Capítulo dos
A la mañana siguiente, tal y como había planeado, me levanto temprano, las cinco y media de lamañana. Saco del congelador carne para hacerla ese día, tiendo la ropa que había dejado en lalavadora la noche anterior y pongo otra lavadora con los uniformes del colegio de los niños. Metomo un café, ya que sin ese líquido soy incapaz de dar un paso y mientras me lo tomo, continúoleyendo la novela en el mismo sitio que lo dejé anoche. Al terminar el café, pongo el lavavajillas contodos los tiestos sucios y me dispongo para limpiar el cuarto de baño. Por favor, ¡qué de mierda!, ¡nique fuera el váter de una discoteca barata! Después de eso, son las nueve y media y me voy corriendoa la tienda de pinturas. Allí, mientras me atienden llamo a mi tía.— ¿Tata? ¿Qué, cómo están los niños? ¿Se han levantado ya?—Bien. El chico ya se ha levantado y está desayunando. Las dos locas se quedaron dormidas a lastantas y todavía no se han levantado. ¿Ya vienes para acá? Para preparar el café. Así nos tomamosuno.—Estoy en la tienda de pinturas que hay al lado de tu casa. Voy a comprarlas para empezar a pintar elsalón hoy y después voy para allá. Ve preparando el cafelito, porque si voy a pintar necesito llegartempranito y no ponerme a la una de la tarde.—Desde luego, estás loca ¡Mira que ponerte a pintar el salón! ¿A quién se le ocurre? Haz lo quequieras. Bueno, te espero. — Me regaña mi tía.Después de un buen rato mirando muestras de pinturas, me decidido por los tonos. Está claro que megustan los marrones, pero quiero aclarar los tonos para dar más luminosidad a la estancia. Así queme decido por el chocolate y un tono tierra para hacer contraste. Después de llegar a casa de mi tía,tomarme un café y recoger a la patrulla de niños, me voy corriendo para casa, para comenzar adesmontar el salón. En mi mente lo tengo todo perfectamente claro y organizado. Por la mañanadesmonto los muebles. Por la tarde preparo los muebles el salón con cinta y plásticos por encimapara no mancharlos. El domingo comienzo a pintar, total tampoco es tan grande como para no pintarloen una mañana y por la tarde monto el salón. Perfecto. Solo queda la cuestión práctica. Esa en la quemi hija, no quiere que desmonte el salón porque simplemente no. Y tengo que pelear con ella paraque me deje. Por otra parte, el chico quiere jugar a la play, en el salón porque la tele es más grande¡Mira niño, vete a mi cuarto y juega allí y me dejas en paz para poder desmontar los muebles!—Mamá, no me has lavado los pantalones vaqueros grises y los necesito para esta tarde porque notengo otra cosa que ponerme.—Merche y ¿los negros? Esos te quedan estupendos. — Comienza mi batalla con la niña muytranquila yo.—Mamá los negros me los puse el lunes. No puedo salir con los mismos vaqueros dos veces en lamisma semana.—Vaya, ahora me entero yo que perteneces a la realeza y que por lo tanto te van a pillar lospaparazis. Que despiste el mío, ¡por Dios! Merche, tienes unos cuantos vaqueros, leggings y faldas.¿De verdad me estás diciendo que no tienes nada que ponerte esta tarde? Mira la ropa que estatendida. Si encuentras algo, métela en la secadora, sino encuentras nada, mala suerte. Siempre puedesmirar en mi ropero, por si quieres coger algo. — Siempre me gusta decir esa frase, porque mi hija dedieciséis años y yo tenemos la misma talla. Eso es algo que me gusta, que me demuestra a mí mismaque al fin y al cabo no estoy tan mal como creo. Pero a mi hija, ese comentario como que no le hacemucha gracia y en sus momentos de adolescente irascible, saca lo peor de ella y hace desatar unatormenta en casa que ni el tsunami más feroz. Preparada para la tormenta, me vuelvo hacia ella y lamiro directamente a la cara con aire desafiante.— ¡Qué! — Responde la niña, desafiándome a mí también.—Nada— Le respondo del modo más tranquilo que puedo. — Simplemente te digo que yo sola nopuedo con todo. Que, si necesitas más ropa limpia, también podrías encargarte de poner unalavadora. O recoger tu cuarto. O recoger las compresas del cuarto de baño después de cambiarte, osimplemente recoger la ropa del suelo. ¿Quieres que siga? La única obligación que tienes en estacasa es estudiar y en la última evaluación has sacado 8 suspensos. No quieres ir a clases particularesy estoy un poquitín harta de los mensajitos de tus profesores por tu actitud en el instituto. — Estoúltimo prácticamente lo chillo. Me está sacando de mis casillas. Está bien que es una adolescente.Que la pobre ha pasado por la muerte de su abuelo, su abuela y su padre en muy corto tiempo. Que elpsicólogo me diga que necesita tiempo. Que sea paciente con ella. Perooooo, perooooo, es que nopuedo ¡UAGGGGG! ¡QUIERO CHILLAR, JALARME DE LOS PELOS! ¡NO PUEDO MÁS!Para no volver a discutir con ella, no chillarle y sobre todo no cometer ninguna locura, me dirijodirectamente hacia el salón y sin mediar palabra, desenchufo la tele, la play y todos los malditoscables que veo a mi alcance. Me dirijo directamente hacia la cocina, cojo el altavoz bluethooth y elmóvil, escojo mi canción favorita "A mi manera" de Siempre Así y la pongo a todo volumen,mientras sigo en mi empeño de desmontarlo todo por la mañana cantando a pleno pulmón al ritmo dela música, para desgracia de todos los habitantes a tres kilómetros a la redonda. Cuando desmontotodo lo relacionado con cables, y lo pongo a resguardo en otras habitaciones, hago lo mismo con elinterior de todos los muebles. Sacando vajillas, cuberterías y demás trastos que no solemos utilizarnunca. ¿Para qué tendré guardado veinte tarros vacíos aquí? ¡A la basura! Oye el conjunto de tetera yazucarero que me dijeron que era de plata, regalo de bodas de mis queridísimos cuñados ¡A labasura! Mira por donde voy a hacer limpieza. Así, me ocupo del mueble del salón y de la librería,tirando tiestos, guardando otros. Cuando ya tengo eso listo, comienza lo peor. Mover muebles. Mecreía Superwoman y no puedo retirar el mueble del salón yo sola. Así que llamo a quien siemprellamo, mi amigo del alma, que siempre está disponible para mí. Paco. Le doy tres toques a la pared yacto seguido escucho el portón de mi madre abrirse, cerrar y llamar a mi puerta.—Qué te pasa esta vez. — Responde Paco, con la voz ronca de aquel que se acaba de despertar.Paco es más que un amigo mío. A pesar que mi confidente y mi persona es mi hermana, la relaciónque tengo con él es diferente. Trabaja para mí en la empresa, pero también le tengo alquilado el pisode mi madre a una renta irrisoria como incentivo a su trabajo. Trabaja muy bien, pero también meayuda mucho en los días de bajón, bajón de verdad. Es diez años más joven que yo y bastante risueñoy divertido. No salimos nunca por ahí de copas, pero nunca duda en ayudarme en lo que pueda, aligual que hago yo con él. Comparte el piso con dos amigos más de su misma edad para compartirgastos. Los otros dos son inmigrantes marroquíes bastante interesantes también. Me ayudan muchocon el chico. – Eva, ¡qué coño estás haciendo! – Me exclama, casi me grita, cuando entra en el salóny ve el desastre. — Ya hemos hablado de tu manía a la limpieza cuando estás exaltada. Pero esto espasarse.— ¡No es pasarse! — Me defiendo cómo puedo. ¿Qué voy a hacer sino? – He decidido que voy apintar el salón, que ya va siendo hora. Así que este finde es ideal para hacerlo, ya que no me voy alcampo y como para el fin de semana que viene me voy a Barcelona, tengo estos días para terminar.Así cuando regrese me puedo ir al campo tranquilamente y comenzar a pintar allí.— ¿Y porque no te decides a quitar las cosas de Pablo en lugar de pintar el salón? Creo que seríamás sano. Así tampoco tendrías que soportar a tu queridísima familia política dándote el varazo deque quieren las cosas de él. Mira Eva, sabes que no suelo decirte lo que tienes que hacer o lo que no.Tú me dices lo que yo tengo que hacer y yo lo hago y punto. Me suelo callar. Cuando me pidesconsejo, te digo lo que pienso y listo. Pero creo que ya ha llegado el momento de que saques todassus cosas. Los chicos están ahí. Estoy segura de que tu tía y Cristina también estarían más quedispuestas. Y si me aprietas un poco, Isa y Sara seguro que se apuntan en un santiamén. Sabes que noestás sola, pero no dejas que nadie te ayude. — Me replica ya en un tono más dulce.—Tienes razón. Ya va siendo hora. ¿Qué te parece si este fin de semana me dedico al salón, que lonecesito de verdad, darle otro aire, y la semana siguiente al viaje de Barcelona organizamos paravenirnos todos aquí y lo hacemos? Así me da tiempo de poder quitar a los niños de en medio paraque no vean nada. ¿Te parece? — Ya me lo he camelado para que me ayude con los muebles delsalón.—Ok. Traeré botellas de tequila. Así al final no sentirás nada. Cambiando de tema. ¿Cómo te fueayer? — Me pregunta, una vez el mosqueo se le ha pasado.—Bien. Igual que siempre. Bueno. Dicho esto, ¿empezamos?—Espera. No vas a hacer esto sola. Me cambio de ropa, aviso a los chicos, y traigo música deverdad, no eso que estás escuchando que me entran ganas de cortarme las venas. De verdad, Eva¿Qué música es esa? – Me pregunta mientras se dirige a la puerta para irse a casa de mi madre paracambiarse de ropa y hacer lo que ha dicho.— ¡FIX YOU, de Coldplay! ¡Y son muy buenos, para que lo sepas! – Le grito riéndome. Me he salidocon la mía. Bueno. Pues la carne que había sacado para hoy, se quedará para el lunes. La cocinaréesta noche. Hoy pediremos unos pollos asados o pizza. O comida china, como prefieran. Es lo menosque puedo hacer, ya que me van a ayudar.Cinco minutos más tarde, vuelven a llamar a la puerta. Les abro y allí tengo a mis tres caballeros deblanca armadura al rescate. La niña sale inmediatamente de su dormitorio. Y segundos más tarde, elniño. Bueno, ya estamos todos ¡Que comience la fiesta!En un momento tenemos organizado todo el trabajo y hasta la niña está ayudando. Es increíble lo quehacen tres tíos buenos con una adolescente. ¡La hacen hasta trabajar!A media mañana comenzamos a sacar cervecitas fresquitas del frigorífico para Paco y para mí yrefrescos para los niños y los marroquíes. No beben alcohol por su religión. Al medio día tenemostodos los muebles cambiados de sitio, parecen que están embalados con los plásticos puestos porencima, las desgatadas cortinas también están quitadas y estamos hambrientos, así que hacemos unapausa para comer y poder seguir después con esta tarea. Esto va mejor de lo que creía y de lo quetenía previsto. Después de una larga discusión en la que no nos decidíamos por lo que pedir, pedimosun poco de todo, pizzas y comida china. Todo con pollo y nada de cerdo por mis marroquíes, que meayudan a esta labor. Después de recoger los restos de la comida, y aún con energía y entre risas,comenzamos a pintar el salón, cada uno, por un lado, para ir más deprisa. Esta cuadrilla que me hebuscado, sinceramente es muy buena y trabaja todo el mundo. Al chico, lo tengo entretenido siendo elencargado de darnos a todos los materiales que necesitamos. Entre bromas, risas y música, a las ochoy media ya no vemos nada para seguir pintando. Pero tan sólo nos queda parte del pasillo quecomunica a los dormitorios para terminar, así que damos por concluida la jornada por hoy y lespropongo que vengan a cenar a casa. Soufian y Mohamed declinan la invitación alegando que hanquedado con unos amigos para salir, mientras que Paco se apunta. Claro siempre que yo cocine, estádispuesto a venir. En mi casa siempre hay mucha gente a la hora de comer. Si no está Paco, estáalguna amiga de la niña, algún amiguito del niño, mi sobrino Javi o todos juntos.Cuando termino de ducharme, me dispongo a pelar las papas y hacer tortillas de patatas para la cena.Antes me entretengo mirando el salón y contenta con el trabajo que hemos realizado, cojo mi teléfonoy le hago una foto. Rápidamente, se la envío a mi hermana con un mensaje que dice "comienzan loscambios" junto con una carita sonriente. Enseguida suena mi teléfono. Lo cojo sabiendo que es ella.— ¿TE HAS VUELTO LOCA? DIME QUE ESO NO ES LO QUE PARECE. — Me grita mientras meseparo el teléfono de la oreja.—Si es lo que parece. — Le contesto rápidamente. — ¿No estás harta de decirme que tengo quecambiar? Pues ¡hala!, ya lo estoy haciendo, cambiando el salón.