Parte sin título 15

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                                                                      Capítulo quince

Pasamos por una serie de pasillos en el mismo local en el que nos encontrábamos. El acceso a ese

pasillo se hace por una puerta camuflada por detrás de la pista de baile, flanqueada por un guardia de

seguridad, otro típico armario empotrado de facciones rudas que, al verle llegar, con un movimiento

de cabeza, sin pronunciar palabra alguna, se apresura a abrirnos la puerta. Después de pasar por esa

serie de pasillos, llegamos a otro donde el ambiente que se respira es más íntimo. En ese pasillo tan

solo hay dos puertas, las luces son más tenues y el ambiente es más sensual.

Daniel se dirige hacia una de las puertas y, metiéndose la mano en el bolsillo, saca una llave y abre

la puerta rápidamente. Con un movimiento de su brazo en mi espalda, me insta a mí a entrar en primer

lugar, cosa que hago inmediatamente. Tras pasar a la habitación, Daniel le da al interruptor de la luz

y se encienden unas luces tenues en suave tono y ante mí, se descubre una enorme habitación

presidida por una gran cama alta, con un cabecero con barrotes dorados. Las sábanas de suave seda

color champán la recubren creando un ambiente de sensualidad. Las paredes están recubiertas de

diferentes apliques de madera que no sé para qué sirven, pero le da un aire vintage. Enfrente de la

cama y el techo está cubierto de espejos. Y al mirar hacia otro de los lados, encuentro una enorme

cruz de madera clavada a la pared. Un escalofrío me recorre a través de todo mi cuerpo.

—¿Qué te parece? — Me pregunta suavemente. En su rostro veo un punto que no logro identificar

entre la inseguridad y el deseo.

—Bien, muy bonita. — Logro articular. Tengo la boca seca y mi vientre palpita ante la expectación.

No sé si me está preguntando por la habitación, por la cruz, o por la situación o por todo en general.

No tengo ninguna experiencia con los hombres y eso me hace muy vulnerable a él, ya que no logro

entenderlo.

—Hoy quiero probar algo nuevo contigo, Eva. Iremos despacio y si quieres parar tan solo tienes que

decirlo. — Me dice suavemente a mi oído, mientras con sus finos dedos van desabrochando

lentamente los botones de mi camisa. — Quiero hacértelo en la cruz, rudo, fuerte. Estoy deseoso de

verte amarrada allí, indefensa, esperando el ataque de mi pene. Escuchar tus gritos de placer. — Me

dice de una forma tan sensual, con su voz ronca por la excitación del momento que hace que mi

vagina palpite de forma dolorosa. Yo lo quiero también y lo quiero ya.

Comienza a desabrocharme el botón de mis pantalones y bajármelos suavemente, con excesiva

lentitud, a la vez que va acariciando mis piernas con sus maravillosos dedos. Esa lenta acaricia hace

que mi vagina se lubrique de tal forma que mis fluidos chorrean a través de mis muslos.

—Tan preparada como siempre para mí. — Lentos y suaves besos se van esparciendo por mis

El dia que te conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora