Capítulo catorce
Cuando llegamos al lugar donde había dejado esta mañana mi coche, Daniel apenas si se dio cuenta
que me bajé de la limusina sin esperar que el chófer me abriese la puerta. Seguía tan absorto en la
pantalla del móvil, que cualquiera diría que estaba cazando pokémons por el camino, pero con cara
de mala leche.
Sin decirle nada, me monto en mi coche y mientras arranco y pongo el aire acondicionado, absorta en
mis pensamientos, Daniel se acerca a mi ventanilla sin darme cuenta. Con sus nudillos, golpea el
cristal para atraer mi atención. A buenas horas, cuando mi atención la hubiese tenido en la limusina
durante todo el trayecto de regreso a Madrid. Pulso el botón y la ventanilla se baja.
—Dime. — Prácticamente casi le he ladrado.
— ¿Qué te ocurre? — Me mira con cara de incrédulo. ¿¿Será posible? Ahora viene de buenas. Más
vale que me aleje de este hombre que parece que es una mujer con la menopausia y los cambios
hormonales.
—A mi nada. ¿Y a ti? Un poquito de buena educación no estaría de más. Me podrías haber dicho
"Mira, ahora mismo estoy ocupado. No puedo hablar contigo. Tengo cosas que hacer. No es nada
contigo. ¿Valeee?"— Uy, estoy peor que la Belén Esteban. — La educación nunca está demás. Pero
tú te encierras, pones cara de mala leche y excluyes a todo el mundo.
—Lo siento. Tenía un asunto urgente que atender.
—Y una mierda. En hora y pico que ha durado el trayecto no has podido sacar cinco jodidos
segundos para decirme esa frase. Mira, estoy agotada. Terminemos con la farsa de la cena de
celebración esa que te has sacado de la manga y ya está, cada uno por su camino. Es lo mejor. Estos
cambios tuyos de humor me agotan enormemente.
— ¿Cena de celebración que me he sacado de la manga? Yo siempre celebro los tratos, los
acuerdos o contratos con cenas, por el amor de Dios, Eva. —
—Tú lo has dicho. Celebras los contratos. Pero en nuestro caso todavía no hay contrato. Pero no
importa. Ya se cerrará, esa no es la cuestión. La cuestión es que no puedo con ese carácter voluble
que tienes. Vayamos a la cena. Cerremos este episodio hoy y dentro de un mes y medio, ya veremos.
— Le digo casi como una exhalación. Ya no tengo fuerzas para resistir ni palabras que rebatir, ya no,
canturreo en mi mente. La música amansa a las fieras, Eva, y ahora mismo eres una fiera muy
peligrosa.
—Hoy no. El trato si mal no recuerdo es hasta mañana a las ocho. Es una negociación inamovible.
— Me dice cruzando los brazos. Parece un niño mal criado cuando se enfada. Mira, me recuerda a
mi hijo Ale cuando hace una rabieta de las suyas.
Me quedo mirándolo fijamente. De nuevo no sé qué hacer. Este hombre me nubla la razón y me deja
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El dia que te conocí
Roman d'amourEva es una mujer viuda, madura de 40 años y con dos hijos. La vida siempre ha sido dura con ella. Con una empresa emergente pero sin mucha liquidez, y demasiado trabajo, una hija adolescente problemática y un hijo de ocho años un poquito travieso, E...