—Mañana te vienes a casa a comer y no me discutas. — Mi hermana es la pequeña pero la mayoríade las veces parece la mayor por la forma en que me reprende constantemente. Había veces quereprendía hasta a mi madre. Y de vez en cuando, cuando ella hacía algo que sabía que a mi hermanano le iba a gustar, me decía que por favor no se lo contase y yo le guardaba el secreto. Después detantos años guardándole cosas a mi madre había veces que no sabíamos lo que le habíamos contado ylo que no. El resultado es que nos cogía las mentiras y se enfadaba conmigo. Claro, con mi madre no.Me sonrío cuando esos recuerdos inundan mi mente.—Cristina, tranquila, estoy bien y ya está casi listo. Paco, los niños, Soufian y Mohamed me hanayudado durante todo el día y lo hemos pasado de maravilla. Acercaros mañana por aquí y veréis elresultado. Ha quedado genial. En la foto no se aprecia bien, pero los colores son la mar de monos.Me encantan. ¡Ah! Y he tirado las cortinas. La semana que viene, compraré unas nuevas y lascolocaré.—Bueno, ¿de verdad que estás bien? Sabes que, si me necesitas, aquí me tienes para lo que sea.—Lo sé. Ahora viene Paco a cenar conmigo y los niños. Me acabo de duchar y Merche lo estáhaciendo ahora mismo. Ale, ya está duchado y está en mi dormitorio viendo Bob esponja, esperandola cena. — Le digo mientras escucho el timbre de la entrada y me dirijo hacia él para abrir la puerta.— Te dejo, un besito que acaba de llegar Paco y todavía tengo que hacer la cena.—Un besito, adiós. Hasta mañana.Cuelgo y me río al ver a Paco con su pijama, una botella de ron en la mano y dos pelis en la otra.—Para después de cenar. Terminar bien el sábado noche. Un cubatita mientras vemos "Agentesecreto" y "La posada de Jamaica", de Hitchcock, gracias a la colaboración de la mamma. ¿Teapuntas?—Pues claro que sí. Sabes que nunca me niego a un buen clásico.Me sigue hasta la cocina, abre el frigorífico y saca dos cervecitas, y me ofrece una, mientras yo pelolas patatas. Se lo agradezco, le doy un trago y el comienza conmigo a pelarlas, mientras charlamos detrabajo.— ¿Te acuerdas que el jueves me voy a Barcelona?—Si. — Le contesto. — De hecho, yo llego el viernes. Me gustaría tener una reunión contigo y conPedro el sábado por la mañana. He alquilado un saloncito en el hotel para que podamos tener lareunión. Procura tener los informes listos y que Pedro se lleve todos los partes de trabajo para podercotejarlos. También deberías publicar un anuncio para buscar un programador, pero eso hazlodespués de que regreses del viaje. Lo que sí es que deberíamos contratar otro técnico en Barcelona,cada vez son más los clientes que tenemos allí y Pedro no está dando abasto con tanto trabajo y seestá atrasando. Le diré a Cristina que baraje la posibilidad de subcontratar a alguna empresa de allí amodo colaboración. Pagándole por aviso realizado. De todos modos, contacta con alguna de ellas ellunes por la mañana y así podré tener una primera toma de contacto el sábado allí, aunque despuéstenga que volver para firmar los contratos. Llama a Isa y dile que prepare un primer borrador, tanto sies para empresa, como para autónomo, porque a pesar de todo, por muchas vueltas que le doy, no mealcanza para contratar a más personal. Los seguros sociales, las nóminas, el kilometraje y las horasextras me están asfixiando.—Lo sé. Pero estamos en una época de expansión y creo que van a venir muy buenos tiempos. Elpresupuesto que estás preparando para el cliente nuevo es muy bueno y creo que le va a ser difícilrechazarlo. Aunque todos tendremos que poner de nuestra parte, nos asegura trabajo para una largatemporada. Si necesitas cualquier cosa con eso, ya sabes dónde me tienes. Y no te preocupes, lotendré todo preparado el sábado por la mañana. — Termina de decir guiñándome un ojo.— ¿Cuánto le falta a la comida? Estoy hambrienta. — Pregunta mi hija Merche, entrando por lapuerta de la cocina. — Mamá, el viernes te vas, ¿me puedo quedar en casa de Noe el fin de semana?Así no le doy mucho el coñazo a la tataté. — Concluye mi hija. Ella llama tataté a mi tía desdepequeñita. Y a día de hoy tanto mis hijos como mi sobrino Javi la llaman de esa manera.—Se están friendo las papas. Le quedará media hora como máximo a todo. Y respecto a quedarte encasa de tu amiga Noe, ya veremos, dependiendo de cómo te comportes durante esta semana. Yasabes, tú me das, yo te doy. —Le contesto guiñándole un ojo y encogiéndome de hombros. Al final lavoy a dejar, pero al menos esperemos que para conseguir su objetivo esta semana esté un poco mássuave.Paco se ríe ante nuestras peleas. Dice que siempre estamos igual, pero que en el fondo las dos somosdos gotas de agua y que no podemos estar la una sin la otra. Eso me hace reír, ya que era la mismarelación que yo tenía con mi madre. Después de cenar las tortillas, y bebernos un par de cervezas,decidimos iniciar nuestra sesión de cine clásico de terror con nuestros cubatas. Cuando termina laprimera peli, me veo a Paco dormido en el sofá y a Merche con la cabeza en su regazo. Paco es un tíogenial y sabe cómo actuar con mi hija para aplacarla. En muchas ocasiones pienso que la tendríanque criar entre Paco y mi hermana Cristina, ya que parecen entenderla mejor que yo. Pero yorealmente la entiendo, pero como madre, a veces le tengo que decir cosas que no siento para que nose me vaya del camino. Entiendo que a esta edad no quiera estudiar, yo tampoco quería, pero debehacerlo para tener un plan el día de mañana. Un futuro. Finalmente, los despierto y los mando cadauno a su cama. Y como no tengo sueño y no puedo dormir, después de despedir a Paco, me cambio deropa y me voy a correr. Una hora más tarde, llego exhausta y sudorosa. Me pego una ducha y meacuesto pensando de nuevo que he pasado otro día rodeada de gente que me quiere, pero no llegan allenar el enorme vacío que siento en mi corazón. Quiero a mis hijos con locura y ellos son los que meiluminan cada mañana, los que hacen que realmente me merezca la pena seguir viviendo y seguirlevantándome cada día, pero en el fondo de mí corazón también necesito algo más.El domingo por la mañana terminamos de pintar el salón y ya por la tarde, Merche y yo nosdedicamos a la labor de limpiar en condiciones y dejarlo todo bonito. Cuando ya a última hora deldomingo noche me siento en el salón a ver un rato la tele, lo miro y me siento un poco mejor, pero elvacío que tengo en mi interior sigue estando allí y una mano de pintura no lo ha rellenado.El lunes, mi humor de perros no ha cambiado. Al llegar, me encuentro con la reunión para ajustar elpresupuesto del nuevo cliente. Todos estamos emocionados, y queremos coger el proyecto, ya quesabemos que es bastante importante para la empresa y que nos abrirá muchas puertas en un futuro. Lareunión con los programadores, los técnicos en hardware y contabilidad, es decir, mi hermanaCristina, se alarga durante toda la mañana. Tenemos que ajustar precios, pero no nos cuadran losnúmeros para poderlo hacer. Por un lado, si rebajamos el precio de la mano de obra en hardware, nocubrimos los kilometrajes y si reducimos en programación, no cubrimos las horas de losprogramadores.Por otra parte, me dicen los programadores que tendríamos que cambiar algunos equipos para quepudiesen ir más rápido, pero según Cristina, esa opción es inviable debido al costo.De nuevo, se nos escapa la operación por los números. La solución que se me ocurre, es algo másglobal, mirándolo desde otro punto de vista.Ya que el cliente quiere cambiar totalmente el sistema informático, podremos dar un presupuestoglobal y cerrado que incluya tanto hardware como software, sin posibilidad de excluir ninguna. Así,podremos bajar tanto en una cosa, como en otra sin que los números se vean afectados. Por lo tanto,deberíamos convencer al cliente que sea una única empresa la que englobe los dos proyectos paraque la comunicación entre ambos departamentos fuese más fluida.Esa es una idea que deja a todos contentos. Lo peor es llevarla a cabo. Quedamos para volver areunirnos el martes por la mañana para tener algunos números en este sentido.Cuando salgo de la reunión el martes, todo está mucho más claro. Ya solo queda mi trabajo que esrealizar una buena presentación del mismo al cliente y una buena argumentación. Con eso tendría quevalernos, para conseguir el proyecto. Cristina y Paco me siguen a mi despacho, y después de cerrarla puerta me dice Cristina:—Con esa solución debería valer. ¿Estás más tranquila?—Sí. — Le respondo y dirigiéndome a Paco le digo. — Paco, investiga un poco las empresas que sepresentan también a este proyecto. De ese modo sabremos a quien nos enfrentamos. Cristina, si no teimporta y tienes un poco de tiempo, me gustaría que te informaras sobre el dueño de Grupo Soxta, asísi tenemos información de él, sabré por donde atacarle. Ya sabes, edad del mismo, si está casado, sies tradicional, ese tipo de cosas que en estos momentos nos podrían servir. Lo necesito para mañana,para poder estudiar toda la documentación y tener la presentación lista para el viernes. Así no tendréque trabajar el fin de semana en Barcelona, solo lo justo. —Les digo sentándome en mi sillón, apoyando los codos en la mesa y la cara sobre mis manos, señalinequívoca de que estoy agobiada y cansada. Sé que esta no es la solución ideal, ya que al dar elpresupuesto común nos lo jugamos todo a una sola carta. Si presentamos el presupuesto como dosproyectos individuales, si no están conformes con uno, siempre pueden coger el otro si les parecebuena opción. De esta manera nos lo jugamos al todo o nada.No estoy segura de que sea la mejor opción, pero me la estoy jugando y es algo que hemos debatidoseriamente durante toda la mañana en la reunión. Espero que la información que me den sobre miscompetidores y sobre Grupo Soxta me sirva.Al marcharse de mi oficina tanto Cristina como Paco, me sumerjo de lleno en la preparación de lapresentación en power point y la mañana se me pasa volando. Sin darme cuenta me veo que son launa y media y salgo pitando para recoger al chico del cole que sale a las dos. Al llegar, me veo avarias mamis con las que siempre suelo charlar un poco antes de que abran la puerta.— ¿Qué tal? ¿Os habéis enterado de la excursión de la semana que viene de los niños? — Mepregunta una mamá nada más llegar.—Si. — Respondo secamente. –Dieron el papel ayer y todas las mamás del grupo de WhatsAppestuvieron debatiendo durante horas si era mejor que llevaran puesta la crema solar desde casa o sise la metían en la mochila. También, si la comida debería ser para compartir o individual o sideberían llevar gorra o no. Al final, silencié el grupo porque no me dejaban en paz con tantosonidito. — Digo riéndome ya de las chorradas que se debaten en el grupo, a la vez que ellas se unentambién a mis risas.Casi inmediatamente aparece por mi lado, Isa con sus taconazos y perfectamente maquillada ypeinada. Yo a esta hora ya casi no tengo peinado y mi maquillaje es inexistente y aunque llevozapatos de tacón, no son tan impresionantes como los de Isa, aunque me encantan, nada más verlos,me duelen los pies. Isa, como hace siempre, me coge por la cintura y me planta dos besazos y unabrazo. Siempre parece que llevamos una eternidad sin vernos, aunque lo hayamos hecho hace dosminutos.— ¿Qué pasa guapi? ¿Ya tienes todo preparado para el viajecito? — Me pregunta con una sonrisaburlona en la cara y un guiño de ojos. Yo sé que lo hace por fastidiar a las demás mamás, y así darlestema de conversación durante los próximos seis meses.—Sí, todo listo y preparado. Los billetes los tengo que sacar hoy. Ahora cuando llegue a casa, memeteré en internet para reservar el vuelo. Y ya estoy empezando a meter cosillas en la maleta.—Pues déjate de chorradas, y mete biquinis minúsculos, un buen surtido de lencería sexi, y, sobretodo, trajes muy escotados y taconazos de infarto. — Me comenta risueña mientras mira concachondeo a las otras mamis allí presentes, que nos observan como en un partido de tenis para noperder detalles de nada.—Eva, ¿te vas de viaje y no nos habías dicho nada? — Allá va la pregunta del millón. Dependiendode mi respuesta, tendrán tema de conversación para dos días o se acabará en el momento en que losniños entren en el instituto y están en segundo de primaria.—Voy a Barcelona este fin de semana por motivos de trabajo— Les aclaro mientras miro a Isa concara de mala leche— Tengo varias reuniones de trabajo a las que asistir, así que sí, me voy el fin desemana a Barcelona y no hacerle caso a ésta— digo señalando directamente a Isa— que está con elcachondeo. Parece mentira que no la conozcáis. — Reitero mientras las miro para que no haya lugara dudas y hablen de más. Aunque no es del todo cierto, ellas no lo tienen porqué saber y así nosacaran conclusiones erróneas.En ese momento me veo salvada por la campana, ya que abren la puerta del cole y comienzan a salirlos niños. En el momento que recojo a Ale, como todos los días se abalanza sobre mí y casi me tiraal suelo para darme besos y abrazarme. Es algo que siempre hace desde pequeño. Le cojo la mochilaque, por cierto, pesa hoy una barbaridad y unos dirigimos a casa. En el momento de llegar, lo cambiode ropa y me cambio yo y me dirijo para calentar la comida. Ese día mientras llega Merche del coley la comida se está calentando, me siento en el ordenador y reservo el vuelo a Barcelona. El únicovuelo que está disponible es para las once y media de la mañana del viernes, es un poco antes de loque tenía previsto, pero como no hay otra opción, lo reservo y santas pascuas. Ahora queda porreservar el de vuelta. Cuando me doy cuenta, reservo para el domingo por la noche a las 10:30. Es elúltimo vuelo que hay, y también lo reservo. Ea, ya tengo mis billetes de avión listos para irme atomarme tres días de descanso que, por otra parte, no sé si sabré soportar. No estoy acostumbrada aestar tan lejos de los niños. Desde que nacieron nunca me he separado de ellos más que por unanoche y por la mañana cuando ellos se despiertan al rato estoy por allí para recogerlos. Lo máximoque los niños han estado lejos de mí ha sido en casa de mi hermana, de mi tía o de mi ex suegra...No están acostumbrados a que yo me vaya tres días y dos noches enteras. Pero ambos tienen minúmero de móvil y saben que me pueden localizar cuando quieran y estoy segura que lo van a hacer.La mañana del miércoles, una vez que llego a la oficina, Paco se dirige rápidamente a mi despacho,porque su vuelo sale en dos horas. Ha tenido que adelantar el viaje un día para una reunión con uncliente de improviso. Cuando le veo le pregunto qué hace allí y me contesta que me trae ladocumentación que le pedí sobre las empresas que se presentan también para dar el presupuesto.Deja el informe sobre mi mesa, y dándome un beso en la mejilla se marcha rápidamente. Mientrasojeo el informe que me ha traído, escucho un barullo fuera y salgo rápidamente del despacho parasaber de qué se trata. Al salir por la puerta veo a Cristina con Eduardo y Rubén discutiendo, lo cualme pone en alerta porque mi hermana nunca ha discutido con ningún trabajador, y menos aún conellos, que los adora y los defiende por encima de todo.—Entrad los tres en mi despacho, ¡YA! — Les grito sin tan siquiera preguntar qué ha pasado. Noquiero discusiones ni peleas de empresa en mitad de los pasillos. Si los ve algún cliente, la imagenque daríamos sería patética y he luchado mucho por esta puñetera empresa y me he dejado mucho porel camino, para que alguien se la cargue de esta manera. Sé también que seguramente Cristina llevarárazón, como no, pero al menos debería dejar que me expliquen qué ha ocurrido. Ya más tranquila,cuando se han sentado alrededor de mi mesa, sin decirles ni una sola palabra, mientras cuanto hastacien, porque hasta diez no es suficiente para tranquilizarme, bordeo mi mesa y me siento en ella.Algo que he averiguado a lo largo de este año es que tanto a Rubén como a Eduardo les ponefrancamente nerviosos el que les mire y no les diga nada. Ese truquillo, lo utilizo frecuentemente conellos y además de tranquilizarme, me divierte la cara de acojonados que se les queda. Se creen quelos voy a despedir a la mínima y no saben ellos que esa no es mi intención ni remotamente. Sé quetienen familia y una hipoteca que pagar y son muy buenos técnicos y eficaces, algo difícil deencontrar, pero son algo distraídos y hay que estar continuamente detrás de ellos, sobre todo en eltema de los partes. Cuando ya me he cansado de mirarlos fijamente me dirijo a ellos— Bueno,explicarme que es todo este alboroto tranquilamente y sin gritos. Empieza tú, Eduardo. — Eso sé quelos ha descolocado, se creían que primero les iba a dar la oportunidad a Cristina por ser mi hermana.—Cristina nos está echando la bronca siempre por el tema de los partes y ya estoy hasta los cojonesde los dichosos partes. Ahora nos viene con que tres de los avisos del mes de marzo, no han pagadokilometraje porque no se había puesto en el partecito de los cojones y no quería que tú te enteraras.—Tiene la voz frustrada.—Pretende que vayamos con los partes al cliente, que le añadamos el kilometraje y que el cliente noslo vuelva a firmar, todo eso fuera de horas de trabajo y en nuestros coches particulares. — DiceEduardo, casi gritando, sin respirar, de un tirón, enfadado y la última parte de su discurso, con ironía.—Eva, son tres avisos por barba. El descuido de ellos con los partes es constante. Siempre estánprotestando y no lo cumplimentan como deberían. Cada parte de ellos es un caos, cuando noexplican el tipo de avería, se les olvida las horas o el kilometraje, o la firma del cliente. —Resopla y continua.—Así no hay manera de trabajar. Se lo he dicho en repetidas ocasiones y tú también se lo has dicho.Si mal no recuerdo, se lo comentaste el viernes a última hora cuando nos íbamos. Y siempre hacen lomismo. Tardo una eternidad en revisar sus partes, otra eternidad en comprobarlos y cuando me doycuenta, no lo pagan porque siempre falta algo. No se pueden facturar la mayoría de ellos por falta dedatos. No paro de decirles que eso va en detrimento de la empresa y que por ahí se va una grancantidad de dinero, pero no lo quieren comprender. He decidido que, de esta forma, ellos sabrán loque la empresa pierde por cada uno de sus errores.Pues sí que está enfadada mi hermana. Pero tiene más razón que un santo. Pero ya no sé qué coño voya hacer con ellos. Les he dado todas las alternativas posibles.