Capítulo dieciséis
Antes de ir a casa de mi tía, sin mirar atrás, sé que la limusina de Daniel ha arrancado por el sonido
familiar del motor. Me obligo a respirar profundamente y guardar mis lágrimas para esta noche,
cuando ya los niños estén dormidos. Mi vida cotidiana debe continuar como hasta ahora. Si he
superado todo lo malo que me ha ocurrido en mi vida, también podré recuperarme de la pérdida de
Daniel. Pronto comenzarán nuestras vacaciones y en Cádiz, podré olvidarme de todo.
Entro por la puerta de casa de mi tía y el sonido familiar de mi hijo Ale jugando y corriendo de un
lado para otro y de mi hija Merche protestando por ello, inundan el lugar. Eso hace arrancarme una
sonrisa. Cuando se dan cuenta que he llegado, ambos salen corriendo en mi encuentro y me abrazan.
Es la forma que tienen de saludarme los sábados por la mañana.
—¿Qué tal el día de ayer? — Me pregunta mi tía.
—Bien. Toda la mañana de reuniones y después me fui de compras a pegarme un caprichito.
—Ya lo he visto. Te queda genial. Haces bien. Te lo mereces. Trabajas mucho, estás pendiente de
todos, la casa, los niños. Deberías buscarte un buen hombre, Eva. Ya va siendo hora que rehagas tu
vida. Te lo he dicho muchas veces, cariño.
—Lo sé tata, pero no tengo ni tiempo ni ganas. – Si ella supiese...
Últimamente con el tema de Daniel no paro de mentir. Me estoy convirtiendo en una mentirosa
compulsiva.
—Debes sacar tiempo, Eva. Los niños sólo son niños y se adaptarían mejor de lo que tú te crees. —
Joder, si parece que me está leyendo la mente.
—Bueno, cambiando de tema, ¿Cómo está Iván y Sofía? — Sofía es mi prima, la hija de mi tía. Vive
en Cádiz con su hijo Iván y su marido Sergio. Todavía no sé cómo mi tía no ha vendido su casa de
Madrid y se ha marchado a vivir a Cádiz, para estar con ellos. Generalmente se pasa todos los
veranos allí, hasta el mes de septiembre, cuando ellos se vienen a Madrid para pasar unos días. Se
marcha el miércoles a Cádiz, donde mi hermana y yo nos encontraremos con ellas cuando bajemos al
sur.
—Muy bien. Iván no para de decirme que cuando me voy para allá. Yo llego el miércoles porque la
actuación es el jueves y quiere que lo vea. El viernes tenemos la fiesta de fin de curso.
—Sí, también es la de Ale. Lo tengo que disfrazar de surfista. Le he comprado una camiseta de
surfero, una tabla y unas gafas de sol. Le pienso engominar el pelo para ponérselo de punta. Va a
estar sembrado.
—Claro, hija, los niños se lo pasan estupendamente en esas actuaciones. ¿Quieres café?
—Claro. — Necesito una buena dosis de café.
Charlamos un buen rato sobre la casa, la comida, el tiempo... de todo y de nada en particular.
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El dia que te conocí
RomanceEva es una mujer viuda, madura de 40 años y con dos hijos. La vida siempre ha sido dura con ella. Con una empresa emergente pero sin mucha liquidez, y demasiado trabajo, una hija adolescente problemática y un hijo de ocho años un poquito travieso, E...