinato y policías que me gusta ver. Miro la hora y busco el canal adecuado.Todavía podría empezar a ver algún episodio, aunque sea repetido. Me voy a mi escondite secreto aun lateral de la mesa y busco el tabaco y el mechero. Uno de mis vicios ocultos. Fumo sólo losviernes por la noche en casa cuando no hay nadie. Yo antes fumaba mucho. Al año de fallecer mimadre, conseguí dejarlo del todo por una promesa que le hice a ella en su lecho de muerte.Al fallecer mi marido, me instauré ese cigarro en conmemoración suya. Me enciendo el cigarrillo yle doy una larga calada asegurándome de dejar el humo un buen rato en mis pulmones. Cuando por finlo suelto, las imágenes de mi marido y mías en el sofá de casa viendo las series de policías inundanmi mente. Miro el salón que había pintado él la última vez en tono marrón chocolate y beige, aunqueeste último tono no me gustaba, yo prefería un tono más claro, que le diera más amplitud y másluminosidad al salón. Se ve el salón oscuro, casi tenebroso, aunque ya todos los muebles tienen suedad, más que mi hija, porque eran de cuando nos casamos, no quería cambiarlos, ya que eranrecuerdos de mi abuela.Lo que sí pintaría el salón, y comenzaría mañana. En ese preciso instante, lo tengo claro. Necesito uncambio en mi vida. Voy a pintar el salón con los colores que a mí me gustan. La casa es mía y ya nole debo explicaciones a nadie. Con esa resolución apago mi cigarrillo a medio fumar, abro la ventanadel salón para que se vaya el humo del tabaco y en una casa que se me hace totalmente vacía, me voya mi dormitorio a cambiarme de ropa.Al abrir el ropero, me veo la ropa de Pablo. Todavía no he quitado nada de él. Sin dejarme llevarpor el pesimismo ni por el agobio, me enfundo en mi ropa de correr y salgo a la calle a realizar mirecorrido diario. Cuarenta y cinco minutos corriendo me vendrán bien para echar el resto del alcoholdel cuerpo, además de despejarme la mente y poder acostarme a dormir durante cuatro horasseguidas si tengo suerte.Al salir a la calle a correr, me encuentro con el Madrid vacío de madrugada. Claro, quien iba a ser elloco o loca de salir a correr a las tres de la madrugada.Yo generalmente voy de noche a última hora y después por la mañana a las cinco y media. Eso meproporciona el cansancio suficiente para poder conciliar el sueño. Yo no me enfrento a una camavacía, ya que Pablo y yo hacía años que no compartíamos la cama, pero sí me enfrento a la soledad yla presión en el pecho que tengo constantemente. El hecho de salir a correr todos los días dos veces,me la mantiene a raya. Con mi iPod en los oídos y mi selección musical especial para correr, se mepasan los minutos enseguida. Cuando llego a casa, enciendo el termo, y me doy una ducha rápida.Pocos minutos después, con mi pijama corto de verano, me acuesto en la cama. Cojo el último libroque me estoy leyendo y como todas las noches me dispongo a leer. Después de un buen rato leyendo,por fin caigo en un sueño profundo, aunque realmente sé que pronto voy a despertar.
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El dia que te conocí
RomanceEva es una mujer viuda, madura de 40 años y con dos hijos. La vida siempre ha sido dura con ella. Con una empresa emergente pero sin mucha liquidez, y demasiado trabajo, una hija adolescente problemática y un hijo de ocho años un poquito travieso, E...