Capítulo seis
Cuando salimos del hall del hotel, el aparcacoches del mismo se acerca con el coche de Daniel. Me
quedo asombrada al admirar un coche que parece casi de carreras, un deportivo rojo de dos puertas,
bastante bajo y con un sonido de motor bastante potente. Yo no entiendo ni una mierda de coches,
pero este parece caro de verdad. Estoy casi segura que vale más que mi piso y el de mi madre juntos.
Yo con mi Peugeot 5008 con cerca de 10 años, estoy la mar de contenta. Total, no se puede correr a
más de 120kilómetros hora y mi coche los alcanza perfectamente. Sin querer dar muestra de
fascinación y en un intento de parecer normal, como aquella que se sube todos los días a este tipo de
coches, me subo inmediatamente, aunque en realidad me da miedo hasta respirar dentro, no vaya a
ser que se manche. Daniel, me mira fijamente y sin decir ni una sola palabra, pone en marcha el
coche, encendiendo la radio y poniendo música de su lista de reproducción. En ese instante, la
música de los sesenta inunda el espacio y quedo totalmente fascinada cuando la voz de Bobby
Goldsboro entona su fascínate Honey.
Me quedo realmente sin palabras y la respiración se me corta cuando recuerdo que esta es la canción
de mis padres. Los recuerdos de mi madre escuchando esta canción una y otra vez cuando mi padre
murió hasta casi rayar el compact que mi marido le grabó inundan mi mente, que inmediatamente se
traslada a la casa de mi madre, cuando las dos llorábamos juntas la muerte de mi padre agarradas de
la mano y, sin quererlo las lágrimas asoman a mis ojos. Sé que no es el lugar ni el momento
adecuado, pero aún no he podido llorar la muerte de mi madre hace apenas un año y ocho meses, con
todo lo ocurrido en mi vida. No he podido pensar, ni he querido hacerlo en un vago intento de salir
adelante con mi casa, mis hijos y mi marido enfermo. Pablo, cuando murió mi padre le grabó un
video a mi madre con sus canciones favoritas, y las imágenes de ellos a lo largo de toda su vida. Ese
video lo sigo conservando como un tesoro, porque a pesar de todo, me di cuenta de que Pablo sabía
muchísimo de la relación de mis padres, de sus canciones, de sus anhelos, siempre había tenido una
relación maravillosa con ellos. Mis padres lo trataban como un verdadero hijo, ese que ellos no
tuvieron y que siempre quisieron.
Sin querer, mi cerebro me juega una mala pasada e imágenes de Pablo en sus últimos días
escuchando música de los años sesenta acampan en mi mente. A Pablo le diagnosticaron diabetes
tipo uno con apenas veinte pocos años, pero era tan testarudo que nunca aceptó su enfermedad.
Un par de años después sufrió de cáncer de íleo, del cual lo operaron y después de unos meses de
tratamiento se recuperó. Pero lo peor llevado era la diabetes y por muchos años se negaba a
pincharse la insulina, ya que les tenía un pánico atroz a las agujas, ocasionando verdaderos estragos
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El dia que te conocí
RomanceEva es una mujer viuda, madura de 40 años y con dos hijos. La vida siempre ha sido dura con ella. Con una empresa emergente pero sin mucha liquidez, y demasiado trabajo, una hija adolescente problemática y un hijo de ocho años un poquito travieso, E...