—Pablo no era así. No se enfadaba por este tipo de cosas. No les daba importancia.—Claro, por eso casi nos lleva a la ruina. Por eso, Cristina y yo llevamos un año intentando reflotareste desastre. Y por eso mismo, hace tres años, tuvimos que hipotecar de nuevo mi casa para avalarun préstamo para la empresa. Y por eso estaba endeudada hasta las cejas, poniendo en peligro mipatrimonio particular y lo que es peor, el patrimonio que me dejaron en herencia mis padres. Para mílo más fácil hubiese sido dejarlo todo, cobrar la pensión de viudedad, y cerrar la empresa. Peropensé en vosotros y por eso estoy aquí luchando por esto. Os lo dejé muy claro el día que fallecióPablo. Ahora, la pelota está en vuestro tejado. Yo no os voy a despedir, pero sí os voy a suspenderuna semana sin empleo ni sueldo. En esta semana reparáis lo que habéis hecho, y sobre todo ospensáis si queréis seguir trabajando para esta empresa con mis condiciones. — Resoplo.—Si no es así, espero vuestra renuncia encima de mi mesa de trabajo el miércoles de la semana queviene. Dicho esto, ahora por favor, salid de mi despacho. SentencioYa está, ya la he liado. Ahora nos faltan en esta semana dos técnicos que son los más competentes ensu materia. Pero ¿qué hago sino? Dejar que sigan igual. No. Nos tendremos que redistribuir el trabajohasta el miércoles como sea y si tengo que volver yo a trabajar como técnico, lo tendré que hacer,que se le va a hacer, tampoco tengo dinero para contratar a nadie. ¡Dios, que desastre! Y mirandohacia el cielo le digo a Pablo:—El día que yo me muera, ya te puedes ir del cielo a alguna parte donde yo no te encuentre, porquecomo te encuentre, te resucito pá matarte de nuevo y a mí me expulsaran del paraíso, ¡pero que agusto me voy a quedar!Cristina riéndose por lo que estaba diciendo me dice:—Desde luego cada día estás más loca. Ahora qué coño hacemos con dos técnicos menos.—Cristina, por el amor de Dios, por favor, no me toques más las narices que no estoy de humor.Tengo que terminar la presentación, el viernes a primera hora pasar los recibos bancarios e irmecorriendo al aeropuerto para coger el avión a Barcelona. Yo no sé si esto es buena idea en estosmomentos. De verdad, por qué no te vas tú con Jorge. Yo me quedo con el niño el fin de semana.Vosotros también necesitáis un momento a solas, un finde romántico... —Le digo en un tono de vozbajito y casi suplicante para convencerla.—Déjate de chorradas, ¿quieres? Y me haces el favor de irte, disfrutar y relajarte que te hace falta.Llevas unos años bastante malos y te lo mereces. Necesitas desconectar y relajarte. ..—En ese momento mi teléfono móvil suena, miro la pantalla y veo que es Merche.—Dime cariño, que te ocurre.— ¡MAMÁ! —Me chilla al teléfono y yo me lo separo de la oreja con cara de susto.— ¿Qué ha pasado? ¿Ocurre algo?—No. Simplemente que he llegado a casa con Noe porque he salido antes del instituto porque la niñaesa se ha metido de nuevo conmigo y tengo ganas de estrangularla. Y cuando llego veo que la comidano está hecha. Son la una y tengo hambre. A ver si te das cuenta que además de trabajar, ¡tienesobligaciones como madre y que quiero comer ya! ¿Por qué no está preparada la comida? He quedadoesta tarde con unos amigos a las cuatro en el centro, tengo que comer porque me tengo que duchar,vestirme y prepararme para no llegar tarde.—Merche...—comienzo muy tranquila. No me quiero sofocar. La niña lo está pasando mal en elinstituto por que está sufriendo bulling y después de todo lo que ha sufrido, la estoy llevando a unpsicólogo. Esto último ha sido la gota que ha colmado el vaso y además de revelarse constantementecontra mí, se hace cortes en los brazos y piernas para paliar el sufrimiento. Una nueva moda entre lasniñas de su edad, que no saben cómo canalizar el stress y se auto infligen heridas. — Merche, cariño,primero antes de haberte marchado del instituto deberías haber hablado con Rafael, el pedagogo delinstituto, y con Pilar, tu tutora, para que sigan adelante con el expediente. Segundo, no hay comida encasa porque hoy toca huevos fritos con papas, así que no lo iba a dejar hecho anoche. Tercero, a míno me grites, recuerda que yo estoy de tu parte, que no soy tu enemiga. Corazoncito, sabes que loestamos pasando mal las dos con este tema, estoy aquí para ayudarte, pero chillándome no es lamejor manera. Y cuarto, hoy es miércoles, no puedes salir los días entre semana. Debes estudiar, yasabes que has empeorado mucho en las últimas calificaciones y tienes mucho que estudiar. — Intentocalmarla, de verdad. Intento calmarme, de verdad. Pero no lo consigo y mi nivel de enfado, llega ya aniveles que cómo me diga algo más me como al primero que se cruce en mi camino.—Mamá, es que en realidad he quedado para estudiar en la biblioteca del centro. No vamos a salir,vamos a preparar un examen que tenemos para la semana que viene. —Esta se cree que yo soy tonta, pero tonta del culo. Y con cara de no saber qué hacer, porque realmenteestoy desesperada, con un tono de voz más bajo de lo inusual, le digo que vale, que me he creído lamentira y que estudie mucho, que tenga cuidado en el metro y que me avise cuando llegue a labiblioteca. También le advierto que no llegue tarde.Después de eso, termino con lo que estoy haciendo despidiendo a mi hermana que sale de midespacho con un gesto de la mano.Apago el ordenador y me voy a recoger al niño al cole. Cuando llego a casa, me encuentro a Merchey Noe en el sofá viendo videos esperando para comer. Rápidamente, al igual que todos los días, mecambio de ropa, cambio al chico y preparo la comida. Una hora más tarde sale Merche por la puertade casa con su amiga y sin ninguna mochila del colegio, sin ningún libro, sin ni tan siquiera unbolígrafo. ¡Claro a estudiar! ¡A estudiar la manera de no hacer ná! Esta me va a escuchar cuandollegue. Va a estar castigada hasta el día del juicio final. Al menos, se podría haber llevado algo pádisimular, vamos digo yo. Paso la tarde entre lavadoras, limpiando la casa y haciendo la tarea con elchico. Miro la hora y son las nueve y media. La biblioteca cierra a las ocho. Ni tan siquiera tiene ladecencia de llegar un poco antes para hacer más creíble la mentira. Estoy como un toro de miuracuando llega a las diez de la noche. Le formo la bronca, la castigo durante un mes sin salir y le quitoel móvil y el portátil. A tomar por culo, pa chula yo. Sé que no lo voy a cumplir, pero al menos, quese lleve el disgusto durante unos días.El jueves, pasa de forma idéntica, solamente se caracteriza porque ya tengo preparada la maletapara irme a Barcelona el viernes. Pero antes tendría que pasarme por la oficina para dejar listos losrecibos bancarios y pasar por el banco para sacar dinero, ya que yo no dispongo de tarjeta. Me niegoa utilizarlas. Después gasto más de lo previsto y ya la hemos liado. En ese aspecto estoy en la edadde piedra. Y, además, la mar de contenta por ello. El jueves a última hora me llama Cristina paradesearme un buen vuelo, saber si tengo preparada las cosas y charlar un ratito conmigo, comosiempre nos reímos. Cristina y yo tenemos una relación muy especial después de las horas del trabajoy nos reímos juntas mucho. Ella en el trabajo es muy seria y siempre parece mi hermana mayordándome consejos, pero en realidad es un trozo de pan, aunque a veces sea un trozo de pan duro deroer. Después de colgar, llamo a Sara al móvil. Ella ya está en Barcelona. Le quiero preguntar cómole está yendo con su nuevo jefe y con David, que también ha ido al viaje con ella. Al tercer tono, locoge con voz rara:— Saraaa. ¿Cómo estás? Te llamaba para preguntarte cómo te estaba yendo con tu nuevo y flamantejefe y con tu David, por si hay algún cotilleo nuevo que me estoy perdiendo. Yo llego mañana sobrela una al hotel. Me imagino que tendrás la tarde ocupada. ¿Qué tal si mañana nos llamamos y yaquedamos?—Sí, mañana hablamos mejor, que ahora me pillas en mal momento. Mañana nos llamamos. Besitos.— Y me cuelga.Yo me quedo con cara de no saber qué ha pasado, pero me imagino que a lo mejor estará en algunacena con el jefe o algo por el estilo.Minutos más tarde, hablo un ratito con mi amiga Isa, y cuando se han quedado dormidos los niños, mecambio de ropa, y me voy a correr.Una horita más tarde, llego, me ducho en cinco minutos, me pongo mi pijama y me acuesto a leer unpoquito esperando a poder quedarme dormida. A las cinco, sin haber pegado ojo en toda la noche,me levanto, me tomo un café y me siento con mi portátil en la cocina para terminar la presentación.Creo que me ha quedado muy bien y una hora más tarde, me pongo a preparar todos los recibosbancarios que tengo que pasar. A las siete de la mañana ya he terminado, despierto a Merche paraque se vaya al instituto y me despido de ella, dándole mil besos y como en el fondo soy una blanda, yla quiero tener localizada en todo momento, le devuelvo el móvil y el portátil, y le advierto que elviernes no puede salir, pero que, si se porta bien y ayuda a mi tía con el niño, podrá salir el sábado.Ella, que, en realidad, aunque esté en la edad del toro de miura tiene muy buen corazón, y además mequiere dar coba para que le deje el sábado hasta las doce en lugar de hasta las diez y media, me damuchos besitos y me dice que me lo pase muy bien. Me despido y se marcha para el instituto,mientras me quedo en casa, preparándome otro café antes de ducharme y despertar al chico parallevarlo al cole. A las nueve, dejo a Ale en el cole y rápidamente me dirijo andando hasta mi oficina.Tengo que recoger documentación de allí y terminar de pasar los recibos bancarios a través deinternet, ya que no los he podido pasar en casa porque no tenía las claves allí. Un rato más tarde mepregunto por qué no habré cogido un taxi, porque entre los tacones, la maleta y el maletín con elportátil, ya estoy para el arrastre. Media hora más tarde entro por la puerta de la oficina, con mihermana pegada a los talones y sonándome el móvil. Miro la pantalla, le indico a mi hermana queespere un momentito con un gesto de mi mano, mientras contesto:—Dime Paco, ¿Cómo vas?—Esperándote. ¿A qué hora estarás por aquí?—Me imagino que sobre la una estaré ya allí. Cuando llegue al aeropuerto pediré un taxi y directa alhotel. Cuando me instale te llamo y quedamos para almorzar si quieres.—De acuerdo.Cuelgo el teléfono, miro a mi hermana Cristina y dirigiéndome a mí despacho con ella detrás lepregunto qué es lo que quería.— ¿Qué haces aquí? Deberías estar camino del aeropuerto.—Lo sé. Pero ayer me dejé el informe tuyo y de Paco aquí en el despacho y esta mañana no hepodido pasar los recibos porque no tenía las claves bancarias. Ya que estoy aquí paso los recibos enun momentito, recojo los informes y me marcho para el aeropuerto.—Vale, date prisa, no vayas a llegar tarde. Necesito que me firmes estos documentos antes de irtepara ir gestionándolo todo. Y los pagarés del cole que ya recogiste el martes, necesito que los firmespor detrás para ir al banco a gestionarlo.Una hora más tarde, ya había recogido todo, firmado la documentación y los pagarés, pero todavía nohabía pasado los dichosos recibos. Cuando le doy a firmar los recibos, justo en ese momento, se vala luz y se apaga el ordenador, por lo que tampoco puedo pasarlo. Pero esta vez, meto las claves enel maletín y me marcho a toda mecha al aeropuerto.A la una en punto, estoy entrando por la puerta del hotel. Es de lujo. Mi hermana y mi tía desde luegono han escatimado en precio. Es maravilloso y cuando recojo de la recepción un folleto de lasinstalaciones, flipo en colores con el spa. Después por la tarde, seguramente vaya un ratito. En esemomento suena mi móvil, miro la pantalla y veo que es mi hermana.—Eva, ¿has llegado bien? ¿Cómo es el hotel, te gusta?—Me encanta. Es maravilloso, de verdad que os habéis pasado. Con algo más normalito o unapensión al lado de la playa, me hubiese conformado, de verdad. Es excesivo. Pero os lo agradezco.Ahora mismo estoy en recepción para recoger la llave e irme un rato a la habitación a descansarantes de quedar con Paco.—Muy bien. Descansa un ratito, pero no te apoltrones en la habitación leyendo que nos conocemos.Queda con Paco, soluciona lo que tengas que solucionar y después por favor disfruta y descansa. Queeste fin de semana no es por trabajo. Recuérdalo. Tomate un margarita en el spa a mi salud.—De acuerdo, mami. No te preocupes, descansaré y procuraré pasármelo bien y divertirme. — Lecontesto riéndome mientras me dirijo al mostrador de atención al cliente para avisar de mi llegada yrecoger la llave.Según me explica el chico de recepción, mi habitación está situada en la cuarta planta y las vistas sonal mar. También me explican que tengo jacuzzi en mi cuarto de baño y que con mi reserva está todoincluido, el gimnasio, el spa o cualquier tratamiento de belleza que me quiera realizar. Dándole lasgracias al chico de recepción, mirándolo todo como una cateta, unos minutos más tarde, me dirijocargada hasta los ascensores que me han indicado. Allí abstraída como estoy con la belleza de ladecoración del hotel, no percibo la presencia de tres caballeros al lado mía hasta que no voy a entraren el ascensor. En ese momento, uno de ellos, con galantería me deja pasar a mí primero, mientras seapoya en la puerta del ascensor para que no se cierre, mientras recojo mi maleta de viaje y mimaletín del suelo. Sin haber mirado todavía hacia arriba y con el móvil en la mano, al ir a entrar, éstese estrella contra el suelo rompiéndose la pantalla.— ¡Mierda! — Maldigo mientras lo recojo. — ¡Ya lo que me faltaba! — Exclamo mientras meincorporo y miro hacia arriba.Al cruzar la mirada con uno de los hombres, con el que está sosteniendo la puerta para que puedaentrar, mi estómago da un salto mortal, y mis mejillas adquieren el tono del tomate maduro, a la vezque me entra una risa nerviosa de mil demonios. Mi mirada se ha cruzado con los ojos más bonitosque he visto en mi vida, de un tono verde claro que incita a quedarte mirándolos durante horas.Al bajar la vista hacia su boca ligeramente curvada hacia arriba en lo que parece una media sonrisa,mi estómago vuelve a pegar otro triple salto mortal, al ver unos labios carnosos sonrosados. Mequedo parada en mitad de la puerta sin saber cómo reaccionar y acto seguido, comienzo a temblar alseguir admirando el cuerpo de aquel hombre que me sujeta la puerta. Son segundos que pareceneternos, mientras su mirada recorre todo mi cuerpo de arriba abajo, recreándose demasiado en elescote de mi camisa, la mía recorre todo su musculoso cuerpo sin un ápice de grasa, con unacamiseta blanca estrecha que deja entrever una tableta de chocolate, que, aunque yo no soy golosa,me pasaría horas lamiendo.Pero, ¿de dónde me salen estos pensamientos? ¡Si yo soy asexual como las almejas! Rápidamente,intento alejar dichos pensamientos de mí recién descubierta mente calenturienta. Entro en el cubículodel ascensor rápidamente y me sitúo pegada al final del mismo. El tío buenorro entra en el ascensor yse sitúa a mi lado, rozándome con su brazo en el mío, mientras le dirige una mirada al resto para queentren. Los otros dos que estaban a su lado, entran y se sitúan delante de nosotros. Los otros dos vanvestidos con trajes chaquetas perfectamente planchados y con pinta de ser caros. Uno de ellos, el dela derecha se dirige directamente a mí y mirándome a los ojos me pregunta:— ¿A qué piso va, señorita?—A la cuarta planta, gracias. — Contesto rápidamente, mirándome los zapatos, por tal de no mirar alpedazo de tío que tengo a mi lado y que me deja casi sin aliento. Lleva el pelo largo, aunque noexcesivamente, como a mí me gusta, además de ser moreno, que con esos ojos realza más su belleza.En ese momento, el chico pulsa el botón de la cuarta planta, mientras que el que está a mi lado, meroza de nuevo el brazo, poniéndome toda la piel de gallina, haciendo que se me estremezca todo miser y que una punzada se dirija directamente a mi entrepierna, mojándome toda la braguita. Esoproduce que me ponga del color de los tomates maduros de nuevo, intentando reprimir unas ganasirrefrenables de suspirar profundamente. Aguanto todo lo que puedo, el recorrido hacia la cuartaplanta que parece eterno, mientras me miro los zapatos y el móvil para no mirarlo directamente a lacara a él. En ese momento, él dirigiéndose directamente mí y mirándome de nuevo a la cara me dice:—Al lado del hotel hay una tienda donde le pueden reparar el móvil de forma rápida. Si lo llevaantes de comer, seguro que se lo tienen listo para esta tarde. – Me dice, bajando su mirada desde misojos, a mi móvil, pasando de nuevo y deteniéndose más tiempo del necesario en mi escote.—Gracias. — Susurro apenas con un hilo de voz, ya que no me sale en esos momentos.Gracias a Dios, la campanilla de que hemos llegado a la planta suena y me siento aliviada de podersalir de allí. Pero me quedo atónita, cuando me doy cuenta que ellos también salen en mi planta.Se dirigen a unas habitaciones cercanas a la mía. Al llegar a mi puerta, me doy cuenta que el de lahabitación de al lado mía, es el de la camiseta blanca.Entro en mi habitación cierro la puerta y me quedo parada unos momentos apoyada en ella,esperando que mis piernas dejen de temblar y sea capaz de dar dos pasos seguidos sin caerme debruces.Respirando profundamente para tranquilizarme y que mi corazón no se me salga por la boca, o me déaquí mismo un jamacuco y no pueda disfrutar del fin de semana. Pienso inmediatamente en mifamilia. Si me diese un ataque al corazón ahora, valiente disgusto que se llevarían los pobres. Cruzotoda la suite, traspaso una pequeña sala de estar y me dirijo directamente a la cama, me tiro en ella yhago lo q
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El dia que te conocí
RomanceEva es una mujer viuda, madura de 40 años y con dos hijos. La vida siempre ha sido dura con ella. Con una empresa emergente pero sin mucha liquidez, y demasiado trabajo, una hija adolescente problemática y un hijo de ocho años un poquito travieso, E...