Parte sin título 13

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                                                                     Capítulo trece

Al llegar a la piscina somos los únicos clientes del hotel que estamos allí. El silencio reina en el

lugar y hace bastante calor. Nos tumbamos en dos hamacas que hay junto a una gran sombrilla y me

quito el vestido playero bajo la atenta mirada de Daniel. Él todavía no había visto el biquini que

había elegido, pero por la expresión de su cara y la intensidad de su mirada creo que le ha gustado

mi elección.

—Te había imaginado con ese modelo, pero realmente la realidad supera a mis expectativas. Estás más espectacular que en mis sueños.

— ¿A sí? ¿Y qué tipos de sueños eran? — Le pregunto con voz melosa. Cuando me ha dicho eso, mi libido se ha despertado súbitamente.

—Ni te lo imaginas. – Me dice con esa voz ronca que se le pone cada vez que está excitado. Y

acercándose a mi hamaca y sentándose en ella, continúa mientras le acerco el bote del protector solar para que me lo extienda por la espalda. — A ti, en una playa que hay en tu provincia que es 

maravillosa, llegando con este modelo, y yo desabrochándotelo dejándote tus preciosos pechos al

aire.

—Te refieres a los Caños. — Le digo con un tono de picardía. Los Caños es una playa maravillosa

que tiene una parte nudista. Es la típica playa que aún es virgen, ya que a la parte nudista se accede a

través de una bajada de una pequeña montaña, es una calita preciosa rodeada de rocas y montañas

que cuando sube la marea la deja incomunicada. Cuando éramos novios Pablo y yo en alguna ocasión

hemos ido a esa playa, e incluso uno de los días llegamos a quedarnos incomunicados y para poder

salir de allí tuvimos que hacer escalada por las rocas. Me río al recordar el miedo que pasé

escalando y cómo mi marido me ayudaba a salir de allí, sin poder tener las manos quietas.

—La conoces. — No era una pregunta, era una afirmación, pero su mirada había cambiado. — Por

la expresión de tu cara y la sonrisa en tu boca deduzco que la conoces bien e incluso que tienes

buenos recuerdos de ella.

—Así es. He ido en varias ocasiones.

— ¿A qué parte de la playa? —Creo que está cabreado. Pero como la mayor parte del tiempo, no

logro descifrar que le pasa por la cabeza.

—Si te refieres si he ido a la parte nudista, afirmativo. Piensa que no siempre he tenido esta edad.

Te voy a contar un secreto, antes también fui joven. — Le dije con un deje pícaro, añadiéndole un

guiño de ojos y bajando el tono de voz en mi última parte, como si realmente le fuese a revelar un

secreto.

—Aún eres joven, Eva. Que tengamos ya cuarenta años no quiere decir que seamos viejos. Sólo

somos más maduros. Y tienes un cuerpo fantástico. — Me dice mientras me extiende la crema por la

espalda con suaves roces de sus manos que provocan que me pongan cardíaca perdida.

El dia que te conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora