Capítulo ocho
Al llegar al hotel de nuevo, ya sí que necesito una ducha urgentemente. Tras la ducha y cambiarme de
ropa, me pongo un pijama cómodo y me acuesto. Las imágenes de lo vivido con Daniel esa noche
pasean por mi mente a sus anchas. Los recuerdos de cuando Daniel me cogió para hacerme suya, sin
importarle la presencia de Carlos, como éramos él y yo, recorren por mi mente una y otra vez. La
cara de él, al ver la polla de Carlos en mi boca, su exigencia al decirme que lo mirase... El dolor
que siento en el vientre me recuerda sus fuertes estocadas, su manera exigente de follarme... Daniel
no se separa de mi mente ni un momento...
Una ovejita saltando por una linda valla de color de rosa, dos ovejitas saltan.... Daniel
apretándome contra su pecho con su dedo pequeño en el ano... tres ovejitas saltando... Eva, céntrate
en las putas ovejas de los cojones y deja a Daniel tranquilo que ahora estará durmiendo la mar de
tranquilo y tu aquí... Respiro hondo... Suelto aire... tres ovejitas saltand... Daniel me hace suya
mientras que con su dedo dibuja círculos en mi ano... ¡Dios, pero es que no puedo parar! Me tengo
que olvidar de él. Por dios, he superado cosas peores. Por supuesto que voy a olvidar a este
aspirante a Dr. Jekyll y Mr. Hyde. ¡Te quiero proponer un trío, pero ahora no quiero que le chupes la
polla! No sé de qué va. Lo único que me faltaba en mi vida era alguien así. ¡Pero no me puede salir
algo bien! Por Dios, que lo único que quería era follar sin compromiso, ¡mi último rollito salvaje!
Está claro que no sirvo ni para un polvo de una noche.
Miro el reloj y son las cinco y media y todavía no he pegado un ojo. Enciendo el televisor y paso
los mil canales que tiene sin que nada llame mi atención. Pero el tiempo no pasa y a las seis y
veintiuna estoy metida en el jacuzzi, admirando de nuevo el amanecer en Barcelona, siendo mi
segunda noche en blanco. Voy a tener que pedir un descuento en recepción. No van a tener que
cambiar ni las sábanas de la cama. Cierro los ojos y las imágenes de la noche anterior se suceden
unas detrás de otra, sin poderlo remediar me convenzo a mí misma que cuando llegue a casa lo
olvidaré todo. La rutina es buena para olvidar y yo soy especialista en eso. ¿Por cuántas ovejitas iba?
Empiezo de nuevo. Una ovejita saltando... El culo de Daniel reflejado en el espejo mientras me
penetraba ferozmente, como el lobo que se come a mis ovejitas y no las deja saltar libremente por la
valla color de rosa... Sus ojos clavados en los míos, como su polla lo estaban en mi coño, mientras
se derramaba en mi interior... Ojos de lobo que se comen a las ovejitas y no dejan que salten por la
puta valla rosa de los cojones. Miro de nuevo la hora y son las siete y treinta y cinco de la mañana y
sigo sin pegar ojo.
A las ocho de la mañana escucho unos golpes en la puerta. Me acabo de quedar medio dormida,
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El dia que te conocí
Roman d'amourEva es una mujer viuda, madura de 40 años y con dos hijos. La vida siempre ha sido dura con ella. Con una empresa emergente pero sin mucha liquidez, y demasiado trabajo, una hija adolescente problemática y un hijo de ocho años un poquito travieso, E...